Banda sonora

Canto de sirenas. Y los marinos se lanzan presurosos al agua. Yo me lanzo también, para escribir la crónica de los días. Al fin y al cabo humedad nocturna. Una estación de Vivaldi. Una de ellas, solamente. O las cuatro. Pero más bien una. La que en el momento acompañe mientras suceda el sueño. Una vez, sí, fue Debussy. El desaliento era el horizonte. Al menos en esos días que estremecieron el mundo, en esos tiempos de prisa sin aliento. Caminabas sobre hojas secas. Brisa. Viento suave entre las ramas. Un parque en Estambul. O Moscú. Castañas tibias. Cabañas. Era en el sueño un cine de pueblo, en el que las bancas eran de madera. Y la oscuridad era total para el beso, el aliento tibio. Las manos húmedas. Y saber que la historia personal apenas iniciaba. No conocías aún a Aute, ni a Serrat o Silvio. Mas no importaba. En sueños percutías el tambor de hojalata, llamando a fiesta con  nombres propios. Ritos de iniciación. De paso. Los de llamada al sur. Ritos de caverna, con roce pedernal. Y el maullido del gato, mientras osabas escribir tu nombre en agua de manantial sereno. Era el sueño donde nunca estuvimos. Y la música de la película se escucha donde no hay nadie. Fin.

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