Después del caos, el verbo

  1. Ama las palabras. Son tu mayor capital, tu mayor fortuna: son tu identidad. Eres lo que piensas y lo que hablas. A través de ellas fluyen las relaciones de todo tipo. Incluso contigo mismo. Sí. Amar las palabras es amarte a ti mismo, a ti misma.

2. Las palabras ayudan o perjudican. Debes saber cuáles usar y esto es determinante para decirlas ante quien (no a cualquiera) y el momento preciso. Lo que le llaman "buena" o "mala" suerte no existe. Son consecuencias del buen o mal uso de nuestras palabras.
3. El silencio forma parte de las palabras. Se sabe qué decir, pero se calla por prudencia. Por el uso de filtros. Hay quienes no tienen dichos filtros y sueltan las palabras, imprudentes, como chivo en cristalería.
4. No conozco malas palabras. Tampoco buenas palabras. Ellas no son en sí lo uno ni lo otro. Cada palabra tiene su uso y el lugar de uso. Y también el momento adecuado.
5. Dios no oye, porque no tiene necesidad de oír. Así que no hagas caso eso de que "Dios te oiga". Pero sí valora bien tus palabras y comprométete con ellas. Los viejos sabían de eso, de tal manera que uno de los mayores reconocimientos era: "Esa persona es de palabra".
6. Las palabras pueden vestir a la verdad de mentira y a la mentira de verdad. ¿Cómo desenmascarar a esas rufiandades? Es la congruencia en los actos. Dijo Martí que "hacer es la mejor manera de decir".
7. La literatura es belleza en palabras. Así que no te aferres a ser poeta o narrador a la de a fuerza. Vive y escribe. Observa y sorpréndete ante las maravillas de la vida. Sufre las inequidades de los otros. Conmuévete ante el sufrimiento. Ya con eso sería suficiente. Y si además te nace de muy adentro escribir, hazlo. Los discursos vacíos son evidentes. Lo mismo la narrativa vacía. Los poemas vacíos.
8. Punto siete, más la imaginación, ya está. Lo que escribas será muy bueno, sin necesidad de llegar a talleres o cenáculos de escritores. Pero si gustas llegar a talleres es maravilloso, porque aprendes y compartes lo que sabes.
9. Escribir y no leer es hacerle al tonto. Y si solo escribes no está mal. Solo que los escritores leen y escriben. Leen mucho aunque escriban poco o mucho. Los que escriben bastante y no leen son como quienes siembran y siembran en la tierra sin ararla, sin prepararla.
10. Y si tu mayor fortuna son las palabras (le agrego: la lógica en tus palabras), para acrecentar tu fortuna, solo hay una ruta que contempla cuatro variantes en práctica: leer como hábito, escuchar con atención, hablar pensando en lo que se dice y sí, escribir. Pero aclaro: no hay necesidad que seas escritor. El dominio de las palabras, su buen uso, te ayuda en todo. Digo en todo y ya sabes además a qué me refiero: verbo mata a carita, dicen. Aunque no lo sé de cierto.
11. Infaltable un poema de Eduardo Alves De Costa (versionando a Neimöller, que escribió el original de "Ellos vinieron...", ateibuido a Bertolt Brecht)
La primera noche,
ellos se acercan
y toman una flor de nuestro jardín.
No decimos nada.
La segunda noche
ya no se esconden,
pisan las flores,
matan a nuestro perro
y no decimos nada.
Hasta que un día,
el más frágil de ellos,
entra solo a nuestra casa,
nos roba la luna,
y conociendo nuestro miedo,
nos arranca la voz de la garganta.
Y porque no dijimos nada,
ya no podemos decir nada.

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