El templo

No sé si lo vi o lo soñé. O lo vi en el sueño. Un templo señorial de radiante esplendor. Pan y agua para calmar hambre y sed. Palabra precisa para la oración. Y es verdad que oré sin sentido y sin saberlo. Columnas sobrias. Trazos y lineas que conforman un todo de belleza. Piedra caliza. Cantera. Ladrillo rojo. Todo en mezcla sin ser ninguno. Ninguno para decir nada. Pintura rupestre de caza. Bisontes y búfalos. La capilla sixtina es otra cosa muy distinta. Este templo me hizo sentir sublime. Terrenal. A pocos pasos de mi. Polvo y humedad, argamasa para nuevas venturas. Perdí el habla al instante. Por la visión que tuve. El templo majestuoso. Inmutable. Leve abrir de puertas y ventanas. Luces interiores encendidas. Como un fuego en potencia. Chispa. Y desde entonces busco buenos actos sin entender razones de quimera. Y esa utopía en espera de estar adentro. Postrarme y reír antes del momento de la muerte. Los oleos santos. El agua al decir bendita. Y dejar que me lleve la corriente. Visto o soñado. El templo existe.

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