No todos los caminos

No todos los caminos son buenos. Ni llevan a Roma. Y menos a La romana. En todo caso el pensamiento elabora señales de ruta. Que a veces es a ninguna parte. O de regreso. Ni todos los caminos son malos. Peor es cruzarse de piernas o de brazos. Y quedarse sentado en un asiento del teatro de la vida. O en la acera de la casa. A veces es bueno utilizar la brújula o Rosa de los vientos. Y a veces jugar a la botella. O moneda al aire. El destino es la ruta que se toma. El libro se lee desde cualquier página y a veces desde el inicio. O se abandona en la página que uno quiere. Mi libro vacío recibe cualquier palabra. Sea esta común. O de las que se saca brillo. Y escucharla como por primera vez. Ocarina, por ejemplo. No se pueden seguir todos los caminos. Y menos a la vez. Uno a uno. Abrir brecha es bueno. Y estar donde la sonrisa. El arrullo. O el reto de saber si ahora sí o no. No todos los caminos. No todos. No. El propio es señuelo hacia la dicha.

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