Por una república de lectores, utopía posible

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Puntuales estaban ya. Acudieron a la convocatoria para ejercer la palabra. Está vez con el recurso del recuerdo. ¿Cómo fue ese encuentro con el libro? ¿Cuándo? Expectantes 9 pares de ojos. Y la.misma cantidad de cerebros afectos a la lectura. Perdón por la manera de plantear las imágenes.  Pudiendo decir cuerpos, almas, seres, personas. Pero es que el cerebro guarda palabras, ideas, sueños. Y las evoca cuando se requiere. Y mueve hacia un lado a otro a los cuerpos. Estos obedecen. Y todo radica en el cerebro, para bien o mal. Como si el cuerpo todo fuera el cerebro. Entonces por la exteriorización de lo que sucede en su cerebro les conoceréis.

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Mario Cerino comentó de la vez que leyó de la primera a la última página del primer libro que leyó completo. Era un libro de Herman Hesse, Lobo estepario (o Demian), acostado en una hamaca, bajo el cacaotal y los mosquitos. Terminó de leer ya cuando quedaban los débiles rayos de sol del crepúsculo. Sara, de unos 11-12  años contó su secreto guardado, que empezó a leer desde que estaba en el vientre de su madre. Muy bella la imagen evocativa, como decir "origen es destino". Y que en su casa siempre había libros comprados por su padre. Erika reveló que desde niña pequeña, antes de aprender a leer y escribir,  escuchaba los poemas de Manuel Bernal en los discos de acetato que compraba y gozaba su padre. Y que ya como lectora su primer libro fue "De la tierra a la luna", de Julio Verne. Y que además cuando le daban "su domingo", lo utilizaba para comprar libros.  Ulises destacó que empezó con lecturas de otros a su oído con las radionovelas que llegaban quién sabe de dónde, ni cómo, a un aparato receptor en su casa, y eran Porfirio Cadena y Kaliman, entre otros.  "No desesperres, Solín". Al menos yo, y supongo que todos, pensábamos igual coincidiendo en eso, yo agregando a Tres patines.

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Románticos y soñadores, nos reunimos en las instalaciones del diario Presente, para evocar aquella primera vez en que nos encontramos con el libro, como un objeto raro, extraño, singular, maravilloso, que nos hizo viajar, movernos sin movernos, soñar, escudriñar otras latitudes, caminar por otras geografías y acompañar, siendo testigos, de los movimientos de personajes creados por escritores de otros tiempos y otras latitudes, como si literalmente fuera la máquina del tiempo, hacia el pasado, hacia el futuro y regresando de él al presente. Lúcidos, sonrientes comentaron todo ello los ya señalados, Mario Cerino Madrigal, Erika Rodríguez Padrón, Ulises Guzmán, mas Víctor Sámano, Liz Marín, Wilver Albert, Juan de Jesís López,  y un servidor. Alrededor nuestro, gozosos, en su trabajo, reporteros y fotógrafos del diario Presente.

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Hay una cualidad en los lectores que les permite reconocerse a primera vista. Hay una vibración armónica, de buenos deseos, de sonrisas y guiños, de recomendaciones de libros, de caminar juntos. Incluso, los lectores se sienten bien aunque estén reunidos y en silencio. Y me refiero a los lectores habituales, a los que acuden a una librería a comprar uno o dos títulos. A los que ya tienen en su casa dos o tres ejemplares del mismo porque son ediciones diferentes, a quienes huelen el libro cuando lo abren por primera, segunda y tercera vez, para reconocerlo, para registrar el olor del papel y la tinta en su memoria, a los que se les pasa el tiempo riendo como locos, expectantes ante el siguiente capítulo o la siguiente hoja, y que sufren cuando termina, porque tienen como veinte opciones para adentrarse en otro y no quieren ser como los padres que tienen preferencia por uno u otro hijo, en este caso autores, porque todos representan lo mismo.

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Juan de Jesús comentó que él llegó al libro más tarde que todos los presentes, a los 50 años:  hace referencia que en efecto, ya leía desde antes, desde mucho antes, pero a esa edad del medio siglo lo empezó a conocer más porque se adentró en la actividad de encuadernación artesanal, y mostró de ejemploun libro vacío, a la manera casi como la de Josefina Vicens, mas aclaró que en la actividad enseña a hacer libretas como libro vacío para que los participantes puedan escribir sus historias, citas, dibujos, pensamientos, consejos, etc. Wilber Alber señaló de lo que está realizando en la promotoría de la lectura con niños, como compromiso personal para contribuir en la formación de lectores.

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Antes de iniciar mostré un libro miniatura, Hamlet, de William Shakespeare. Lo pasé a los presentes. Cuando llegó a manos de la pequeña Sara, de manera automática y como en cámara lenta, lo llevó a su nariz para olerlo. Luego en su intervención Mario lo destacó. En efecto, a diferencia del libro en su soporte conocido de objeto tangible, a diferencia del aséptico e inasible digital, el libro físico puede ser acariciado y olido, y llevarlo a todas partes como compañero de viaje, o en esas horas perdidas en las salas de espera de consultorios, centrales camioneras o avioneras, o haciendo colas de los bancos y tortillerías. El libro como tal, el antiguo y siempre moderno, con diseños vistosos o sencillos, es un objeto poderoso de nuestro amor a la humanidad, y factor determinante para el desarrollo individual y colectivo.

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El periodista y director del diario Presente, Víctor Sámano Labastida, había dado el arranque de la actividad. Comentó de la importancia de reflexionar sobre la cultura escrita, y en referencia al libro comentó que el mismo destino tienen los impresos como el periódico: hacen falta lectores. Y agradeció la presencia de todos. Cedió la palabra a Liz Marín, quien comentó de la manera como la lectura le permitió el equilibrio cotidiano en las restricciones del Covid con todas las incertidumbres y temores por lo que podía ocurrir. Y leyó un poema de la poeta polaca Wislawa Szymborska (Premio Nobel 1996). Liz transmitió con tono de tranquilidad la esencia del poema y la sensibilidad de la escritora. Liz es maestra y escritora. Además es promotora cultural dinámica y activista en pro de la lectura.

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En mi turno comenté que fue la escritura la linea del paso entre la prehistoria y la historia. Y si esa gran transformación hizo posible, lo mismo la lectura logra en lo individual a nivel de crecimiento en las personas. Y que bien podríamos hacer un ejercicio de imaginación suponiendo que no se hubiera inventado y de qué manera viviríamos como especie, aunque pensándolo bien, podríamos -a manera de crítica- "estar mejor adaptados en comunión con la naturaleza, y no enfocados en una civilización y un modo de producción destructor de la misma". Luego leí el dinámico y expresivo cuento para jóvenes "La princesa Fúchila", de Teresa Valdivia Dounce, que viene incluido en un libro edición de bolsillo editado por el diario La Jornada. Dicho libro lo conocí precisamente en una capacitación sobre lectura allá a principios de este ciclo. "Guácala", Fúchila", "Aigh, no", eran expresiones recurrentes de esta personaja.

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Fraternidad en esta sociedad de lectores. Alegría visible de reencontrarse. De reconocerse como parte de un movimiento muy humano, y por tanto necesario estos tiempos de crisis de valores. Emocionados al hablar de sus orígenes como lectores, sencillos en su vocación de promotores de lectura y la consiguiente circulación de libros. Erika, leyó, expresiva, dos poemas de su libro "Cósmico", editado por Editorial UNISAN. Sara Gabriela Pedrero Carrillo leyó, emotiva, el primer capítulo del libro Las gemelas de Auschwitz, de las escritoras Eva Mozes Por y Lisa Rojany Buccieri. La historia de dos niñas frente al atroz Josef Mengele, el Ángel de la muerte. Se comentó de que Sara, como alumna, es de las que todos los maestros y maestras quieren tener y muchas y muchos más  como ellas (lectora) , y que sus compañeros la han de ver extrañados como si fuera rara. ""Bendita rareza", comentó Mario.

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Estaban con nosotros los fantasmas reales e imaginarios de Raskólnikov con su hacha; Aureliano Buendía antes que lo fusilaran; Gregorio Samsa, ya convertido en escarabajo; el brujo Anacleto Morones; el señor K perdido en el laberinto del Estado; Ana Karenina, voluptuosa, sonriente, El viejo de Heminguey de El viejo y el mar; Diógenes con su lámpara; Platón en su academia; Sócrates en su arenga a los jóvenes;  Rulfo nos guiñaba un ojo; Arreola reía; Paz observaba; Carlos Fuentes garraspeaba; Rosario Castellanos asentía; y muchos otros más que no pudieron asistir porque andaban en otros cielos y cabalgaban otros unicornios por entre las nubes. Pero también estaba Rarotonga, Memín Pinguin, Chanoc, y muchos otros más en ese mundo maravilloso de realidad y ficción, lo que somos y creamos como seres humanos.

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Asamblea de lectores, alguien comentó, y coincidimos, "buen concepto y acertado para título". Pues sí. Conversatorio de animosos lectores. Asimismo. Complicidades en el libro y la lectura. También. Sociedad de lectores vivos y muy activos. Lectores, Sociedad pública (lo contrario a anónima). Pobladores de la república de las letras.  Docentes, periodistas, escritores, promotores culturales, cofradía de soñadores por alcanzar la utopía posible de llegar a conformar una población mexicana de lectores. ¿He dicho utopía posible? Pues sí, perdonando el exagerado oximorón.

 





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