Gracias, Óscar Eligio
Gracias, de nuevo, Óscar Oscar Eligio Villanueva Gutierrez
1. Óscar Eligio fue un verdadero y real "fuera de serie". De esos que nacen cada determinado tiempo en algunas regiones. Fue nuestro maestro de la misma edad. En su casa toda de madera, ya antigua, en la colonia Centro, de Matamoros, desbordaban sus libros y revistas, y dibujos del Ché, Martí, Allende y Carlos Marx en las paredes, en esa edad cuando andábamos en los 16-19 años. Aclaro que yo no era tan asiduo, pero me bastaba llegar las pocas veces, quizá una vez por semana, para darme cuenta que allí se germinaba la conciencia de hombres de lucha. Se gestaban buenos e inquietos y sonrientes ciudadanos.
2. Óscar Eligio Villnueva Gutiérrez era nuestro maestro y guía. perdón, sigue siendo nuestro maestro y guía. Le tenemos agradecimiento hasta nuestra última célula, y le agradeceremos siempre, hasta nuestro último suspiro. Parece exagerado. Pero es que él tenía la palabra precisa.para motivarnos, para alentarnos, para decir las cosas, en esa rebeldía que jamás le abandonó. Solo que era una rebeldía con clara y brujulada causa. Era una rebeldía muy humana, fortalecida por la lectura de temas de academia, pedagogía, políticos y de filosofía.
3. Fue el líder intelectual y práctico en el triunfo de la Planilla Verde, luego de más de veinte años que ganara la dictadura de la Planilla Negra, integrada por amigos oradores y deportistas, brillantes, también muchos de ellos. Aún recuerdo ver a Alberto Ortega, quien dirigía la romántica rondalla de la escuela, al frente de varios compañeros y compañeras, cantando alrededor de la cancha algo así como "Verde, verde, adelante (tres veces); el triunfo nos acompaña ya", o algo así.
4. Bien recuerdo que el comité que calificaría la elección estaba en contubernio con la dirección de la escuela, que tenía al frente a Manuel García Costilla, un viejo lobo federal, que venía corrido de dirigir la Normal de Atequiza, Jalisco. Intentaron escamotear el triunfo. Luego de varias horas de tensión, en las que se avecinaba un conflicto estudiantil, Óscar dejó claro y firme, que no nos dejaríamos. Y con esa posición que tendría como consecuencia huelga, por fin salieron a proclamar el triunfo de La Planilla Verde, con Fidencio Santillán Flores, como presidente. Un muchacho tímido, delgado, de lentes gruesos, de corazón gigante. Hey, no se me olvide decir, gran mérito, que nuestra Normal era particular con patronato. Que a la férrea y creativa directiva de alumnos de La Verde, correspondió cerrar la gestoría para que nuestra Normal se federalizara, anhelo de siempre.
5. Óscar Eligio era orador y declamador brillante. Lo veíamos en la palestra con el discurso o poema, siempre puesta la mirada repartida entre todos los que éramos el público. Porque además la poesía era bien escogida a su manera de pensar, ya pensar nuestro. Era la arenga por la historia, por la justicia. Le escuché algún poema de León Felipe. Y su pieza de oratoria tenía ideas claras de lucha, no aprendidas para el concurso, sino ideas que ya formaban parte de su bagaje, de su organismo mismo, de todo él.
6. Su padre Isaías era muy alegre. Tenía la imagen de un Miguel Hidalgo norteño, imagen que heredó Óscar. Don Isaías rejuvenecía a diario con ese alimento espiritual de las pláticas de los muchachos, su hijo y amigos. Contaba chistes, anécdotas, daba ideas. "La próxima marcha de protesta háganla original: cada quien vaya acompañado con un perro. No importa que sean perros callejeros o cruces de razas perdidas en la genética". Decía.
7. Óscar cumplió años ayer. Murió hace más de tres años. Ya con cáncer terminal, muy agresivo además, tuvimos la oportunidad de platicar largo y tendido en la sala de su casa un grupo de sus amigos, tanto de la Normal, como de la Facultad de Filosofía de UNL. Precisamente la reunión se hizo porque era el vislumbre de su muerte cercana. Claro su pensamiento, de muchacho inteligente, de hombre de ideas, nos dio una plática de amistad, de historia, como una especie de texto oral como testamento. No había deterioro en su mente. Al contrario, en su etapa final era la mente brillante que siempre fue, madurada además por los años.
8. En esa ocasión reía, y era la misma risa de cuando muchachos en su casa de Matamoros. Estábamos un puñado de sus amigos en fiesta triste. Fiesta por verlo y escucharlo, y que nos viera y escuchara. Triste porque todos sabíamos, sin decirlo, que era la despedida última, de la que no hay esperanza de volver vernos. A cada quien nos dio unas palabras muy emotivas, incluido llanto, de bienvenida. A todos una plática sobre diversos tópicos, incluidas confesiones sobre su creencia final sobre la existencia, que incluía cambios, sí como no, en las dudas de siempre, más que en las certezas. Nosotros, desde entonces, ya no somos los mismos. Desde entonces en esa adolescencia. Y desde entonces, luego de esa visita. Y de despedida un abrazo y tarea.
9. No hay tristeza. No. Yo celebro desde Villahermosa, Tabasco, su cumpleaños terrenal. No me puedo imaginar leyendo textos de literatura y de filosofía, sin su influencia natural al convivir con él. Teníamos círculos de lectura en esa edad gracias a él. Los seguimos teniendo, y sin duda es por esa motivación que nos daba gusto tan solo verlo, brillante, gracias a su amor a la lectura libre, y al amor a la sabiduría, al conocimiento, a la palabra, a la vida.
10. Cabe confesar que no he ni iniciado la novela con personajes de personas buenas, que me dejó de tarea. Y aclaro que no he escrito sobre esa tarde en que fuimos a verlo. Tengo en la memoria las imágenes como de película. Y tengo quizá un apunte hecho, al que no he regresado. Digo que porque no le ha llegado su momento. A lo mejor es flojera camuflada. Pero de que he de escribirla una tarde en San Juan, lugar a donde llego a ver unas lomas verdes y cortar algo de pasto, sembrar unas plantas y darle batalla a los comejenes que se alimentan de mis libros.
11. Nunca nos engañamos de que somos eternos en el concepto en que conocemos nuestra existencia individual. La vida -y cerca de su ocaso, escribió Don Amado Nervo, nunca nos dijo "que mayo fuese eterno!..." Y nada sabemos sobte lo que sigue luego que cesen las funciones de nuestro cuerpo. Tenemos la esperanza, sí, de encontrarnos de nuevo, muchacho Óscar, de 17 años, fogoso orador, brillante estudiante, amigo guía. Sabio siempre, que te despediste en algunos de tus años en algo más de 60. Aún en el otoño de la vida. Dicen que los hombres de presencia eterna, no llegan al invierno. ¿Tú qué nos dices, Oscar? Yo, te reitero las gracias, por ser parte importante de mi crecimiento interno. Hermano Óscar. Saludo a mis hermanas y hermanos, tus amigas y amigos, que seguimos en este Valle.
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