Vamos al teatro. Vamos a la vida

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Tengo amigos en teatro. Tanto en Tabasco como en Tamaulipas. Cuando puedo, veo sus puestas en escena. Y me nace escribir sobre lo que veo. Me maravilla que en un espacio pequeño, lo que es el escenario puedan ocurrir un montón de cosas. A veces digo que el teatro es como una máquina del tiempo, aunque parezco exagerado con esas afirmaciones, pero es buscar símiles que nos permita decir lo que es el teatro en toda su magnitud. Máquina del tiempo porque lo mismo nos traslada a tiempos del pasado como del futuro.

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Cuando yo estaba en secundaria (uuu, lejanos tiempos), a lo mucho tendría 13 años, y nos llevaron a los mejores promedios a ver una obra en el teatro Reforma.  De años acá creo que deberían de llevar a los alumnos más inquietos. La escuela debería de invitar a los grupos de teatro que siempre andan disponibles para ir, y que todos tengan la oportunidad de ver las puestas en escena. claro requiere costos. requiere sacrificios. Y hasta cierto punto es difícil.

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Pero no imposible.  Debe de hacerse. Esa vez que me llevaron al teatro reforma, como alumno de la secundaria, me di cuenta que hay otras cosas en la vida, y no solamente el trabajo arduo y rutinario para ganar el alimento. El arte inspira y es inspirador. El arte se respira, y cuando esto sucede, la persona es distinta. Y eso lo digo porque lo he sentido. Aquella vez que recuerdo de la secundaria cuando mi primera ida al teatro, vi a la Malinche en persona, vi un barco pirata en el altamar del escenario. Vi a varios marinos en la soledad de la navegación marítima. Y vi el resplandor del señor sol cuando aparecieron los reyes en escena para mandar y dirigir la vida de los hombres de su reino.

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No recuerdo francamente haber visto otra obra de teatro entre mis 15 y 20 años, que fue el tiempo de estudio de mi Normal para maestro. Pero eso sí, en la escuela había una semana cultural (¡Semana!) en la que todos los grupos presentaban actividades distintas en folclore y arte. Cantos corales, poemas corales, bailables de polka y redova, con los taconazos levantando polvo. Y creo, sí, también, aunque no las recuerdo debieron haber obras de teatro, que quizá me quitaba yo para estar más tiempo con mi novia en los ritos mandantes e imperativos de la madre naturaleza.

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El teatro es otro vida en la misma vida. Es otra dimensión, trascendida luego del tiempo y la geografía. De acuerdo a la obra, puedes estar ante el pasado, viendo esclavos o amo, siervos o guerreros, comensal en un café solitario, o cantante de autobús que va del centro a la periferia. Puedes Mirar al astronauta y escucharlo que extraña su pecera. O puedes mirar el horas antes de un suicida, o el canto de un loco en el manicomio. Me quedo muy corto ante lo que podemos estar en la magia del teatro.

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Ya en mis 22 o 23 años, tuve la fortuna de enterarme que llegaba la obra Pedro y el Capitán, del escritor Mario Benedetti, e interpretada por el famoso actor de fotonovelas, Ricardo Cortez, quien representó a Pedro de una manera extraordinaria, e inclusive vi y escuché como se detuvo en su hilo interpretativo, para callar a unas personas que estaban hablando mientras él actuaba. "Si no vinieron a ver la obra, salgan". Y no se salieron. Por eso digo que el teatro es escuela.

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Vi asimismo en Villahermosa Falsa Crónica de Juana la Loca, de Miguel Sabido, en luminosa actuación de la bella Alma Muriel. Y vi años después a Caro Cisneros en Medea, del teatro clásico griego. No hago recuento de todas las que he visto, que realmente ha sido muy poco. Pero quiero destacar que las ciudades capitales tienen la ventaja que llega buen y regular teatro. Y asimismo las ciudades medianas y grandes. Y que hay mucho espacio geográficamente habitado que requiere reactivar los grupos itinerantes de teatro y música, que recorran el país. Urge. Y en cualquier austeridad que se planteé debe quedar claro que el arte se toca pero para activarlo, y no para dejarlo morir sin presupuesto.

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Por eso admiro a mis amigos artistas, a mis amigos de teatro, que siempre andan inquietos tratando de montar una obra para representarla no una sino mil veces, para llegar a un amplio sector de la población que de otra manera no tendría acceso a esas actividades culturales. Porque imaginemos. Nomás imaginemos para no ir más allá: que la vida fuera solo nacer, crecer, reproducrise, trabajar, esperar vacaciones para seguir en la retuvo al término de estas y finalmente morir. Uyy, así qué chiste, diría el Quico, maestro de muchas generaciones. Sí, así como lo digo.

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Me quedo con la inquietud de algún día subir a un escenario para hacer un personaje silente. Uy, solo que al instante creo que se requiere una mayor preparación, y no por estar callado sea más fácil. A veces pienso inscribirme a una escuela de teatro, hay varias en esta ciudad. pero luego me digo: si también hago teatro cuando llego a mi trabajo, cuando entro a una cantina, cuando llego a mi casa y cuando de casualidad porque pasaba por allí  entro a la iglesia. A veces voy a un café los lunes. Me siento. "¿LO de siempre?, me pregunta la sexi mesera. Y yo le respondo que ´sí", lo de siempre. Y ella sonríe como si me guiñara 8n ojo (esto lo imagino) y actúo en consecuencia. O llega un amigo que el director de escena  de arriba lo mandó. Y allí estamos fingiendo la dicha de componer el mundo desde la comodidad de un asiento y un café. "¡Hola, cómo estás qué gusto. Hace tiempo que no nos mirábamos!". Y el saludo fraternal y e apretón de manos. Para al terminar, en la despedida: "A ver cuándo nos vemos de nuevo. Ai te llamo". Y nunca se llama.

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La vida es una gran obra de teatro, sin ensayos. Es cierto, es un lugar común. Y a través de los años, con la experiencia, se aprende a reír con llanto y a llorar con carcajadas. Porque partiendo de una puesta en escena como la obra de teatro, en los ensayos se vive otra parte con las facultades y dificultades del espacio, de la hora, de las prisas por estar aquí en el trabajo y allá en el teatro, en el ajuste de horarios. Y cada actor participante, y demás participantes, son personajes de su propia obra, que tienen su propia vivencia personal con o sin familia, amigos, compañeros de trabajo y vecinos. "¡Hola, mis amados lectores!, ¿cómo están?, que gusto de saber de ustedes." Así y más. Mientras tanto vamos al teatro, que es "ir" a la vida. ¿Dónde estábamos, pues?  

 





 

 

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