El verano invencible nuestro

1. ¿Quién dijo que todo está perdido?, pregunta la canción. Cuando menos no lo digamos tú ni yo. Porque todos los días tienen de todo en nuestra vida. Y no me refiero exclusivamente en la mía, sino en general. Días de buenas y malas noticias. Días de paz y de guerra. De amores y odio. De prisas y lentitudes. De vida y de muerte. Y uno contribuye a ello sin duda con los pequeños actos diarios. Con nuestra sonrisa o nuestra amargura. 


2. Imagino a millones de personas en un lugar geográfico específico con sus fronteras como límite. ¿Cómo ponerse de acuerdo? Si cuando uno se reúne con veinte personas y se tratan temas abiertos sobre nuestra sociedad, aparecen las posiciones encontrados.  Y eso es completamente normal. Se argumenta y contrargumenta. Y esa reflexión es saludable y sana siempre y cuando sepamos que es preciso y necesario coincidir, aunque no sea en todo. Lo cierto es que la problemática nos afecta a todos de manera directa o indirecta. Podríamos decir que en todo hay una dialéctica, y esto se explica con la famosa triada de: "tesis" (lo que uno plantea), "antítesis" (lo que se argumenta en contrario), y la "síntesis" (lo que se acuerda para seguir juntos y avanzando)


3. Convocarse y reunirse ya es un avance. Reflexionar es otro avance. Buscar las coincidencias y reflexionar sobre las diferencias es un avance aún mayor. Sobre todo cuando no son reuniones obligatorias. Aunque se debe partir de acuerdos básicos, que podrían ser: respetar y escuchar con atención al que habla. Reconocer que todos somos diferentes, por tanto las diferencias son normales. Nadie tiene la verdad completa. La desinformación es parte de los tiempos actuales. Navegamos entre propaganda consumista e ideológica. Cada asistente es importante. Nadie es imprescindible.


4. Cada reunión tiene su propio objetivo. Y es importante definirlo con claridad y exponerlo a los asistentes. ¿Hacia dónde queremos llegar? ¿qué esperamos lograr con la reunión? ah, otro de los acuerdos: las participaciones deben ser sobre el tema y fijar entre todos el tiempo máximo de participación. Y es que hay quienes si no les cortas te ocupan media hora opinando y contando.


5. Lo mismo se debe fijar el tiempo que se va a ocupar en la reunión, de tal manera que las personas asistentes tengan claridad del tiempo que le va a dedicar, y no está desesperado por irse. El mediador o instructor debe organizarse y conducir las actividades de tal manera que aproximadamente se termine conforme a lo planeado. hay todo tipo de reuniones con objetivos diferentes. Debemos insistir en las de organización y autogestivas.


6. Uno de los conceptos en los que me gusta detenerme es en el de "ciudadano". Pero hay otros igualmente importantes: "izquierda", "modos de producción",  "clases sociales", "propiedad privada" "lo humano", "consumismo", "conciencia de clase", y muchos más. Es algo que los maestros de antes les llamaban "conceptos básicos". Y cada materia tiene los propios conceptos que son básicos. Sin saber exactamente lo que significan algunas palabras, difícilmente se pueden comprender los demás temas.


7. Ejemplo. Si la reunión es con estudiantes, es distinta a que sea con docentes. Y tampoco es lo mismo reunión con adolescentes que con personas de la tercera edad. Los temas y conceptos básicos son distintos se se trata de hablar con promotores de lectura que con emprendedores o productores. Yo sé que esto todo instructor lo sabe, pero es necesario a veces repetirlo y considerarlo al momento de planear nuestras reuniones.


8. Somos las palabras que pensamos y decimos. Decían los antiguos griegos: "joven, habla, para que te conozca". Se referían precisamente a eso. A que no somos más que los conceptos que manejamos, a las palabras que decimos. Y de ello dependen nuestras actitudes y nuestros actos. Si en mi mente fomento las palabras de "no puedo", es lógico que no voy a poder. Y al contrario, si en mi mente cultivo y fomento las palabras "sí puedo", o cuando menos las de "lo voy a intentar, creo que podré lograrlo". O mejor: "estoy seguro que podré lograrlo". El cuerpo reacciona de manera distinta.  


9. Las palabras destruyen grupos, familias, relaciones. Y peor: nos destruyen a nosotros mismos. Pero ubiquemos lo contrario: las palabras unen personas, proporcionan alegría, conocimientos, fortalecen relaciones. Me detengo tantito con la expresión del filósofo Lwding Wittgeinsten: "los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo". ¿Qué podemos entender por eso?, refiere a que entre menos palabras manejemos será poco lo que comprendamos de nuestra realidad. Ah, y para dominar mayor cantidad de palabras se requiere leer por hábito, escuchar con atención, hablar al frente o platicar consiente de lo que se dice, y escribir textos.


10. Decíamos puntos atrás sobre la dialéctica. Algunos se quedan solo en las dos primeras partes de la dialéctica: tesis y antítesis. Se enfrascan en infantiles e infértiles discusiones estando seguros que el equivocado es el otro. Y no llegan a la síntesis. A la unidad en coincidencia de los contrarios. Enfrentados, cada uno se aleja,  ofendido, montado en la mula de la terquedad e intolerancia.


11. Cuando todo es penumbra, cuando todo parece venir en contra, recuerdo siempre las alentadoras palabras de Albert Camus: "En el medio del odio, me pareció que había dentro de mí un amor invencible. En medio de las lágrimas, me pareció que había dentro de mi una sonrisa invencible. En medio del caos, me pareció que había dentro de mi una calma invencible.

Me di cuenta, a pesar de todo, que en medio del invierno había en mi un verano invencible.

Y eso me hace feliz. Porque no importa lo duro que el mundo empuje en mi contra, dentro de mí hay algo mejor empujando de vuelta."

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