Arrepiéntanse: el diluvio viene

1. Y llovía inconmensurable. Luego supe que no en todas partes de mi ciudad. Solo en una área determinada. Yo tomaba un café, solitario, en Plaza Las Américas, cuando se escuchaba caer toda el agua del mundo. Así que esperé a que amainara. Fueron varios minutos. Hasta que me decidí a salir. El estacionamiento estaba inundado en algunas partes.

2. Ya afuera tomé mi ruta habitual para ir a la casa. Lo habitual: de las Américas salgo hacia la derecha con ruta a Nacajuca. Y cruzando el río por el puente tomo a la derecha hasta el periférico y de allí nuevamente a la derecha. Recordemos que llovía como si fuera el diluvio. 

3. Solo que la aplicación Maps me enseñó hace como un mes una ruta más cercana y directa. A la mitad de ese camino que describo me pide dar vuelta a la derecha, tomo esa ruta, una calle estrecha pero sin tráfico, y luego de unos dos minutos evito ese rodeo habitual que últimamente está muy congestionado.

4. Repito que llovía y ese atajo ya lo había tomado como unas siete veces, pero sin lluvia. Y aquí es donde empieza lo bueno. Esa calle estaba super inundada, mínimo unos 40 centímetros. Y allí voy lento, haciendo olas sin poderlo impedir. ¿Qué más puede pasar?, me decía mientras avanzaba.

5.  A pesar de la lentitud de mi rodar con el vehículo, se hacían olas, que molestaban a las personas. Molestaban no en la agresividad, claro está. Pero se notaba. Agitaban la mano que le bajara a la velocidad de 5 km por hora a la que iba. Hasta que de pronto apareció un cordel atravesado con trapo rojo de que no había paso. Seguía lloviendo. Con las luces preventivas, me detuve. Y quedé varado. Estaba oscuro, pero además se había ido al luz. 

6. O cortan la energía eléctrica para evitar accidentes. Seguía lloviendo. Me asomé al pronóstico del tiempo. Yo estaba casi tranquilo, pensando en cómo salir, pero a la espera. Escuchaba música. Ópera de María Callas y cumbias de Rigobertos Tovar.  Todo oscuro. Algunas personas escurriendo agua para evitar que entrara a sus casas. Con el paso de los minutos ya éramos tres automovilistas varados. Y hacia adelante el cordel con el trapo rojo. Lluvia intensa. Oscuridad cerrada.

7. El pronóstico del tiempo decía que llovería dos horas más de manera intensa. Yo traía suficiente gasolina. Aire acondicionado. Y manera de carga de batería con el mismo automóvil encendido. Nada cambiaba. Hasta que el conductor del vehículo de adelante acordó con los vecinos (que le quedaban al costado) de desatar el cordel para que pudiera pasar. Y allí nos fuimos nosotros igual. Tres vehículos en fila. Lentamente, por supuesto. Y la lluvia seguía.

8. Se fue la señal de internet para el maps que me indicaba la ruta. Así que me fui a la deriva, solo atrás del que iba adelante. Luego este dobló a la izquierda  y yo seguí hacia adelante, ya cerca del periférico como dos cuadras. Las calles inundadas. Todo oscuro. Solo la luz del auto rompía la densa oscuridad. Algunas personas con el agua a la rodilla caminaban iluminando su paso con la lámpara de su teléfono.

9. Yo no sé lo que es el diluvio, lo que fue, lo que será. Aunque tengo la idea que Noe construyó el arca. Todos lo consideraban loco. Y advertía de la lluvia como nunca. Y antes de la lluvia inconmensurable subió al arca a los animales por pareja de cada especie. Rata y ratón. Tigre macho y hembra, vaca y toro, mosco y mosca, etc. Y finalmente la lluvia cayó como lo había anunciado. Al que llamaban loco no estaba tan loco, como parecía. 

10. Esa parte de la ciudad de la que cuento es la colonia Asunción Castellanos. No me gusta llamarles de paracaidistas. La poblaron personas necesitadas, lideradas por alguien que vendía lotes a sus seguidores, y los revendía a extraños, líderes con experiencia en ese tipo de tráfico de lotes. Calles estrechas, sin servicios públicos, hondonada la orografía. La colonia creció sin ton ni son, como se dice. Y luego demandan servicios públicos y se quejan porque no regulariza el gobierno la irregularidad.

11. Yo iba saliendo a rodada lenta, hasta que cayó una llanta delantera en hueco de drenaje sin tapa. Peor el asunto. A respirar profundo y a pensar en la calma. ¿Cuál puede ser el peor escenario? dejar el vehículo y volver por él al día siguiente si algo queda, suponiendo que sí. Vi venir a tres personas caminando y se quedaron en la esquina a observar. Otro se acercó a preguntar si podía ayudar. Era un ángel. "Quizá columpiando la camioneta", dijo. Y empezó a hacer maniobra. "¡De reversa dé el jalón, sin dejar de acelerar!". Luego de unos minutos de intento, al fin se liberó la llanta.

12. Le di las gracias y un billete sin que el ángel lo haya pedido. Y me dijo: "salga por toda la orilla de la calle; hay más hoyos sin tapa; ya está muy cerca del periférico". Y siguiendo sus introducciones salí. Ya en la carretera por Indeco para salir rumbo a donde vivo, había luz, las calles estaban secas, todo mi camino siguiente lo estaba. Y yo recordaba lo anterior como una pesadilla. Ya entiendo algo más del diluvio. Mi lección: nunca utilizar ese atajo cuando esté lloviendo. Punto. Solo recuerdo que llovía y llovía, y no era canción de Leonardo Fabio. Y yo estaba allí.




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