Primera persona del singular
Primera persona del singular
1. Usted no. Yo soy el que necesito hacer un alto y reflexionar sobre mi vida. Preguntarme si lo que hago le da sentido a mi vida, si me satisface. Si por la noche antes de dormir me digo: "Misión del día cumplida". El mañana tendrá otros motivos para seguir caminando. Y si se requiere modificar en algo, cambiar de camino, de ruta, asomarme a temas que antes no imaginé, hacerlo en esta vida. Me juego el resto, diría el jugador de cartas.
2. Usted no. Soy yo el responsable de mí mismo. Abstenerme de las quejas que a todos les cuento. Y responderme si ¿acaso no soy yo el culpable de lo que me pasa, y dejar de echarle la culpa a los demás? Porque lo fácil es echarle la culpa a los demás. Y me engaño al decir que los días, las semanas, los meses, los años pasan. Y es la vida la que pasa, no el tiempo. Pero necesito yo darme cuenta de todo ello, reflexionándolo. No usted.
3. Usted no. Y más en la edad que tengo, yo soy el que debe releer de nuevo el poema "En paz", de Amado Nervo, y verso a verso irme identificando o escribir otro, y decir "Otro en paz", o "Muy cerca de mi ocaso, no estoy en paz". Y argumentar sin atormentarme, que somos consecuencia de las causas, y todo esto es el destino. Yo quiero ser arquitecto de la vida de los demás, pero debo pensar en serlo de mí mismo. Yo, no usted. No se escandalice.
4. Siempre creí que era usted el que debía cambiar. Pero aunque tarde, comprendí que era yo el que debía cambiar. Que a todos afecto con mi negativa actitud de seguir siendo el mismo, en el aquí "no pasa nada". No todo es mal en mí, y si a categorías morales, algo hay de bien, o más. Lo cierto es que perdí mi tiempo viendo en los otros la paja, sin darme cuenta la viga propia. Y esta debí regalarla o venderla. El mercado paga bien por la madera, más que por la paja.
5. Usted no. Yo pregoné que era usted el que debía leer. El que debería reír. El que debería decir "al mal tiempo buena cara", y "no hay mal que por bien no venga". Pero ahora me doy cuenta que soy yo. La humildad la pedía, la sugería en los otros. Y era en mí en que debía buscarla, y al no encontrarla, debería de crearla. Era en mí donde estaban las respuestas, más que las preguntas.
6. Usted no. Yo fui el que pasé por los museos y expresé, soberbio y vanidoso, que "el pasado quede donde está", a mí lo que me importa es el presente y más el futuro, sin saber que este se construye teniendo como base el pasado. Dije "que los muertos entierren a sus muertos". Pasé por el frente de las bibliotecas gritándole a los de adentro "ignorantes", ciego de mí. No me di cuenta que el que debería cambiar era yo. Cambiar de actitud. Salir del pozo de mí mismo. Salir a caminar, llevando una brújula que me oriente. Pero yo creía que era usted el que debería hacerlo.
7. Usted no. Yo soy el que me aferré a mis ideas viejas, creyéndolas verdad única. Yo soy el que creí (¡tragada completa!) todo la propaganda, a veces de un lado y luego del otro. Nunca me di cuenta que todo vuelo requiere tierra para despegar y aterrizar. El vuelo permanente cansa. Dice la canción que la belleza también. Pero el problema no es usted. Sino yo.
8. Yo soy el que debe mirar la grieta. El que debe levantar los vidrios rotos. Morder la manzana. Alejarse del humo. Hacer esfuerzo porque la mirada traspase la niebla. Motivar a la luciérnaga a encenderse en el bosque oscuro. Ayudar a Capareucita. Recordarle que ella será la abuela. Y que los lobos sí existen, pero más hacen daño los lobos soberbios y vanidosos de la mente. Yo soy el que debe cumplir la tarea de vivirme, no de vivir o modificar la vida de los otros.
9. Uste no. Usted la pasa campante. Yo digo que usted es indiferente. ¿A qué? Que no mira el sufrimiento de los otros. Y así me puedo seguir pasando la vida útil, como inútil. Soy yo quien debe hacer el alto. No importa si tengo veinte, treinta, o cincuenta años. Lo importante es el resto de la vida. Las conjugaciones de los verbos se dan en todos los personajes tanto del singular como del plural. Yo, tu, él, ella. Todos somos los ocupantes de los pronombres. Solo depende si desde dentro decimos yo y él. O si son ellos, en todo caso, tú, que dice él, refiriéndote al yo que escribe y lee. Son como puntos de vista.
10. Yo no te preparo el café que te tomas. Preparo el mío en la sala de mi casa. Y si estamos platicando, aprovecharé para prepararte uno y platicar, escuchándonos. Desde el cementerio me dicen que se escuchan voces. Que hay invitaciones a tomar el café. Y que se dicen "no tengo tiempo", "otro día", "tal vez mañana, o pasado mañana". Soy yo el que escucha esas voces. No tú. Lo cierto es que yo seguiré siendo la primera persona del singular para mí. Y seré el tú o él, para el otro, para los otros.
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