Cuarenta años es nada

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-Va a venir el Vale-, dijo Rogelio. Yo me quedé sorprendido, y hasta cierto grado incrédulo. El Vale era de nuestro grupo en la Normal.  Trabajó de maestro en Querétaro mas menos 10 años. Se regresó a Matamoros. Luego se fue a Houston, Texas, donde radicó muchos años y obtuvo la residencia. Allá tuvo un accidente. Quedó en estado de coma varios meses. Regresó con pérdida de parte de memoria. Y llegó a la comida programada.

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Llamo "viajar en la máquina del tiempo", cuando nos encontramos para recordar. Quienes nos reunimos ayer, nos agrupamos alrededor de la Planilla Verde, cuando éramos estudiantes normalistas en 1977-78 y con el liderazgo inobjetable de Oscar Eligio, a quien cariñosamente llamábamos el Burgués y el Feroz.  Óscar falleció el año pasado en Monterrey, y antes de morir nos volvimos a reunir con él y formamos el grupo de watsap Pandemia y Educación.

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Pues ni más ni menos llegó el Vale a la comida en El rincón de José Alfredo. Ya estábamos casi todos: Rogelio, Bogar, Ciro, José Luis (Popo), Quico. Cuando hizo su entrada el Vale lo miramos con alegría y respeto, admirados por su propiedad para llegar, tomar su lugar y ambientarse rápido. Lo saludamos uno a uno. Se acuerda de dos o tres. De los demás no. Yo me imaginaba cómo su cerebro tenía apagadas algunas áreas de la memoria y el recuerdo. Y me dije que la reunión le vendría muy bien porque las anécdotas que se contarán le harían recordar en su nebulosa, algunos otros recuerdos por la risa, gestos y precisamente hechos que vivimos.

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El Rincón de José Alfredo es un restaurant de Matamoros, ambientado con imágenes y música precisamente de José Alfredo Jiménez. Departimos y compartimos el pan y la sal. Dimos repaso a algunas anécdotas. Y tuvimos algunas escaramuzas amigables sobre la política actual entre azules y color vino. Nada raro en las reuniones de grupo.

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Nuestra amistad está mucho más allá de los colores de la política, dijo Ciro. El tema como tal no entró, sino de manera breve, periférica, apenas dentro de alguna anécdota o relacionada con ella. Y como estudiantes se recuerda la vez que nos integramos en la planilla Verde, que rompió un cacicazgo estudiantil. La bandera había sido la federalización de la Normal (cuyo estatus era de particular con patronato). La meta era lograr que el gobierno federal precisamente la federalizara, y se logró con el trabajo político de la directiva estudiantil de nuestros líderes, ellos aquí en esta mesa, cuarenta y tantos años después.

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Entró un guitarrista a ofrecer canciones. De guasa le pidieron de Camilo Sesto. Y más por vacilar con el Vale, quien era adicto a esa miel de canciones almibaradas. Y con esfuerzo el músico recordó apenas tres mientras hacíamos coro y el Vale viajaba a sus recuerdos de esos años estudiantiles y seguramente que vino a su memoria alguna amiga a quien apreciaba. Yo me acordé de Piel de ángel. Pero no dije nada.

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Una vez en San Fernando (una hora de Matamoros) en viaje político con camión incluido, encendido de manera directa porque la llave la manejaba la Dirección, se cocinó un chivo en ataúd, ese que entierran con brazas encendidas. Y ya en la madrugada dicen que Joel lo revisó y de acuerdo a su saber aún le faltaba cocimiento. Así que siguió bajo el calor bajo tierra. Solo que se olvidó a causa del sueño febril y a la mañana el chivo era ya carbón.

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Otra. Cuando iban en el camión escolar. La botella que estaban tomando en colectivo se acabó rápido a causa de alguien que cuando le tocaba el turno exageraba en el trago. Así que uno de los presentes ahora y en aquella ocasión jugó la broma de echarle orina y la roló como si nada.  Broma bien jugada porque más de uno le dieron el trago vacilón. Y a buscar culpables entre la risa contenida de quienes ya sabían de la broma.

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Con alegría, con entusiasmo, con garra y sagacidad, con inteligencia política, se logró la federalización de la escuela Normal. No fue fácil. No fue difícil. Fue producto de la conciencia colectiva. De la idea generadora de Oscar Eligio. De la amistad de una pleyade de estudiantes a quien miro como gigantes ahora. Y el tiempo pasa.

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Comentamos de la visita en Monterrey a Oscar en su fase final. Nos recibió esa vez a ocho que llegamos. Lo contamos para preservarlo siempre en la memoria (lo escribiré, claro). Y para que lo escuchen quienes no pudieron estar. El Popo, quien fue vecino y amigo desde niño con Oscar, estaba hospitalizado o acababa de salir del hospital. El Covid estaba a todo lo que da. Y fue Lalo quien lo visitó un día antes de su muerte. Habló con él. Lo cuidó una noche. Y cuando se quitó para regresarse a su casa, en carretera recibió la llamada de Rocío para que regresara a estar en las últimas horas con Oscar. Cuando llegó ya había partido nuestro líder por siempre. Hasta la victoria final compañeros.

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¿Y cuanto llevas de esa tarea?, me preguntó Lalo. Yo había recordado que Oscar tenía una memoria pródiga. Qué se acordaba de autor y título de dos libros que me regaló en 1982. "Sí. E

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