Hambre
1. En 1996 trabajé en el ejido Chicozapote, de Nacajuca. Allí estudiaba un muchacho -entre otros- de nombre Isaías. En la hora del recreo pocas veces salía a ver a sus amigos jugar. El se recostaba en la paleta del pupitre. "Sal a jugar", le decía yo. Y nada. Solo reía, como quizá pensando que el profe no se da cuenta de lo que le pasaba. Y realmente no me daba cuenta.
2. Una mañanita llegaron dos de sus primos. Me saludaron, y con voz baja me dijeron: "Isaías murió, profe". Y me pidieron que les ayudara porque el cuerpo no lo querían entregar. Faltaba el acta de nacimiento. Le avisé a mis compañeros maestros. Y saqué el acta del expediente escolar y salí con ellos. Por la carretera yo miraba los grandes anuncios espectaculares de que Tabasco primer lugar en Educación y Salud. Isaías yacía en el hospital. Y fuimos por su cadáver. "No tenemos dinero para la caja", ya lo sabía, pero también me lo dijeron. Fuimos al DIF. Les dieron la caja y carroza para llevar el cuerpecito de su primo. Tuberculosis fue la causa de su muerte, enfermedad de la pobreza.
3. Yo los esperaba afuera en el trámite. Se acercaron. "Préstenos 200 pesos para gasolina, luego se los pagamos", dijeron. Y se los dí, realmente sin pensar en el reembolso. A la semana de que falleciera Isaías, muchacho de 14 años, murió el papá de ellos, tío de Isaías. Lo supe también fui a acompañar en su velorio. En diez años había fallecido toda la familia de Isaías: papá, mamá, hermanos. Tuberculosis la causa. Y Salud, la que se anunciaba en millonarios anuncios espectaculares, no había detectado la tuberculosis en esa área, y por lo tanto no hicieron el cerco sanitario que evitara más desgracias.
4. Ayer platicaba con un amigo, de corazón noble. Me comentaba de que fue a comer al mercado, a uno de esos puestos donde la comida es sabrosa, como de casa y económica. Y se le acercó un hombre delgado y ojeroso. "No he comido en dos días, patrón", le dijo, pidiéndole para un taco. El mesero trató de alejarlo para que no le espantara a los clientes. El amigo dijo: "al contrario, que se siente y sírvele un caldo de gallina con arroz". Tan pronto llegó la comida, literalmente devoró. Con ansia y vehemencia. Mas bien: con hambre atrasada. "Gracias, no había comido en dos días", reiteró.
5. Una tía andaba en el centro de la ciudad con sus nietos. Y vio a un vendedor de pulseras de hilo. En remate dos por cinco pesos. Ella lo vio y les dijo a los nietos que escogieran varias, por cincuenta pesos. El señor se alegró. Se empezó a imaginar la comida que podría comprar con esos cincuenta pesos. Los niños seleccionaron las pulseras. Se le pagó. Y el señor empezó a levantar sus cosas. "Qué, ¿ya te vas?", le dijo la (Tía A). "Es que voy a comer, No he comido en dos días", dijo anhelante, ansioso por probar bocado. "¿Qué dices?" Entonces ella sacó otro billete -"no te ofendas", y le regresó las pulseras para que las siga vendiendo. "Muchas gracias, señora. Usted me ha salvado hoy que pase otro día sin comer".
6. Yo recordé que en 1995, hice un viaje por carretera de Villahermosa a Matamoros. En la ruta pasé por San Luis Potosí. En uno de esos pueblos abandonados vi a la orilla de la carretera a decenas de pobladores pidiendo comida. Eran niños, adolescentes, adultos, ancianos. Una pintura de Goya o Velázquez se queda corta. Empequeñece ante la realidad. Pregunté en la gasolinera siguiente: "es la pobreza, hermano, es la miseria, es el abandono. Ellos vienen de un pueblito de aquí cerca. No se les dio el maíz. No tienen para comer. Hay una sequía brutal aquí en San Luis, que lleva meses. Y el gobierno ni sus luces. San Luis Potosí, el estado del gobernador que decía que la moral es el árbol de las moras.
7. Elmer (nombre ficticio) es estudiante de primaria indígena. Representó a su escuela en la pasada olimpiada de conocimientos. Nadie de su familia pudo acompañarlo, solo su maestra que lo llevó. Uniforme pobre y limpio. Zapatos gastados, rotos. Era el concurso nivel zona. Disfrutó Elmer el yoghurt que le dieron antes del examen. Luego devoró lo que les dieron de comida. Y la fruta también la comió. No la guardó como los otros compañeros. Era como una desesperación de ver que sí hay alimentos, pero en lo cotidiano no para él. Su madre postrada en cama. Sus hermanos repartidos en varias casas para que los alimenten. Incluyendo a él. Regalados, sí.
8. Un señora vecina de unos 80 años tiene a su hijo en cama por apoplejía. Ambos viven con lo que la comunidad les ayuda, les acerca (¡Viva lo comunitario!) Algunos vecinos los apoyan para sus alimentos, su gas para la estufa. Viven solos. De vez en cuando un familiar se acerca a visitarlos. A dejarles algo para aliviar su situación de pobreza extrema. Bien por los programas sociales federales o estatales. En algo palia su situación. Ella espera tras la reja (la puerta de su casa tiene) que alguien se acerque. Y sonríe como los niños ante el regalo de los reyes Magos. Ella, niña grande, sonríe, al ver a sus ángeles de la guarda acercarse con frutas, comida, café, azúcar.
9. Recuerdo a un alumno de una comunidad ciento por ciento priista, de allá por los años 90s. Un lunes llegó contento a más no poder. Había ganado con fraude Roberto Madrazo en la elección para gobernador de 1994, un día antes. Eufórico llegó a burlarse de mí porque "habían ganado". Yo había "perdido" al votar por López Obrador. Al rato, como a eso de las 9 se me acercó al escritorio. "Maestro, présteme 5 pesos para comprar un lápiz".
10. Yo iba a empezar por aquí. "He leído como tres veces la novela "Hambre", de Knut Hamsun (1859-1952), noruego, ganó en 1920 del premio Nobel de literatura. El personaje de la novela es él que anda de vagabundo, mal comiendo, tratando de conseguir trabajo, sin encontrarlo, y apenas comiendo un pan duro con agua al día, y sacándole brillo a su desgastado abrigo para impresionar al entrevistador cuando se postulaba para un trabajo. "¿Qué sabe usted hacer?", le preguntaban. Y no respondía como Epicteto, que decía que sabía mandar, cuando su comprador le preguntaba sobre qué sabia hacer.
11. Hamsun respondía que sabía escribir. Y el entrevistador le decía que todos sabemos escribir desde la escuela primaria. El personaje compartía el pan o daba las pocas monedas que tenía a otro más pobre. Solo que ante los hechos de hambre, situación de muchos, la novela se queda corta en el hambre que describe.
12. Pero miren nomás. Cuando la palabra es honrada, cuando las virtudes son cimientos, base de lo humano. Los primos de Isaías volvieron a la escuela como tres meses después a devolverme los 200 pesos que les había dado prestados para la gasolina de la carroza que llevaría al estudiante Isaías para que lo velarán en su comunidad.
13. Yo no les quería aceptar el billete. Insistieron seis veces por las cinco que les dije que no. Qqq
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