58


Hace ya 58 que he nacido. De Leonor y Juan. Hay acta de lugar: H. Mi Matamoros querido. En este devenir suena el acordeón con canciones de otras épocas. Son 58 la edad. En ese juego de los números balsámicos. Tienes café caliente y collar luminoso que construyen con palabras los amigos. Al decir de las pequeñas cosas: discos, libros. Y ese palpitar del corazón con ánimo de caminar por el sendero. Y salgan escamas con la experiencia. Con el ímpetu de hacer camino y encontrar como gambusino pepitas de felicidad. Con resorte a sonrisas. Oh, Capitán, my captain. Derrotas acumuladas en variación de sustancia biográfica. Vocación que templa el alma como el acero. Y en sueños aventuras de mar y guerras floridas de palabras. Para hacer la revolución como se hace el amor. Y correr tras la utopía que mordiscos daba el hambre de justicia social. Y la utopía, incólume. Hambre de palabras. De dar sentido a esta existencia por donde buscas el origen. Como aquella vez por un sendero que se bifurcaba quince veces hasta llegar a un pueblito con casas y hombres de barro. Donde anunciaban pan calientito y leche fría como la vida misma. Y de regreso no sabías como volver en el sueño. Y preguntas al pastor de ovejas para el camino de regreso. Y te da las coordenadas para el volver, volver. Y no pedir más que sonrisas. Y la vida siga siendo bella. Aún en las circunstancias del arribo al muelle final con el esqueleto del pez de El viejo y el mar. Y la claridad de luz para arribar a las Itacas. "Motivos yo solo quiero para vivir". "Los tienes", te responde sonriente la muerte afilando la guadaña.

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