Breve y loca crónica de una puesta en escena

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En el Teatro de La Reforma, de Matamoros, Tamaulipas, el pasado 17 de octubre se presentó la obra "Soliloquios de una reina demente", extractos de la monumental "Falsa crónica de Juana la loca", de uno de los mejores dramaturgos de México, Miguel Sabido. Y tuve la fortuna de coincidir con dicho evento en mi estancia en esa ciudad querida donde nací. Si me quedo con tres palabras para describir la puesta en escena, estas serían: digna, monumental y soberbia. Digna porque el personaje de Juana, reina de Castilla y Aragón, es creíble tanto en el texto, como en actuación; monumental porque es grande en cada una de las partes que la integran como trabajo de equipo. Y soberbia por la actuación y la dirección, que son como dos alas inseparables de la bella y generosa ave teatral. 

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El teatro, como un espejo, logra que el espectador se mire a sí mismo. Y no es el espejo común que refleja, como un eco, la imagen de quien se asoma. Es el que refleja la imaginación, los sueños y la nostalgia de la tribu. Y es a la vez una máquina del tiempo que nos permite viajar para ver personas de antes, en un viaje del presente al pasado a la vez que del pasado al presente. Y sin duda,  es una rendija por la que nos podemos asomar también al futuro. Los especialistas dirían muchas cosas más. Para los fines de este texto es suficiente.

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Yo miré la puesta en escena. E imagino una obra mayor, que sería el conjunto de ensayos, siendo la  la parte final el estreno de dicha obra. Y sería un lugar común, pero me atrevo a decirlo, que la vida es asimismo la gran obra, el conjunto teatral mayor. Pero quiero destacar que la actriz, Carolina Cisneros, cara Caro, siempre me sorprende, desde la primera vez que la vi  como Medea trágica, del clásico teatro griego, hasta verla ahora actuando loca en el papel de Juana, la reina que no reinó, y que su padre la mantuvo encerrada por once años, y el resto para cuarenta y tres, le reiteró el cautiverio su hijo Carlos V, que desde niños el nombre conocimos como el de la barra de chocolate que anhelábamos en la pobreza, y que a la vez sería el I de la España medieval.

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Inició esta la obra con la oscuridad del escenario. Es la noche de los tiempos, que de manera natural representa asimismo el oscurantismo de la época. Luego destaca el sobrio y majestuoso sonido, la música de cámara, sea de palacio o de catedral. Los oídos y la mirada hacia la oscuridad del frente, nos ubican ya en aquellos años de mediados del milenio anterior. Y la magia del teatro poco a poco va iluminando el foco de atención, de un cuerpo, el de Juana, reducido a la libertad -que nunca es menos- del cerebro, y sabemos de antemano, que se encuentra recluida con el pretexto de locura, por la ambición del poder, ese juego perverso de los malandros de traje y bombín: clero, burgueses y políticos, amalgamados precisamente por esa trama de intereses. Solo que, sumado a todo esa perversidad por retener y  conservar el poder, se evidencia la condición de la mujer en esos años de 1479 a 1555, espacio temporal de nuestro amado personaje, y que a la fecha, con algunas variantes, enfrentan la misma situación: mujer que piensa y se rebela a lo establecido, era considerada bruja o loca, o ambas cosas, en el concepto actualizado de esos dos calificativos.

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Y es mi admirado Onésimo Gallardo Treviño, mi maestro de la clase de teatro en la Normal, quien la dirige. Y es Carolina Cisneros quien la hace de Juana de Castilla y Aragón. Cada uno en su área, maestros destacados. Y ambos, en la obra en sí, artífices de un monumental y genial trabajo. Notorio por demás. Dos alas, por sí mismo para el vuelo en conjunto. Pero, y esto es lo destacable, alas fuertes y enérgicas también para el público, que nos llevan a esa región peninsular ibérica, y a la Edad Media, y a esas entrañas de intrigas palaciegas e intrafamiliares, para no permitir que una mujer, adelantada a su época, reine con sus ideas, y que bien las plantea el admirado y reconocido dramaturgo Miguel Sabido en el personaje de Juana: para qué el poder, para qué la expansión, para qué imponer rey, donde cada pueblo tiene el derecho de tener el propio, el cercano, al que pueden ver (aunque no tocar).

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En el escenario una gran cruz en el centro (el imperio de la religión). Dos cirios encendidos en los lados, como custodios de la cruz. El simbólico fuego de los cirios, como la racionalidad que subsiste entre lo oscuro, y que aún más evidencia lo oscuro, y que es cercada la luz del entendimiento por el imperio de la ignorancia. Pero la luz se abre paso, y esta son las ideas de Juana, que primero su cadena carnal es un ataúd, el cadáver ya imaginado y amado de Felipe El hermoso, el rubio, el adorador de cuerpos femeninos, el provocador de celos, el que puede ser el equilibrio de ella, pero es su desequilibrio. Y las cadenas, que bien pueden ser reales o no, pero el teatro necesita de ese símbolo de hierro entrelazado, para que la magia surja el efecto de que somos testigos de lo que sucede en el escenario: la crueldad, el cinismo, la egolatría, lo oscuro, el ejercicio del poder por sobre el destino de hombres y mujeres, marionetas del destino.

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El director mueve a la actriz, en el concepto del movimiento escénico. Los pasos del personaje, silentes o sonoros, en el ritmo necesario para proyectar locura, inteligencia y reclamo. El movimiento de las manos para el énfasis, acompañando al tono de la voz, clara, precisa, bien diccionada, bien modulada (sí, de loca, porque esa es la imagen a proyectar), pero es la locura de la razón reclamando, es el delirio de la vida en la vida misma. Bien me decía un amigo hace años: "es la persona quien modela lo que sucede a su alrededor" y me dio ejemplo de ello: si uno sonríe, si uno saluda, si uno atiende, o lo contrario. Así el director modela a sus actores. En el teatro experimental todos experimentan, para amalgamar la imaginación de cada uno en la imagen general. En el teatro clásico, en el teatro ortodoxo, se cumplen las indicaciones, de tal manera que el buen director "dicta" la manera como debe moverse un brazo, los dos, las ondulaciones del cuerpo como danza o la rigidez como plomo. Todo lo anterior en la amplia gama de movimiento, a como lo requiere el personaje.

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El personaje Juana, de Miguel Sabido, es deslumbrante, porque contiene fuerza, inteligencia e ideas avanzadas para la época. Con matices muy ricos entre el ser y su circunstancia. Y esa amplia gama permite la creatividad del director en lo que quiere proyectar y en la actuación de la actriz, entre lo que sabe hacer, el amplio registro del movimiento de su cuerpo, y la moldeabilidad propia, que le permite ser dirigida y mostrar sus virtudes para la actuación. El director dirige, pero a la vez es dirigido por el grupo, no demandar intencional esto último, pero para que se dé la magia de una buena obra son tantos los ingredientes, y esto es lo que hace deslumbrante el teatro. El guion original de Falsa crónica de Juana La loca de Miguel Sabido, es histórico y tiene vigencia, y está allí en en una muestra de su majestuosidad. La selección de fragmentos requiere inteligencia tal que no se noten las costuras entre fragmento y fragmento, para que haya continuidad lógica y temporal. Y en esta presente puesta en escena así sucede.

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Mis felicitaciones a todos los participantes. Aprovecho para felicitar al escritor y dramaturgo Miguel Sabido, y decirle que tuve la oportunidad de ver la obra Falsa crónica de Juana la loca, interpretada magistralmente por Alma Muriel, en la ciudad de Villahermosa, donde radico, ya hace años, en los 90. Y felicito ampliamente a todo el equipo de participantes en esta reciente puesta en escena en Matamoros, mi ciudad natal, y en específico al maestro y director Onésimo Gallardo Treviño y a la actriz Carolina Cisneros, director y actriz, respectivamente. Me pongo de pie ante ambos y aplaudo.

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El maestro Onésimo fue muchos años maestro normalista de la asignatura de teatro, y Carolina fue maestra de primaria en su trayecto laboral, y de teatro, y sin duda alguna una de las mejores actrices de Tamaulipas. Y ojalá que la obra "Soliloquios de la reina demente" continúe su ruta de representaciones para que llegue a más personas,  quienes no tienen posibilidades de asistir de manera regular. Este tipo de eventos los necesita toda la población mexicana, pero el norte desértico (en todos los sentidos) quizá un poco o mucho más más por la situación de que sus población ha sido conformada históricamente por quienes llegaron  y se establecieron allí, luego de buscar el sueño americano. Esta es una circunstancia específica de nuestra frontera norte.

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Necesitamos más y mejor educación, más actividades culturales y artísticas, más promoción, mejores oportunidades de practicar y de asistir a dichas actividades. Se requiere, se necesita, con urgencia. Urge.





 



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