Espina de pescado

Otoño. Sueños. Sabroso el pescado. Espina atravesada. Risa y charla al por mayor. Los sueños, los grandes sueños. El futuro. Y se atraviesa en el destino la espina. Sabroso el pescado. Y en los sueños viaja la espina desde la garganta al estómago. Y estudios. Ultrasonidos. Y lámpara con especialista. No se localiza el objeto extraño. Infección. Agonía y muerte. Luego el sepelio. Y te miras allí inerte. Tantos sueños cumplidos en la recopilación de imágenes. Entre vicisitudes y triunfos, la vida. Los sueños van así. El dolor provocado con las uñas surte efecto. Y es real el sueño. Como todo buen sueño. Despiertas y buscas ayuda profesional. Y en efecto: ultrasonido. Dolor al tragar. Y las recomendaciones de amigos: plátano o bollo de pan para que la empuje. esa condenada espina. ¿Y si se entierra más? No se le puede atender ahora. Hasta mañana. Dice la bella doctora. Ni modo. Vamos a los tacos. Y cada bocado con la ilusión de evitar todo lo revelado en sueños. Pastor. Ojo. Seso. Asada. A mí me ha pasado lo mismo, dice un amigo. desde hace tres años siento la espina con ese dolorcillo que no se quita, al tragar o respirar. Finalmente los tacos hacen su efecto de empuje y remolque. Y listo. Todos en la vida hemos sentido la desazón que causa una espina de pescado. Final feliz. Fin.

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