La pregunta de un niño


1. El niño observa a los hombres de derecha, "ignorantes de derecha" y "malos". Va caminando de la mano del padre. Y le hace una pregunta. Pero dejemos dicha pregunta con la respuesta para el final. Mientras tanto, el padre cobija y guarda tan solo una palabra. ¿Para qué más? Si todas las demás están en los libros, en las enciclopedias, en los diccionarios, en las olvidadas obras completas. Esa palabra guarda para regalo en algún aniversario. La ocasión ha de presentarse.

2. Disfruta las pequeñas cosas. Están a tu alrededor y te aparecen invisibles. La mente propia  las transforman invisibles. Porque la propaganda nos llama a lo grandioso y nos convence. Se busca el zapato gigante para aplastar a la gente. No te das cuenta que ese zapato te queda grande, como de payaso, pero a fuerza quieres ocuparlo. 

3. Dentro de la casa se siente bien. Hay el confort de todo al alcance. Date tu tiempo para estar allí. A cubierto de miradas indiscretas. Libre hasta para andar en poca ropa o sin ella. Solo que el aire libre es otro asunto. Sea el patio o el camino. Ver el movimiento de las hojas y sentir el abrazo de las ramas de los árboles. Ver las altas iglesias e imaginar el trabajo de los hombres como hormigas, levantándolas ladrillo a ladrillo. El espectáculo de afuera es maravilloso, porque es la vida en movimiento. No juzgues a la construcción catedralicia ni a los obreros que la.levantaron.

4. El libro cerrado nada dice, como si no existiera. Por eso sentimos y lamentamos que a las bibliotecas lleguen ahora pocas personas. Imaginemos el planeta como una gran biblioteca sin que nadie la ocupe. ¿Dónde entonces posar la mirada? ¿Aplicar el ingenio? La mente cerrada, lo mismo, se dice, es como un paraguas cerrado que no protege del sol, ni de la lluvia. La certeza es la muerte de la curiosidad.

5. La mente cerrada es como una noria seca. Por más que busquemos agua, no hemos de encontrarla. Lo digo por mí. Lo digo por el otro, que soy yo mismo. Cuando miremos árboles con frutos en los caminos, o nos acojamos a la sombra, ya cansados. Cuando miremos flores y disfrutemos la variedad de sus colores. Y algunas hasta con aroma de belleza. Recordemos que alguien los ha sembrado. Sembremos, también.

6. Dos sugerencias para la llegada a la edad de viejo o vieja (Digo, si es que se llega, pero supongamos que ´si, esa es la esperanza): una casa propia, aún sea la más humilde. Y el genio con ingenio. O dulce en el trato, y no amargo. He visto viejos tirados en la calle. Y nadie se les acerca porque refunfuñan de su mala suerte. No recuerdan lo que es una sonrisa. Y sus palabras son como puños cerrados para el golpe, y no mano tendida para el saludo.

7. Los libros no son para leerlos todos. Me refiero a los libros que tengamos. Sino tenerlos disponibles, para cuando nuestro espíritu considere necesario acudir a ellos. Incómodo cuando alguien te pregunta: ¿Y los leíste todos? Y la respuesta de "no", los decepciona. Y la respuesta de "sí", aunque sea de broma les incomoda. No hay ni habrá alguien que haya leído todos los libros que tiene (supongamos que sean muchos)

8. "Leen pero no comprenden", escucho decir a muchos, refiriéndose a niños, jóvenes o adultos. Los mismos que lo expresan no comprenden lo que dicen. Vaya, ni yo mismo. Una de las pocas mis certezas es precisamente esta: "Quien no comprende lo que lee es porque no sabe leer". Así de duro y así de simple. Saber leer no significa saber los sonidos de las letras. Sino enterarse de lo que dice lo escrito.

9. Tomarse un descanso está bien. Luego de leer buen rato, espabilemos los ojos. Miremos el exterior. Leamos la realidad. De poco o nada sirve leer muchos libros, ser lectores aferrados y consuetudinarios, si la realidad nos pasa de noche. No nos damos cuenta. La condición humana requiere una relectura. Miles de certezas hacen dormir -al poseedor- el sueño de los justos. El hombre con solo certezas, anémico de dudas, grita al viento nuevo, a las ideas nuevas, a lo evidente de los hechos: "¡No pasarán!" Y se siente tan satisfecho, y camina desnudo sin darse cuenta del hecho. 

10. "¿Si matamos a los hombres malos y a los ignorantes de derecha, quedaremos solo los buenos y los sabios?", " preguntó el niño a su padre. "No, hijo. Quedaríamos solo los asesinos".

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