Me acostumbraste

Me acostumbraste a la luz. Y con ella a echar a tirar mis redes mas allá de la imaginación. Gatos negros o pardos. O el gato azul. Al sonido. Las notas musicales encabalgadas para el hechizo. Y en tu voz. Como canto de pájaros. Me acostumbraste a mirar la luna y a vibrar mientras tanto el alma. Arma de la carne. Para estar presente cuando el ser. Y a vibrar sonatina la piel. Percusiones de aliento con el corazón. Es un decir. Andábamos sonrientes. Cansados. Sudorosos. Las nubes fueron siempre una bendición por la esperanza de la humedad. Me acostumbraste a pescar aliento en el desaliento. Y a remontar en la montaña. Los sabores descubrí temprano. Ya sabía el de la tierra. El durazno. La guayaba. El mar fue un refugio para el barco de vela. Anduvimos canturreando como gitanos, bailando al son de pedido recíproco. Me acostumbraste a la espina, la zarza, el cardo. A esta vida que de a poco me mata.

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