Dos lobos interiores en pleito


1. Déjeme que le cuente: hay una leyenda muy difundida y utilizada, atribuida, según, al pueblo Cherokee,  que dice sobre dos seres (perros o lobos) que nos habitan, uno del mal, otro del bien. Luchan en el interior para imponerse. Y como a veces gana uno, a veces el otro, el nieto, quien la ha escuchado cientos de veces, le pregunta al abuelo, porque quiere saber, "al final ¿quién gana entre los dos, abuelo?" Y el abuelo, sabio, le responde: "el que hayas alimentado, nieto". Si alimentas a la bestia, o al ser humano, de los dos que nos habitan.


2. El ego nos dice que somos uno individualizado. Y digamos que tiene razón. Porque tenemos un nombre y una acta de nacimiento donde dicen los datos de que somos únicos, que no hay otro como nosotros aunque haya parecido. Yo digo que mínimo somos dos en uno mismo. Y alternamos uno u otro, de acuerdo a conveniencias y circunstancias. 


3.Tenemos la conciencia de que vamos a morir, un día. Un día se apagará la vela de nuestra vida. Y entonces, creo que seremos otro más, etéreo, inmaterial. Volveremos al origen.  Decía que mínimo somos dos. El que se olvida de la muerte y el que transita la vida con el temor de morir. Por lo regular estos dos que somos, se equilibran para mostrar una sola forma de ser. Aunque a veces domine uno u otro.


4. Somos eslabón en la cadena de generaciones. Yo soy de la generación de los 60 del siglo pasado. Eslabón que va en el final de la existencia, digámoslo más suave: en el otoño, casi invierno de la vida. Otras generaciones anteriores fantasmean en el invierno, a punto de irse. Y mis padres, que eran de la generación de los 30s del siglo pasado, más no están.


5. Decir lo anterior no es descubrir el hilo negro. Todos lo sabemos. Morir es el destino de los seres vivos. Solo que uno tienen temor de tocar ese tema, como si  al no hacerlo desapareciera su propia muerte, perdida en el laberinto de las indecisiones. Y hasta dicen que morir por la Patria es vivir. Himnos que nos sostienen entre las nacionalidades.


6. Pero también decía que somos dos en uno. Y cada uno representa los extremos. El de paz y el de guerra. El de la tranquilidad y el bullicio. El del amor y el del olvido. Cada quien con su propio espacio, haciendo y deshaciendo en la vida del invdividuo. Cada quien poniendo en la escala de las decisiones, entre la espada y la pared. Por eso los tantos equívocos. Entre el trabajador y el flojo (ambas fuerzas de vida mías), por lo regular gana el flojo, y doy pretextos para justificarlo.


7. Hay uno que se enoja, y otro que ríe. Hay el que sufre y el que goza. El que ama y el que percibe todo de manera indiferente. El que habla de la muerte, y el que calla del tema. ¿Cuál será la circunstancia de la muerte d uno mismo? Y entonces recuerdo la muerte de pocos familiares, de varios amigos y de muchos conocidos. La circunstancia es parte de la biografía personal. Uno la teme, otro la confronta.


8. "¿Cómo está usted?" dice el uno que nos habita, el otro preferiría pasar sin saludar. "Bien, muy bien, todo tranquilo", dice el que responde. Pero el que calla quisiera decir: "Y cómo quiere que esté, si todo está del pijo, no me alcanza para nada". Pero este por lo común calla, como si tuviera un pedazo de bandera extranjera en la boca, que le impide expresarse. "Bien, muy bien". O "!Aquí pasándola. Pero no tan bien como usted",  dice, halagando al otro.


9. Uno de ambos se rebela. O uno de los dos calla y se impone siempre el otro. Uno dice una cosa, la afirma con contundencia. El otro calla, deja ser al otro. Y cuando lo confrontan depende quién responde, quién se adelanta a la respuesta. Y responde: "¡yo nunca he dicho eso!" O si responde el otro, dice "Cierto que lo dije, pero me arrepiento, discúlpame". Luces y sombras nos habitan. Luces y sombras nos definen.


10. Pero hay saldos. Em lo individual y colectivo uno de los dos se nos impone. Uno de los dos gana, al fin de cuentas. Uno es el de las luces, otro el de las oscuridades. Nadie es solo uno u otro. Nos habitan ambos. La naturaleza es la de los instintos, la que nos permite defendernos, preservar la vida, buscar nuestro alimento, ganarlo o arrebatarlo, buscar la reproducción o imponerla, o atemperarla, de acuerdo al propio clima biológico. El otro es la parte acordada en la convivencia, que humanamente debiera ser de paz, de tranquilidad, de armonía, de solidaridad, cooperativismo. Y allí andamos. En lo colectivo la bestia arma guerras, ambiciosa, rapiñera y rapaz, destruye a la naturaleza, aniquila pueblos originarios, ordena matanzas colectivas, mata pueblos por hambre.


11.  Tentador el tema. Sobre el humanismo dice Peter Sloterdijk, que desde Platón a la fecha, se ha buscado la transformación del hombre de bestia a ser humano mediante la educación libresca. Podríamos decirlo en el sentido que vengo explorando: la educación trata de que se imponga la parte cultural del ser humano, no la parte natural, que inevitablemente nos regresa al concepto de bestia. Dice, Sloterdijk, que esta educación llegó hace años a su fin, esta agotada. Y no nos ponemos de acuerdo a la nueva educación.  Ese es el reto. No hay buena o mala suerte individual o colectiva. ¿A la bestia o al humano alimentamos?

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