Apuntes: La madre, novela de Máximo Gorki

 Apuntes

Empecé de nuevo a leer La madre, novela de Máximo Gorki. Es un libro viejo que tengo desde hace muchos años. No recuerdo bien si lo compré llegando a Tabasco en una librería que tenía en el centro de la ciudad el partido Comunista, o no sé si ya era el PSUM; luego conocí al que la atendía. Le dicen El lobo. O es de los libros que me obsequió Oscar Villanueva de todos los que repartió en unas vacaciones escolares de 1980. Es un libro editado en 1979 en español por la Editorial Raduga, de Moscú. Luego compré otros, alguno de Marx y Engels, de Lenin, pero sobretodo otros de la muy apreciada literatura rusa: Alejandro Pushkin; Andre Chéjov, Nicolai Gogol y Fiodor Dostoievski. Libros que han sido mis remos o brújula en la vida. Había dejado de leer y escribir. De leer por falta de lentes necesarios por la miopía y astigmatismo. Y de escribir por no tener motivación y sí preocupaciones que hacen que no te puedas concentrar en algunas ideas. Te inmovilizan literalmente.

Pero bueno siempre está por allí la inquietud por acercarse a un libro. O escribir algunas ideas. Sin importar si es un pensamiento peregrino, un brote de poema, algún verso solitario y navegante o apuntes para un cuento. 

Óscar Eligio era nuestro líder en la Normal, que estudiamos entre los 15 y 20 años. Una adolescencia febril que sin embargo a causa de las actividades escolares, a manera de criba, fuimos juntándonos por áreas de interés. Y eso aparte de las tareas escolares.

Así fuimos integrando un club de lectura sin ponerle ese nombre. Que nos reunía una vez cada semana para leer un libro seleccionado, sin olvidar que un libro central por esos días era Principios Fundamentales de Filosofía, de George Politzer. Pero que al tener esa cercanía y confianza quienes tenían libros en su casa nos los facilitaban. Sin importar si se perdían. Y sin importar que se maltrataran en la casa por descuido nuestro. El caso es que andábamos siempre muy unidos, y siempre con algunas ideas nuevas en cada cabeza, que nos hacía distintos, pero que ni por asomo nos hacía vanidosos, al contrario, una gran hermandad que permanece aún al través de los años. Y que por cierto son ya varios. Nuestra mirada sigue de animosa, y seguimos en la búsqueda de actividades que nos llenen.

Ahora que estoy haciendo un reacomodo de los libros, encuentro algunos que siempre quedaron pendientes de leer, y otros que quiero releer. Ejemplo de esto último es La Madre, de  Gorki, y Crimen y castigo, de Dostoievski.

Seguramente muchos otros, pero estos dos de la literatura rusa forman parte de los más leídos en el mundo entero.

En la novela La madre, todo gira en función de un pueblo semirural  cuya actividad económica principal es una fábrica. Y todo gira alrededor de ella. La vida de los obreros; el machismo y el alcoholismo; la frustración de la vida de sus habitantes, simple y de explotación. Y como eje central el despertar de la conciencia de uno de sus jóvenes obreros con sus amigos: Pável y André elJojol, entre varios más. Pero como es de suponer es Doña Pelagia (Nilovna), la madre de ese joven, quien representa la parte abnegada y sublime, como esposa golpeada y humillada, su viudez, y ser testigo de la nueva vida que va emprendiendo su hijo a través de la lectura y cómo va modificando su forma de ser en lo cotidiano, al grado de diferenciarse del común de los compañeros jóvenes obreros que siguen el mismo camino de sus padres. Con ellos forma también el círculo una maestra rural, guapa ella, Natasha.

Interesante la novela, tanto por el tema, al cual nadie es ajeno, tanto si fuimos de la generación del esfuerzo, como por ser hijos de la contraparte. Pero más allá de esta dicotomía señalada, la prosa bien escrita, detallada y luminosa de Máximo Gorki, sin perder absolutamente nada si digo que es además muy didáctica.

Además de eso nos viene el sentimentalismo de que la madre es la propia y quienes integran el grupo uno de ellos es uno mismo, y en lugar del samovar es la estufa de petróleo. Y hay café de olla. Y lo que ofrece Pelagia, la madre, son tortillas de harina o maíz, con frijoles y huevo. Ni más ni menos. Y en ese momento nos entra humo en los ojos.

Los hechos que se detallan en esta novela se ubican en 1905, en la Rusia prerevolucionaria.

Y el libro es una joya. Forma parte de la Colección Octubre y fue editado en 1979 por Editorial Raduga, en Moscú, con los derechos reservados por la traducción de la poderosa Editorial Progreso. Sus pastas son duras. El papel es Bond, que apenas ha perdido algo de su color original. Y tiene bellas ilustraciones de Kukryniksy.

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