Sala de espera
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Qué fría y lenta es la sala de espera en un hospital. No es asunto típico ni especial. Es necesidad que te confina en una silla, esta vez cómoda, a la espera de que pasen los minutos, las horas, mientras tanto pareciera el tiempo detenerse. Miras a tu alrededor. Paredes blancas. Batas blancas. Y la muerte agazapada en todos los rincones, silbando una vieja tonada. Ella también espera, con paciencia de tirana.
2
Entran y salen personas de distinta edad. Rostros serios todos ellos. Unos a consulta. Otros para acompañar. Es la salud el objetivo. Alejar el mal. Controlar los daños.
3
Alguno en silla de ruedas. Otros con muletas. Otos con parche en un ojo. Otros más con cabestrillo. En las manos cajas de medicamentos. Los enfermos con paso lento, rostros de resignación. Preocupados y con fastidio quienes les acompañan. Yo solamente espero una señal, un dato, confirmación de que todo va bien.
4
Yo espero como otras personas. Y en este lapso disponible echo a volar la imaginación con recuerdos de aquí y de allá. Aquel café. Lágrimas. Y risas, sin dudar. Tres veces me ha guiñado la muerte. Cortejándola mientras le acaricio un huesito a su propuesta, tres veces le he dicho que no.
5
Los trabajadores de este hospital se ven pulcros y se muestran muy atentos. Las puertas son automáticas, aunque con control de entrada y salida. Basta un botón que aprieta el recepcionista para dar entrada. Cada entrada y salida se registra. Si les atendieron o no. Pregunta el nombre de la paciente. Y el dato queda allí sea para fin de estadística, sea para las cuentas a fin de mes. Todo bajo control. Yo miro la muerte para distraerla en sus empeños. Ella se hace la desentendida.
6
Vi pasar una cigüeña. Y vi también muy atento un trabajador del funeral. Veo rostros cercanos a su última estación. ¿Con qué doctor consultó? ¿Con qué doctor tiene cita? Son preguntas de rigor. "El doctor ya se fue". "La doctora ya llegó". Escucho que dicen.
7
En las salas de espera siempre hay desesperación. Se reflexiona de todo. Entre los hola y los adiós. Un saludo aquí. Otro saludo allá. Se mantiene la calma por tanto dolor. Y se reflexiona en la salud personal. Nos debemos de cuidar. Realizar actividades para prevenir. Por ejemplo caminar. El dulce y la sal de la cocina y de la mesa retirar. Los abrazos vienen bien. La sonrisa para la salud es genial.
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Que limpio este hospital. Mucha pulcritud. Aunque esto debe ser lo habitual en el derecho a la salud. Solo que la diferencia es que este no es público, es particular.
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Escucho que fijan citas con prontitud. Para un día o dos. A los enfermos con problemas motor los llevan atentos en sillas de rueda hasta el vehículo que los van a trasladar. ¿Todo bien? Todo bien, señor.
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