Leer la realidad

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Estábamos en actividad de lectura en un plantel. Ciento cincuenta alumnos en la cancha. Atentos a la ponente. Yo sentado en la primera fila. "¿Han leído escritores tabasqueños?", la pregunta.  Silencio total. Un funcionario a mi lado se sabía muchos nombres, y me los decía en voz baja. Atrás de mí una voz de muchacha. "Beatriz Pérez Pereda", dijo. Y yo me emocioné. ¡Guau! Volteé gratamente sorprendido para ver el rostro de esa lectora que conocía a la gran Betty, poeta joven y de lo mejor de Tabasco. Y en el momento que la enfoco veía la pantalla de su celular y dijo: Teodosio García Ruiz". Oh, mi decepción: estaba leyendo en la pantalla el archivo de Google de escritores tabasqueños. pero bueno, cuando menos ya sabe algunos nombres de escritores tabasqueños. Ya es ganancia.

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Ya he escrito sobre la importancia de la lectura. Y pocas veces escribo sobre lo importante que es "leer" a nuestro alrededor. Mayormente esta es consecuencia de la primera. O si no, de poco, de muy poco sirviera leer libros, desentrañar y comprender lo que dicen, si no comprendemos lo que sucede a nuestro alrededor.

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Lo ejemplifico de esta manera: cuando en mi trayecto laboral visitaba una escuela, yo  era muy mirón. Así miraba si la escuela tenía patios, si había jardines, si estos estaban bien o mal cuidados, si la limpieza general no era la norma. Entraba a los baños con la curiosidad de ver sus condiciones de higiene. De reojo miraba las aulas (que no jaulas) y distinguía entre uno y otro solo por el movimiento que se alcanzaba a ver a lo lejos al interior de los salones. Nunca me gustó que se llegara a las escuelas sin avisar. Nosotros avisábamos. Los integrantes de los colectivos son nuestros compañeros docentes. Nosotros no éramos supervisores. Nosotros llegábamos a dialogar sobre dos o tres temas que nos parecían importantes.

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Y luego en la reunión con el personal docente, mientras mis otros compañeros exponían el tema, que era principalmente sobre la importancia de la armonía, de la lectura, de los talleres artísticos y de ciencias, etc, yo miraba los rostros de las maestras y maestros. Me daba cuenta de sus rostros inspirados, disponibles, o adustos, serios, inconformes con esa actividad, si estaban escuchando o estaban fugados en su pensamiento. Luego los escuchaba en sus opiniones y hacía la misma diferenciación de actitud, ahora expresada en palabras... cuando opinaban.

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Es decir, adquirir el hábito de la lectura, tan necesario, tan urgente, para los cambios que necesita la sociedad en su ruta de mejorar,  sirve de poco si no logramos enlazar nuestro pensamiento hacia lo que sucede a nuestro alrededor, lo que anunciaba yo desde el inicio de este texto. De nada sirve ser lector y comportarse como fanático, creyendo que la verdad es absoluta y que se es propietario de ella. Como si tuvieran al Dios de la verdad agarrado por los cabellos.

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Me da gusto ver las actividades de promoción de lectura que se hace en las escuelas. Miro fotografías de promotores de lectura ajenos a la escuela, y su maravilloso trabajo que hacen con los niños y adolescentes. Sin duda logran tocar a algunos de esos chicos y chicas solitarios, callados, que les puede parecer difícil y espinosa la relación cotidiana con los otros, y se dan cuenta que la lectura es el más sano de los caminos a seguir. Porque hay otros caminos que llevan por la ruta del daño personal. Solo que quienes deben hacer ese trabajo son los docentes (el trabajo de la promoción permanente de la lectura). "¿Y nosotros por qué?, preguntarían.  Diría paulo Freire, ese gran educador popular: "lo cotidiano en las escuelas debe ser un ambiente alfabetizador". Sí, aunque sea secundaria o preparatoria. "Ambiente alfabetizador". ¿Y cómo es este? Sea comprendido el concepto de la lectura libre, con talleres de lectura y redacción. Y cada tema de las materias un pretexto para opinar, para reflexionar, para la lluvia de ideas, para pasar al frente y exponer. No repetir lo que me aprendí de memoria. Sino exponer lo que entiendo de lo que leí. Y más etcéteras. 

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"¿Y yo por qué?" Y la respuesta es la siguiente: quien asalta, secuestra y asesina es aquel niño o joven que pasó por nuestras aulas, y lo reprendimos sin ton ni son, y lo abandonamos dentro de la misma aula (que no jaula), poniéndoles atención y como ejemplo a los otros, a los que se portan bien, a los que aprenden rápido, a los que participan, a los que traen el pelo corto, la mirada sumisa y el uniforme bien planchado y además tienen bonita letra. Y los otros, los inquietos, los molestosos se fueron replegando hasta el momento que abandonaron la escuela o fueron expulsados, esto como medida disciplinaria, y lanzados para que los lideren aquellos cuyas actividades son ilegales. Y cuidado. Yo recomiendo leer el libro "Poema Pedagógico", de Anton Makarenko, en el que el autor cuenta sus experiencias y anécdotas como director en el Colegio reformatorio de adolescentes conocido como Colonia Gorki. 

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A veces en mis charlas logro decidirme a decir que una de mis certezas alcanzadas en mi largo trayecto laboral en la educación es que "los mejores maestros tienen el hábito de la lectura". Y que "los colectivos docentes que se promueven la lectura de manera cotidiana son los que realmente están cumpliendo con su función". Pero no siempre lo digo.

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Es lugar común decir que en México se lee poco. Es duro decir que si no se lee se es analfabeta funcional. Y hasta agresivo decirlo en público. Por eso no se dice. Se calla. Se oculta. Solo que es evidente.

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Pero ánimo, que hay promotores de lectura que luchan toda la vida y esos son los imprescindibles. Y cómo no recordar en esta expresión a Porfirio Díaz Pérez, el mítico Quijote de la vida real, quien tan solo hablar de lectura le brillaban los ojos de entusiasmo y de seguridad que estaba haciendo lo correcto. Fue director de la red de bibliotecas del estado y director de la biblioteca pública José María Pino Suárez.

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Pero ánimo, que siempre estarán los libros dispuestos para ser abiertos, ajados, hasta dañados y perdidos de tanto uso. Y siempre habrán muchachos y muchachos, pocos sí, que saben que la existencia es otra cosa, gracias a la lectura. Y se miran distintos, se comportan distintos, porque van comprendiendo que son uno en la magnitud del universo. Hace días que estuve en una escuela de bachillerato vi a varios que escucharon con atención las lecturas. Y aunque opinaron poco, se da uno cuenta que efectivamente hay trabajo de promoción de lectura en ese plantel. Y hay que reforzarlo bajo el concepto de lo que es la Lectura libre (en esta no se otorgan puntos, no se piden resúmenes, ni quienes son los personajes primarios y secundarios, y ni qué mensaje trató de decirnos el poeta en el poema Nocturno a Rosario. Dialogar sí sobre lo leído. Ah, y que la promoción de la lectura y la redacción de textos no es solo responsabilidad de los maestros de las materias de Español y de los Talleres de redacción o Comunicación.

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"Pero es que los maestros no quieren crear círculos de lectura", dijo una alumna. Pues háganlos ustedes. Reúnanse en hora libre en grupos de entre cuatro y ocho. O entre vecinos si viven cerca. 


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