Chilo Osorio, un ciudadano ejemplar


Un ciudadano ejemplar ha muerto. El jueves 3 pasado dejó de existir Isidro “Chilo” Osorio Hernández, quien supo forjarse un trayecto de hombre de bien, de valores, de trabajo, de responsabilidad. Un hombre en esencia honrado y leal.
Nativo de la ranchería vecina Jiménez, vivió toda su vida de joven y adulto en el Ejido Chicozapote, Nacajuca, a donde lo conocí en 1995 cuando llegué allí como maestro de telesecundaria.
Hombre moreno, de origen indígena y con orgullo de ser nativo de esta tierra y cultura, Chilo construyó junto con su esposa Soledad Gordillo, de Oxiacaque, una familia con base firme y fuerte en valores esencialmente humanos. Desde el inicio de mi trabajo escolar tuve referencia de él, por las charlas de otros, y por el papel que desempeñaba como líder natural, de esos que, aunque no tengan cargos, tienen autoridad moral, debido al respeto y aprecio que le tienen quienes le conocen. Y aunque ya no tengan hijos en la escuela, contribuyen a la mejora de los planteles escolares y de todo edificio público de la comunidad. De esos ciudadanos son los que necesitamos.
Metido en la actividad política, de  manera natural, Isidro Osorio fue uno de esos personajes populares que depositaron su destino en seguir a AMLO. Fue uno de los participantes en el famoso éxodo por la democracia. Y siguió en esa ruta. Un buen día de 1994 amaneció como regidor electo. Este hecho no le perturbaba en lo absoluto a Chilo Osorio. Ser o no ser. Ser más que el tener fue su decisión de vida. Pero fue tal la inconformidad de la ciudadanía que no votó por Roberto Madrazo, que en esa ocasión los opositores identificados con el PRD, en asamblea efectuada en Plaza de la Revolución, decidieron a mano alzada que todos aquellos diputados y regidores electos, no tomaran posesión como protesta por el fraude electoral.  Chilo fue uno de los regidores electos que cumplió con su conciencia y con el mandato de esa asamblea.
Me lo contaba con orgullo. Y me decía que llegaron a visitarlo varios enviados de RM para convencerlo a que tomara posesión. Y le hablaban del dinero que ganaría. Mas él, Chilo el grande,  no les hizo caso. Fue sordo al canto de las sirenas tramposas y mezquinas que solo piensan en bienestar personal. Y que algunos de ellos siguen hoy muy activos en la política local.
O la anécdota que cuenta también, de alguno de sus compañeros líderes de la comunidad que le proponía lotear la parcela ejidal que estaba destinada para cuando la necesitaran en el futuro como obras escolares, recreativas o de salud. Que la lotearan para repartirlas a sus hijos, a los descendientes de los ejidatarios. Y cuenta él que con posición firme le dijo que no, que había que pensar en el futuro de los hijos de la comunidad. No en el bien personal.
Ahora esa parcela pública tiene la telesecundaria, biblioteca, huerto escolar  y campo deportivo. Y tendrá otros espacios en el futuro.
Fue de aquellos que como hormiguita humana acarrearon el material para construcción en aquellos años de cuando no había ni carretera para llegar a esos lugares, y fue transportado por río. Era el gobierno de Leandro Rovirosa. Fue cuando se construyeron las casas tipo “Sandino”, en esos lugares cercanos geográficamente (Ejido Bandera, Ejido Chicozapote, Congregación, Pastal, Cantemoc) pero apartados por su marginalidad.


Isidro Osorio, mejor conocido como Chilo Osorio, fue un ciudadano ejemplar. Responsable y de trabajo. Un ciudadano no es el que cumple 18 años y obtiene su credencial INE antes IFE. Sino es aquel que se preocupa por el bienestar público, por los asuntos comunes. El que asiste a las reuniones de vecinos y dialoga y propone de qué manera contribuir a solucionar problemas que les afectan a todos. Hay quienes toda su vida no alcanzaron el grado de ciudadano porque fueron indiferentes hacia la problemática social, hacia lo público; son quienes fueron indiferentes al dolor del prójimo.
Chilo fue ejemplo de ciudadano. Y deja el ejemplo no solo a sus hijos y nietos, sino a todo aquel que lo conoció. Chilo fue ciudadano ejemplar porque construyó en lo tangible como gestor de obras públicas. Y construyó en lo intangible, en valores ciudadanos. En su tránsito por la vida dejó huellas imborrables en el pensamiento de tantos: la construcción de ciudadanía de sus cercanos, lo cual es una obra que queda allí, para seguir sus pasos.

Su velorio fue concurrido, como muestra del aprecio y cariño de sus vecinos y amigos de otros municipios. Y fue despedido en el sepelio con música de mariachi, con esas canciones que relatan en versos populares la filosofía que adquirimos en esa percepción de lo que es la vida y la muerte, que al final no nos llevamos nada, nomás un puño de tierra.


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