De sueños y ensueños

Sueños y ensueños
1. Sueño casi seis de los siete días a la semana. Es una maravilla andar en otras ciudades, conocer a otras personas, leer otros libros, mirar otras casas y saborear otras mieles. Es como tener dos vidas, dos números de teléfonos, dos casas, dos grupos de amigos y vivir en distintas ciudades.
2. Anoche regresé al centro de la ciudad donde vivo. Y había dejado mi auto estacionado por allí, en alguna calle. De hecho cuando lo dejo trato de memorizar el nombre de la calle y frente a qué negoció lo dejé para encontrarlo rápido. Pero todo eso me es inútil: no recordaba dónde. Así que me puse a caminar entre subidas y bajadas. Hasta que me cansé y me resigné y senté en una banca del parque. Una mujer me vio afligido y se acercó a preguntarme.
3. Es una angustia no saber dónde dejaste el auto. Me sucede en los estacionamientos de cinco pisos. Ando entre uno y otro, subo y bajo escaleras hasta que lo encuentro, pero termino casi infartado. Lo de perder el boleto es otra cosa. Leo el letrero: 20 pesos la hora. Boleto perdido: 850. Entonces me digo: lo voy a guardar aquí para no perderlo. Y no lo pierdo, solo que no lo encuentro. Y tardo para encontrarlo.
4. La última vez en el aeropuerto. "De mi cartera no se pierde", me dije ufano y seguro de mí mismo, orgulloso de esa habilidad desarrollada de saber dónde, cuándo y por qué el boleto debe de ir en la cartera junto a las tarjetas de "cerdito", el INE, visa y la licencia. Está muy difícil que se me pierda todo, así que allí va mas seguro. Y no sé ni para qué saqué la cartera, saqué algo, pero no me di cuenta que el boleto se había resbalado. Al momento de estar frente a la maquina cobradora, no lo traía.
5. Así que lo fui a buscar al auto y encontré otras cosas perdidas, pero menos el boleto. "Se me debió caer en el trayecto". Y mentalmente dibujé el trayecto recorrido (Fui al baño, entré a la tienda de guayaberas, al sex shop). Y me puse a recorrerlo con mi aflicción evidente y mirada al suelo. ¿Cuántas veces? Como diez, hasta que perdí la esperanza. Entonces una mujer como un ángel se me acercó: "Qué busca?, joven". ¡Joven!, me dijo. Y yo, "este, nada, digo, sí, mi boleto del estacionamiento". "Lo recogió la guardia aquella", me dijo señalando a una mujer con uniforme. Y cierto. "Distraído ojos verdes", me dijo sonriente y me devolvió el boleto. No me quiso recibir recompensa. En respuesta a su acto le dejé mi tarjeta de presentación por si alguna vez puedo devolverle el favor.
6. Tengo dos sueños recurrentes. Uno de ellos es que puedo moverme sin tocar el suelo y también elevarme. El otro es que me sueño como Dios me envió al mundo. En el primero es un deleite moverme como si levitara en vertical. Y me muevo de un lado a otro como si nada. Y cuando me elevo fuera de los edificios de departamentos, curioso me asomo por las ventanas abiertas. Miro muebles antiguos y ropa de otra época. Entro y leo sentimentales cartas de amor con letra a mano bien dibujada. Miro postales con dedicatorias de mucho cariño. Lo curioso es que me doy cuenta que estoy soñando.
7. Me da pena detallar el otro sueño recurrente: ando desnudo entre la gente vestida. Lo he consultado con mi psicóloga de cabecera. Y me dice muy profesional: "es que usted es una persona muy sincera. Sincera y prudente. Calla cuando se da cuenta que si dice la verdad ofende. Pero cuando confía en alguien le cuenta de sus anhelos más sentidos". Y creo que sí. Pero mientras tanto, le digo, sufro de vergüenza en el sueño. Porque tengo que andar escondido para que nadie me vea, y ando buscando casa de un conocido para que me preste aunque sea un short. Y encuentro dicha casa, y no tienen short y me prestan una sábana. Y ando ensabanado entre la gente. Y así no puedo llegar a la escuela ni a mi trabajo. En los sueños aún no estoy jubilado.
8. También sueño a mi madre y padre que fallecieron ya hace años. Me visitan y abrazan, sonrientes, comprensivos. Y me invade una sensación grande de paz y armonía. Y despierto como más relajado. Los dolores se van. Y las angustias y pesadumbres desaparecen. También sueño que leo y que escribo. A veces sueño versos y los apunto para que no se me olviden, pero ya despierto no me acuerdo en qué libreta los escribí. También sueño que estoy aquí "de estas prisiones cargado, y soñé que en otro estado más lisonjero me vi. ¿qué es la vida? Un frenesí..." .
9. A veces hago recuento de los sueños que he tenido. Ya dije de los recurrentes. Los otros son ocasionales. Húmedos, sí, cuando sueño que ando en el mar, que la vida es más sabrosa. O en el río, riendo y mojándome, para luego disfrutar carne asada con familiares y amigos. O cuando me encuentro una cartera llena de billetes. Y me mellizo para ver si es de verdad o sueño. Y me duele la piel, entonces es verdad aunque no lo sea. Y miro la identificación con la dirección para entregar dicha cartera con "harto" dinero. Y es cuando me despierto para entregarla. Pero era sueño.
10. Y he aquí a Pedro Calderón De la Barca: "...Sueña el rey que es rey, y vive/ con este engaño mandando, disponiendo y gobernando;/ y este aplauso, que recibe/ prestado, en el viento escribe/ y en cenizas le convierte/ la muerte (¡desdicha fuerte!):/ ¡que hay quien intente reinar/ viendo que ha de despertar/ en el sueño de la muerte!/ Sueña el rico en su riqueza,/ que más cuidados le ofrece;/ sueña el pobre que padece/ su miseria y su pobreza;/ sueña el que a medrar empieza,/ sueña el que afana y pretende,/ sueña el que agravia y ofende,/ y en el mundo, en conclusión,/ todos sueñan lo que son,/ aunque ninguno lo entiende..."
11. Ojalá se pudieran programar o sintonizar los sueños que uno quiere. Pero junto a ello pudiéramos soñar en colectivo el Tabasco que queremos y hacer cada quien lo que corresponde para que se haga realidad. Se llama visiónbdebfuturo. Sin ella andamos navegando sin brújula. Esa es la invitación.

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