Tito

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Tito le decimos a Augusto Monterroso. Ayer vi una entrevista que le hicieron en la televisión española en 1999. Perdón que lo especifique, pero él se reiría: entrevista hecha antes de su muerte. Me gustó escucharlo de nuevo. Me pareció impertinente la forma de recibirloFernando Sánchez Dragó, el entrevistador,  con preguntas relacionadas a su estatura. Pequeña, más bien bajita. Él pareció no inmutarse ante la impertinencia y lo tomó con su habitual forma seria de decir las bromas.

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El Youtube de internet tiene ese corpus visual muy amplio que te permite buscar lo que quieres, y tener a tu disposición una variedad asimismo muy amplia de lo que buscas. Puedes buscar y encontrar el grupo Firme con lo de "en tu perra vida" o una conferencia sobre cualquier tema. Y cada quien busca lo que su interés le pide. Sin menoscabo de la personalidad de uno u otro.

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¿Quién es más bajito de estatura usted o fulano? ¿Le siguen pareciendo muy grandes las cosas que ve desde niño? ¿Qué relación tiene la brevedad de sus textos con la estatura suya? Y así por el estilo el conductor de En blanco y negro, programa que hizo furor en la televisión española en los noventas y principios de este siglo. Monterroso de manera imperceptible cachó las preguntas y acusó recibo. 

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A veces los escritores de estatura normal (porque no hay muy altos, digamos como Cortazar, que mide dos metros) se dan cuenta que uno se les escapa sobresaliendo en calidad literaria, y como no pueden contra eso, y con el fin de detenernos, pues se fijan en la estatura: "pero vean qué chiquito está", dicen, porque no tienen argumentos; reflexiona como una respuesta apropiada a la imprudencia de las preguntas.

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Augusto Monterroso es un referente de la literatura hispanoamericana. Su obra conformada por cuentos, aforismos, ensayos personales, diario y una novela, tiene el distintivo de la inteligencia que llega a la página y por ende al texto, a manera de sarcasmo e ironía. Es autor de "Obras completas y otros cuentos", "Lo demás es silencio", "La vaca", "Viaje al centro de la fábula", entre otros. Nació en Honduras, tierra de su madre, y de nacionalidad guatemalteco, por su padre. No tuvo estudios formales, a causa de la pobreza. Desde los quince años, huérfano de padre, tuvo que trabajar para ayudar con los gastos de la casa. Trabajó en una carnicería. Fue exiliado en Chile donde hizo amistad con Pablo Neruda y luego en México, donde hizo amistad, entre otros, con Juan Rulfo.

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Yo lo conocí en Mérida, a principios de los 90. Le acompañaba, como siempre, su bella esposa, la escritora Bárbara Jacobs (Las hojas muertas). Era un encuentro de narrativa. Y la figura central era él. Coincidimos en el elevador una vez. Lo salude, por supuesto. Sencillo. "Me dan terror los elevadores", dijo sonriente. Como diciendo que era broma, solo para hacer plática, como práctica para vencer su proverbial timidez. Luego escuché con atención su charla inteligente y amena.

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No parábamos con reír con sus anécdotas. Era un gozo escucharlo hablar sin preguntas de por medio. Un suculento derroche de lietarura oral. Sí, muy diferente a Juan José Arreola. Mas bien lo contrario, mesurado, como en tono bajo, lento. "Cuando par presentarme leen mi semblanza biográfica  siempre refieren que trabajé en una carnicería. Y se imaginan que andaba con mi sobretodo blanco todo ensangrentado y a mí destazando una vaca o cordel, o sacando filo a los cuchillos con la chaira.  Pero no. Cierto que trabajé en una gran carnicería, pero en el departamento del contable, yo era ayudante de contador. Quien por cierto se dio cuenta que yo era lector y él también lo era, así que me regalaba libros..."

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"... Esta carnicería estaba cerca de la biblioteca central, así que a la salida, que era a las 6 de la tarde, de allí me iba a dicha biblioteca. Era lector pero no tenía plata para comprar libros, entonces me refugiaba en la biblioteca. Y como las bibliotecas no tienen plata para comprar libros nuevos, se alimentan de donaciones de viejos juristas y escritores, entonces regularmente llegan libros de escritores clásicos, que esa era la ventaja, que siempre leí de ese tipo de libros clásicos: Homero,  Horacio, Juvenal, etcétera..."

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De la Oveja negra y otros cuentos: 

En un lejano país existió hace muchos años una oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.


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Entre las numerosas distinciones que se le otorgaron, destacan el premio Magda Donato (1970), el Premio Xavier Villaurrutia (1975), la condecoración del Águila Azteca (1988) y el Premio Príncipe de Asturias de las artes.


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