Permanece en los sueños el templo de manera reiterada. Me acerco para escuchar lo que se dice adentro. Se dice lo que se piensa. Y apenas algún murmullo como señal. Y yo busco el camino que no encuentro. Y despierto e insomne lo miro real. Cerca de mí y lejos como el verso perfecto. Como el beso que se anhela de alguien que ya no está. El templo es bello. Se anticipa fuerte. Adoquines en sus pasillo de frente. Y mármol en parte de sus paredes. Un Taj mahal. Una pirámide de Egipto. Para decir grandioso. Yo oro insomne y en sueños. Pruebo sal y azúcar. Ensayo ante el espejo mi triunfal entrada. El discurso místico. Alabado. Sin embargo me entretengo y espero. Escribo, viajo, río. Y a la mar dirijo mis cartas de las que no llegan. Y pienso reiterado en el templo. Mi admiración ante tal belleza de construcción. Divina. Y espero a la sombra del ciprés retomar fuerza para seguir en mi sueño. De ese ingreso. De ese día. Es que en sueños no hay dominio. Y llegan las imágenes. Cinemascope. Y entre ellas el divino templo. De luz.

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