El maestro de Camus

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El nombre de Louis Germain, quizá no le diga nada. Si le digo que fue un maestro de escuela, tampoco. Y se le agrego que era argelino, quizá tampoco. Pero si le digo que fur el maestro de escuela de básico a quien Albert Camus, escritor y filósofo, ganador del premio Nobel en 1957, le agradece en una carta lo que hizo con él en el salón de clase, y que gracias a él llegó a dicho al premio literario tan deseado, entonces ya lo sabe, porque es muy famosa dicha carta de agradecimiento.

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Además resalto sobre el valor del agradecimiento, que es de los más altos que el ser humano puede manifestar. Tanto de un favor recibido, como el de un trato o acto efectuado en favor y bien de alguien. Por eso dicen: "favor que se hace debe anotarse en agua, y favor recibido debe grabarse en piedra para no olvidar". Y qué gran ejemplo es precisamente el escribir esa carta días después de recibir el premio Nobel de literatura, para agradecerle a su humilde maestro de escuela primaria la formación educativa que recibió de él, y que puede sintetizarse en la expresión "amor a la enseñanza".

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Albert Camus a su maestro: "Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso continúan siempre vivos en uno de sus pequeños discípulos, que, a pesar de los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido..."

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Bastarían esas palabras de agradecimiento del reconocido escritor y poeta, para coronar la vida profesional del maestro Louis Germain. Y de seguro el niño y adolescente Camus tuvo varios maestros en su trayecto. Y no dudo que haya habido otros que igualmente o menos hicieron por él, en su trayecto de formación. Solo que por diversas razones nombra a uno, y es a quien le escribe de puño y letra dicha carta.

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En mi vida laboral, cuando me tocaba platicar con algunos maestros y maestras, fueran de la escuela donde trabajaba o de capacitaciones que pocas veces impartí, me atrevía a decirles: "recuerden a sus maestros, y entre ellos, al que, o a la que  le guardan un afecto especial por su forma de ser en el grupo, y traten de ser como él o ella". Solo los ejemplos arrastran, y los buenos estudiantes normalistas (o de otras profesiones que ejercen en la enseñanza) serán buenos maestros, maestras, si tratan de ser como el mejor docente que les tocó en " suerte" en un salón de clases cuando fueron estudiantes, sea de primaria, secundaria o preparatoria. Y claro, también en la Universidad o Normal.

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Nuestro agradecimiento siempre a las personas que como ángeles nos guiaron en el camino. Cada uno de nosotros, en nuestra historia personal de vida, tenemos nombres específicos, que ya no están, o que son muy grandes de edad. Tanto en la familia, con algunas personas con las que trabajamos de jóvenes, los maestros, por supuesto, y aunque le agradecemos a todos, hay dos o tres nombres por allí, quienes fueron nuestra brújula, y por qué no, nuestro paño de lágrimas, en los momentos en que necesitábamos quien nos escuchara y nos diera un consejo.

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Y si bien es cierto que cualquier día, de cualquier mes, es menester hacer memoria de las personas a quienes les agradecemos, también es cierto que este mes de diciembre, y sobre todo en nochebuena y Navidad, son especiales, con la imagen del nacimiento del niño Dios (cierto que no todos somos creyentes), o por ser días de reflexión. Recordarlos es bueno, y hacerles llegar un mensaje si aún viven, para que estén seguros aunque lo saben- que su paso en la enseñanza no fue en vano.

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Albert Camus era niño de familia pobre, madre analfabeta, y huérfano de padre muerto en la guerra, así que estudió con dificultades la escuela primaria (donde se encontró a este ángel del que ha+blamos, y nada es casual), y estaba destinadlo por decirlo de esa manera, a trabajar y no estudiar la secundaria. Solo que su maestro supo que ese brillante y esforzado chico merecía mejor destino, y convenció a su mare (otros dicen que a su abuela, quien lo tenía a cargo) para el "sí", de que siguiera estudiando. Y este maestro le ayudo. preparar el examen a presentar para el ingreso a secundaria. Y no dudo que económicamente l haya ayudado con algún libro, alguna ropa o zapatos.

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Todos tuvimos uno o varios maestros o maestras así. Cierto que ellos no se pueden echar al hombro la carga de la responsabilidad de sus alumnos. Y cuando lo hacen no lo hacen por reconocimiento presente ni futuro. Solo que ese alumno o alumna, nunca olvidan lo que hicieron por ello. Y si no hay oportunidad de que se lo digan, porque geográficamente están distantes, cuando piensan en ellos como que hay una vibración positiva. Pero si la vida les da oportunidad de decírselos, no duden en hacerlo, porque no saben lo bien que le hacen a esos maestros que dedicaron su vida a la enseñanza.

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Louis Germain a Albert Camus: "...El pedagogo que quiere ejercer su oficio no desaprovecha ninguna ocasión para conocer a sus alumnos, sus niños, y estas se presentan sin cesar. Una respuesta, un gesto, una actitud son sumamente reveladores. Tu placer de estar en clase estallaba por todos los flancos... Amaba a mis alumnos y, entre ellos, un poco más a los desfavorecidos por la vida. De todas formas, y a pesar del señor Nobel, tú siempre serás mi pequeño".













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