Día del libro
1. Imagino ir en un barquito de papel. Y que haya en él palabras escritas. Sería entonces doble viaje. A la mar, llevado por el viento, que empuja su vela desplegada. Con brújula, que lleva con dirección precisa. Y timón manejado con la imaginación. La vida misma en todo su esplendor.
2. Este día doy repaso a algunos libros que me han permitido asomarme a otras rutas desconocidas, en el mapa de la existencia. Aquel muchacho se asomó a los “principiantes”, de RIUS. Con ello se dio cuenta de un camino que siempre tendría ruta y nunca fin. Me asomé a la Rusia zarista, y a la Rusia revolucionaria. A la China imperial. A la vid cotidiana cuando la Revolución mexicana.
3. Por igual conocí a la Checoslovaquia del laberinto kafkiano. Y los checos tratados como escarabajos en la República que tomaba como apellido lo colectivo, lo social. Viví la persecución y muerte de Leon Trostky. Sufrí las purgas de la Unión Soviética de 1936 a 1938. Me metí en las tantas mil y una noches a escuchar los cuentos de Szherezada. Dormí en el interior de la ballena; me llamo Jonás.
4. ¿Y cuándo le vamos a hacer justicia a los libros de texto gratuitos. Recuerdo bien que el maestro de primero en la primaria (Carlos Martínez) nos repartía dichos libros el primer día de clases. Y los olía en ese olor característico de la mezcla de la tinta con papel nuevo. Y él sacaba de su portafolio un librito con canciones de Cri-Cri.
5. Nadie me lo cree, pero yo me instalé en Macondo. Nada que ver con la que nos mostraron en Netflix. Aquel lugar era mucho más que esas definiciones arquitectónicas: era el nacer de la humanidad, contada de manera vertiginosa y fantásticamente real. Yo me perdí y encontré en el laberinto. Me miré en la casa de los espejos. Y vago por allí de vez en cuando.
6. Tumbados en un jardín. Nada que ver con los corridos de ahora. Nunca el pasado es mejor. Este presente mío lo miro y admiro. Tumbados nosotros en el jardín de las delicias, nos metíamos en el mundo de la reflexión en ideas que nos empezaron a despertar la curiosidad. ¿De dónde? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? Eramos unos críos de 17. Y nos recostábamos en ese jardín a escuchar lecciones de idealismo y materialismo, con lecciones de George Politzer. No sabíamos aún de Platón y Aristóteles, pero fueron los primeros pasos a seguir. Al Manifiesto Comunista, lo renombrados como el libro de los tantos prólogos.
7. No me cabe duda que abrirían campos de concentración quienes quieren que pensemos como ellos. Y no, pues. Cada uno tuvimos nuestro origen y las circunstancias que rodearon el mismo. Pero quería hablar del Selecciones del Reade´Digest. ¿Qué le puedo hacer si fue una suscripción que me regalaron por dos años? Cada mes me estuvo llegando vía correo, y me la pasaba leyendo las lecturas que contenía. Y eran desde historias sentimentales, así como de triunfos y fracasos. Me acuerdo de un vendedor que tocaba en cada casa, y parecía rendirse, hasta que finamente triunfaba en las ventas. Al final venían chistes anodinos, blancos.
8. "Lee la biblia, también", me había dicho mi sabia mamá. Y también me asomé a las bellas páginas de ese libro. Me encantaron los Cantares de Salómon. Conocí a la bella Sulamita. La vía Crucis en la Pasión. Ya cargábamos la cruz en la pobreza. En esas calles de polvo con duro pan, en la frontera norte. Y andábamos sin plan. Y solo el libro nos dio señas de identidad. A veces me encontraba libros de Borges. Y lo primero que leía era el Prólogo. Y me decía yo: algún día han de publicar en un solo libro todos los prólogos de ese escritor perfecto. Y varios años después, en una venta de libros usados me encontré: "El libro de los prólogos, con prólogo de JLB"). Y lo mismo me pasó con la columna semanal "Inventario", de JEP en la revista Proceso. Me decía, "algún día aparecerá un libro con estas bellas columnas". Y los encontré cuarenta años después en la ibrería que aún está en casa de los Azulejos, en el centro de Villahermosa. Tres tomos. Que por cierto, perdí dos.
9. Raskolnikov me inquietó a las 18 años. ¿Cómo pensar que el asesinato de una ávara vieja pudiera ser un derecho, el derecho de matar? Dostoyevski, sin par. Los cuentos de Chejov y Tolstoi. Los de Quiroga y los de Maupassent. Los de Raymond Carver. La compilación en al revista "El Cuento", de Edmundo Valadés. Cuentos de todas las tradiciones, de todos los lugares, de todos los temas, de todos los estilos. Los micro y minicuentos sin par.
10. Ahora bien. Imaginamos que el libro es la realidad. Que el libro es el barrio. Que es la ciudad. Que es el Planeta. De poco sirve que leamos sin saber leer lo que pasa en nuestro interior y en nuestro alrededor. ¿Quién es el prójimo, y cuál es su necesidad? De poco sirve ser lector como maestro, si no se sabe leer el rostro y la mirada de los niños, si no se sabe leer el rostro en la asamblea de los padres, el rostro de sus propios compañeros.
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