Cuanta prisa

Cuanta prisa tuvimos por la tarde. Un día común entre las flores. La carretera se ocultaba entre las ramas. Un recodo. Curva luego. Y la recta inmensa. Y allí. Entrada la noche, la luna vigilante. Historia de la especie. El rumor oculto en el silencio. La especie. Se contaron tantas historias. Entre ellas la de caperucita y el lobo. Rutina como expresiones de eso es todo. En fin. Hubo palabras tibias, disonantes. Y la prisa por correr en vericuetos. Prisa tuvimos. Y el tiempo se hizo sordo a los reclamos. Aparecieron las huellas en la piel. Cicatrices como jeroglíficos de la historia recorrida. Y recordábamos de memoria las listas de palabras. Confusas. Como promesas mal habidas. Yo escribía entonces palabras como decir la calle sexta. Cuadrante de la vida. O por ejemplo tomar el diccionario. Y abrirlo por azar en la página cincuenta. Y era prisa. Tarde de claridad entre tinieblas. Me acuerdo de las tantas prisas. Coral en el tintero.

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