Recordarte

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Cada vez que tenga oportunidad recuerde. De ser posible lo grato o lo doblemente grato. Vuelva a vibrar con ese beso de tornillo, con ese abrazo de película. Con esos momentos del diploma recibido. Con ese caminar romántico por un parque ahora abandonado. No porque recordar es volver a vivir, como dicen. Sino porque son ejercicios de la memoria, y si nos descuidamos, el alemán Alzheimer no deshace borrando todos los recuerdos, y en consecuencia borrando nuestra persona.

2

A la mejor oportunidad, o a la menor provocación, traiga hechos pasados al presente. O como decimos: encienda el motor de la máquina del tiempo y viaje al pasado recorriendo su infancia, adolescencia o ese estado irracional de estar enamorado por primera, segunda o tercera vez. A veces son recuerdos de hechos que hirieron. Pero con el paso del tiempo se transformaron en cicatrices y por lo tanto en enseñanzas. Somos más fuertes ahora, e invencible. Polvo que gozamos será la imagen del polvo que seremos. En resumen: polvo enamorado, diría el poeta.

3

Aclaremos: recordar no es vivir en el pasado. Ni esa fórmula de recordar los errores cometidos para no volvernos a equivocar. O quien se olvida de su pasado pierde en experiencia. O evitar tropezarse dos y tres veces con la piedra tóxica. O cosas por el estilo. Reitero: recordar para ejercitar la memoria. Y prevenir el borrón y olvido que trae esa enfermedad desquiciante, trituradora y moliente que es el Alzheimer y la demencia senil. 

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De preferencia se recuerda lo grato. Y reímos solos, de tal manera que preocupamos a los jóvenes cuando nos ven: "ese tío se está volviendo loco". Y no, es que nos acordamos de la primera novia, del poema aquel que aprendimos en la primaria o secundaria, ese de "Volverán las oscuras golondrinas/ en tu balcón sus nidos a colgar,/ y otra vez con el ala a sus cristales/ jugando llamarán/ Pero aquellas que el vuelo refrenaban/ tu hermosura y mi dicha a contemplar,/ aquellas que aprendieron nuestros nombres... /¡esas... no volverán!.../ 

5

La memoria es la mejor vía para sostenernos en equilibrio. Es nuestro universo personal fijado en el tiempo. Es la escapatoria a la crisis del presente. Es la salida falsa de las certidumbres. Es el verdadero árbol humano de la vida. Es el abrazar al mar y a la naturaleza toda. Es abrazarnos a nosotros mismos. Es conciliación con lo que no fuimos ni seremos. Es el cuestionario de la vida. El libro de las preguntas. de los sueños. De los anhelos. De las búsquedas y los reencuentros. De las llamadas perdidas. Sí, esas, donde llamábamos a Dios. Y era número equivocado. Hasta que llamó Dios y lo era, porque dio pruebas de serlo sin que se las pidiéramos.

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¿Tu primer libro gozado como hacer el amor? ¿La primera caída y levantarse como nada, acaso raspones en la rodilla o en el corazón? ¿El primer negar (de los tres) de Pedro hacia quien fue el amor de su vida (canción de Pablo Milanés)? ¿El primer verso sobre el primer beso? ¿Las primeras veces (nótese el plural) que las manos ávidas no amarradas de chiquito construyeron gloria en roces instintivos? ¿El primer tren abordado en vías de inicio para llegar al destino común en horizontal de las parejas? ¿El primer intento de fumar con el coff coff  correspondiente y hasta la fecha? ¿El primer, segundo y tercer amor eternos? ¿La primera mentira blanca o piadosa, del claro que sí, que como no, te quiero? "¿Cuándo?" "De la tierra a la luna y de regreso". Y preguntas así para responder ejercitando la memoria, lo que somos.

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En la memoria radicamos. Una memoria instintiva. Y una memoria cultural. Allí está nuestra capacidad de comunicarnos. La de reconocernos. La de hacer empatía con todos y sus excepciones. En la memoria navegamos. De allí tomamos los argumentos para debatir. Para guiñar el ojo. Para alegrar nuestro alrededor. Para cantar sin y con motivos. Es la memoria nuestra personalidad. Y es nuestra república personal. Lo ideal sería que la memoria personal y la suma de todas ellas, que es la memoria colectiva fuera tan fuerte, que se evitaran las ilusiones sin fundamento, y se evitara seguir a los flautistas de Hamelin.

8

Yo me recuerdo y tengo selección de recuerdos. No tengo preferencias sobre unos u otros. Los abrazo y acaricio. Son los que determinan mis menos luces y más sombras. El evocarlos me permite ser cauto, pero arriesgar una palabra, una mirada, un verso. Para sonreír las más de las veces. Y para escuchar a todos los que quieren ser escuchados. Cada expresión me lleva a un recuerdo, y vinculados me permite expresar algo prudente, en lo posible sensato como respuesta.  Recuerdo al niño, al adolescente, al maestro recién salido de la Normal para aventurarse en Tabasco. Y me recuerdo ayer y antier. También me acuerdo de mis tantas horas y años en las aulas y oficinas educativas. Y me recuerdo poniendo mi experiencia en atender a los alumnos y padres de familia y maestros en sus trámites o solucionando problemas. 

La memoria tiene todos los elementos del recuerdo para el movimiento, alimentarse, respiración y circulación. Y todo aquello que permite cuidarse, acercarse o alejarse de los peligros. Traemos el recuerdo del origen, y de cada paso evolutivo. hasta lo que somos en nuestra aparición hasta llegar al fin personal y continuar en los sucesivos eslabones de la cadena generacional. Y sin duda son los recuerdos del amor y la amistad, lo que nos conduce hacia La Paz y la convivencia pacífica.

10

Recordar es reconocerse parte de la naturaleza. Y los recuerdos son carne viva. Diría Claribel Alegría: "Barajando recuerdos/ me encontré con el tuyo/. No dolía/. Lo saqué de su estuche,/ sacudí sus raíces/ en el viento,/ lo puse a contraluz:/ Era un cristal pulido/ reflejando peces de colores,/ una flor sin espinas/ que no ardía./ Lo arrojé contra el muro/ y sonó la sirena de mi alarma./ ¿Quién apagó su lumbre?/ ¿Quién le quitó su filo/ a mi recuerdo-lanza/ que yo amaba?




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