Luna como colgada en la ventana abierta tenue luz reflejaba. Yo le decía suave eres templo. Mientras oronda untaba aceites de aroma en las curvas sinuosas de su carne. Templo eres. Templo. Repetía mientras era ignorado en el poema. Pasos solos de un tango lejano que hacían crujir el viejo piso de madera vieja del viejo templo. Austera habitación de convento abandonado. Limpio si. De paredes gruesas. Había café y emparedado con tocino. El templo carne Lucía victorioso. Mientras yo despertaba en todo el mundo nada. Una estatuilla de bruñido metal y brillo. Como prueba de la verdad del sueño.

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