De flacos y otras excentridades

 1. Iba caminando yo por el centro de la ciudad de Villahermosa y al pasar frente de una cantina en la que nunca he entrado ni volvería a entrar, se escuchó una voz sonora que del interior que gritó en en muy alto volumen: "Ya ni hablas, flaco desgraciado". Inmediatamente voltee a ver. Digo, acepto lo de flaco, pero no lo desgraciado. "Una cara desconocida con un cuerpo bello dijo: "¡no es a usted, es al desgraciado aquel!", señalando a otro flaco.

2. A veces una amiga muy estimada sube una foto de grafitti en barda callejera a manera de meme que dice a la letra: "Te amo, gorda". Y mi amiga le anota en los comentarios. "No sean así, cuando menos pongan el nombre para no ilusionarnos en balde". Las formas de expresarse y el ingenio andan por todas partes.

3. Hace como cuarenta años yo viajaba algunos fines de semana en transportes Somellera de Jalpa a Villahermosa, y me llamaba la atención un grafitti en una barda o paso a desnivel que estaba por la colonia magisterial. Decía: "Te amo, Martha". Y me dije pude pintarlo yo en referencia a Martha real. Pero de referencia a quien le escribieron igual se llamaba Martha.  Y de seguro intenté escribir un poema con esosdos elementos del nombre de ella y del grafitti; texto que se perdió para bien en los vaivenes del tiempo.

4. "Escribes mucho, muy extenso", me dicen. Yo sé que ese decir no es de mala fe. Toda crítica es interpretativa, y por lo tanto, sesgada. En mi descargo digo que escribir es un ejercicio diario que hago con el fin de afinar la palabra, mi herramienta. De tanta práctica algo me tiene que salir bien. Digo yo. De 365 textos diarios, me sentiría satisfecho si 20 de ellos tienen algún sentido de coherencia, lógica y algo de belleza para fijarlo en libro. 20 textos por año serían en 10 años: 200 (por 4 tres caurtillas) daría un total de 800 cuartillas, lo cual daría algo así como 6 libros. No estaría mal.

5. Pero seis libros sería avaricia, como se dice ahora. Me conformo con uno bueno, y no 6 malos, regulares o pésimos. Con uno bueno me conformo. Pero pudiera ser que ni ese uno se me daría, me basta para mi salud el sentirme bien, escribiendo a diario de 7 a 10 de la mañana. Claro, para mejor salud debo caminar también unos dos kilómetros diarios, mínimo.

6. "Hay que ponerle emoción a cada capítulo", recomiendo a los talleristas que están escribiendo novela. En cada capítulo debe ocurrir algo inusitado, que llame la atención del lector y mantenga su interés. Y no ser repetitivo paseando los mismos hechos  por todos los capítulos. La lectura se hace aburrida por lo repetitivo. "Pongan un asesinato, hagan aparecer un extraterrestre, quemen una casa, pierdan una mascota, aparezcan un tesoro, etc." Hagan que el lector quiera seguir leyendo para saber hasta dónde vamos a llegar. Recuerden que ya están escritas muchas muy buenas y regulares novelas. Leánlas, para que no se conformen con escribir malas novelas. 

7. ¿Qué escribes?, me preguntan quienes se enteran que escribo a diario. Y no sé responder. Lo mismo me pasa cuando me preguntan de qué trata eso de Filosofía Aplicada, nombre de una maestría que estoy estudiando. A esta última pregunta respondo que "no sé", que "precisamente por eso la estoy estudiando", para saber de qué trata, qué estudia, cuál es su campo de estudio. Así que igual enfrento la pregunta sobre qué escribo. Mi respuesta: "periodismo cultural y relatos".

8. Un texto que tengo pendiente por escribir es la reseña de una reunión que tuvimos en Monterrey un grupo de siete amigos con Óscar Eligio en sus semanas últimas de vida. Él, maestro y filósofo. Fue nuestro líder en la escuela Normal. Nos impulsó a ser lectores, a hablar en público, a reflexionar en colectivo y a debatir. Nos impulsó a ser participativos. Y nos recibió, lúcido, en su casa. Sentimientos encontrados: alegría por vernos luego de muchos años y tristeza por su cercana muerte. Fue una despedida sin decirlo. Ya la escribiré antes de que el olvido alheimeriano me alcance.

9. "¿Qué haces ahora jubilado?", me preguntó Óscar en la despedida, luego que le recordé que me había regalado dos libros en 1981,  Aquella vez me dijo: "allí de esos libros llévate los que quieras". Vi varios. Tomé dos. Cuarenta y dos años antes se acordaba puntualmente y con detalle esta vez de la plática en su lecho de enfermo terminal: "Sí, eran los libros de Isaac Deutcher, la biografía de León Trostky: El profeta armado y el profeta desarmado". 

10. "Escribo todas las mañanas de 7 a 10", respondí. "?Y qué escribes?" Allí mi respuesta fue a bote pronto, cuando pude decir "cuento, relatos, artículos de periódico". "Escribo textos culturales y memoria, cartas". Sonrió con gusto de ver a sus compañeros que seguirán en la vida otros meses o años más. Lúcido, Óscar, puntual, chispeante y brillante. Nos había dado una charla tipo conferencia sobre algunos personajes de la revolución rusa. "Escribe una novela donde los personajes sean buenas personas. Es tu tarea que te dejo". Nos abrazamos con humo entrando en los ojos. Y nos despedimos, seguros que nos encontraremos en otro plano. Próximamente.



 

 



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