Canción de las pequeñas cosas

 Canción de las pequeñas cosas

 

1.- Unos no las valoran. Pero hasta canciones hay sobre las pequeñas cosas. 

Hay tardes en las que abrimos un cajón olvidado. Abrimos una habitación que no frecuentamos por diversas razones. O de plano nos metemos a una bodega que se fue conformando sin plan, pero es donde metimos muchas cosas que postergamos su revisión para un día que tengamos tiempo, o más cerca, el fin de semana.

Y las pequeñas cosas están allí: libros delicados y dedicados, con una rosa seca, casi polvo; cartas no enviadas; álbum de estampas que coleccionamos, un suvenir que nos trajeron de Kenia o Canadá; diplomas de preescolar y primaria; y fotos en blanco y negro o sepia. Dice nostálgico Serrat: “uno se cree que las mató el tiempo y la ausencia, pero su tren compró boleto de ida y vuelta”. Ah, las pequeñas cosas.

 

2.- Aunque he ido a Matamoros cada año, nunca traté de buscar entre las cosas que guardaba celosamente mi madre en un veliz chico de lámina. Pero hace dos años, cuando mucho tres, le dije a uno de mis hermanos, que de manera natural quedó de custodio de ese veliz, que me entregara lo mío. De hecho se los había prometido mostrar a mis alumnos. Y mi hermano me dio tres diplomas de primaria, una boleta de segundo de secundaria y algunas fotografías, una donde salí de sexto de primaria y estoy con mi hermana Rosa, y tenemos en las manos un ramo de flores que ella me compró. Yo salí algo serio, como proyectando mi preocupación, de ahora qué sigue. O a lo mejor tenía hambre y sed. No recuerdo bien.  También me entregó una fotografía donde hice mi primera comunión. El tierno  niño vestido de blanco, con una vela en la mano y un libro pequeño con rosario en medio, ajuar de ese tipo de ceremonias. En la calificación de secundaria, algunos cincos en matemáticas, dices en español. Y un llamado de atención y reconocimiento por escrito con letras rojas: “Rebelde y buen estudiante”.

3. 

Ayer el amigo maestro José Guadalupe Paz Soto (a quien le mando un saludo hasta Matamoros y que en sus inicios trabajo de docente en Michoacán), publicó en el face varias fotografías donde están varios integrantes del grupo C- 75-79, algunas de viajes que hicimos juntos en esa edad juvenil, y otras ya de ahora de cuando nos hemos reunido celebrando 20, 25, 30, 35 y 40 años de egresados de la Normal. Entre ellos dos amigos muy queridos, nunca olvidados, recientemente fallecidos: Jacinto Villela García, originario de Río Bravo, y Juan José García, de San Fernando. Dolor, aún sabiendo que es el destino final de los seres vivos. Y asimismo en las foto veo a  muchachas y muchachos alegres que ahora siguen sonriendo, unos activos, otros jubilados, pero con la conciencia del deber educativo cumplido. Parece que el tiempo no pasa por ellas. Las veo igualitas.

En esas fotos aparezco, creo, en dos. Aunque en otra tengo duda si soy, porque tuve un pantalón guinda y rojo con rayas blancas, como el de la foto que creo parecerme. Tiernos muchachos de 18 años que hicieron un viaje en aventón, solo de Matamoros Monterrey en tren. Y de allí a San Luis Potosí, Ciudad de México DF, Tampico, Ciudad Victoria y finalizando el periplo en Matamoros. Por San Luis por poco perdemos la vida cuando el camión cargado de naranjas por poco se estrella contra un autobús de pasajeros. Quedaron frente a frente, con 10 cms de separación, las llantas, por la fricción imprevista y súbita, en su derrape echaron mucho humo.

Nos fuimos con poco dinero. Yo le sumaba que no llevé permiso. Pero en la ciudad de México visitamos el estadio Azteca, la ciudad universitaria y el estadio Pumas, el zócalo, el Castillo de Chapultepec y la magna iglesia de la Virgen de Guadalupe, entre otras cosas. En Tampico recorrimos su centro y por lo económico acampamos en la Playa de Ciudad Madero. Y ya de regreso se nos acabó el dinero y cantamos en camiones y cantinas. El Trine, José Trinidad, era el que nos anunciaba y explicaba los motivos de nuestro canto. 

 

3.- Pero decía yo de las pequeñas cosas. Esas que nos hacen llorar cuando nadie nos ve. Hay una foto de la Forma 13 de mi madre (1928-2002), documento de frontera, con el que se tramitaba la tarjeta local con la que se pasaba a Brownsville, Tx. Tiene una foto familiar. Mi madre tendría quizá unos 35 años, morena guapa, y estamos allí Rosa, yo y Elvira (por el orden de edad). Elvira de brazos. Y una foto de mi padre que le tomé cuando se iba incorporando de la cama, una tarde cualquiera, mientras echaba una bocanada de humo de cigarrillo. En esa me daba la imagen de Antonhy Queen. Allí mi padre como de 60 años, mi edad de ahora.

Y sí, de pronto entre humo en los ojos. Aunque nadie fuma alrededor. Pero hay una fogata norteña de emociones.

 

4. “Son aquellas pequeñas cosas/ que nos dejó un tiempo de rosas/ en un rincón/ en un papel/  o en un cajón./ Como un ladrón/ te acechan detrás de la puerta/ Te tienen tan a su merced, como hojas muertas. Que el viento arrastra allá o aquí; que te sonríen tristes y… nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve…”

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