La última semana

1. ¿Y qué harías si supieras que vas a morir la semana que entra?, me pregunta un niño de 10 años. Me tomó por sorpresa la pregunta. Y más por el tema. Porque lo que quiere decir, donde no lo dice, es que necesitamos aprovechar nuestro tiempo de vida. Para no solo transcurrir, como dice la canción, sino, para honrarla y vivirla a plenitud.

2. Y los niños cuando preguntan no es ignorándolos nuestra mejor decisión. Porque ellos están descubriendo el mundo, y requieren respuestas por más sencillas que sean, claro, respuestas adecuadas a su edad. Logran comprender todo lo que le explicas, siempre y cuando sea de su interés, no del interés propio.

3. Es cierto. Supongamos que nos queda una semana de vida, sin exagerar que nos quede un solo día y ya mañana no estemos físicamente. ¿Qué haríamos? Yo me permito probar que, de entrada, escribiría una carta de gratitud por la vida misma que me ha tocado vivir, sin que me arrepienta de ninguna decisión tomada, ni camino seleccionado, ni lugar a donde fui empujado por el destino o las circunstancias. Gratitud por lo que tengo y soy, por esta salud física que me permitió pasar el Covid en 2020 y 2021.

4. Cierto, me aqueja el colesterol y el triglicéridos, por los malos hábitos, por la ingesta de carne roja, que no me resisto nunca a los asados, y siempre que aparece, comparto el meme de que si "¿se va hacer la carne asada o no se va hacer"? Pero todo bajo control por ahora, con visitas regulares al médico y a seguir tratamientos rigurosos. Y por la salud mental, que no he tenido siempre, pero que de tiempo acá he logrado tranquilidad y paz interior, que el amor que se fue en su tiempo fue bienvenido, y los apegos duelen en el desapegarse, pero el tiempo, cuando es locura también lo cura.

5. Pediría perdón, de quedarme unos cuantos días, vaya reflexión. Y no tan solo a las personas a quienes he ofendido, sino también a las que nos ofendieron, que esta lista no es muy corta, pero en fin, creo que ha sido más asunto de envidias que de rencores, que a la fecha no sé qué es lo más dañino. Pero reflexiono también que es probable que no hubo ofensa, solo que a veces andamos un poco más desprotegidos en lo sensible, y es cuando creemos que el daño era para nosotros, sin imaginar que lo dañado no puede dañar, sino evidenciarse.

6. Regalaría todos mis libros. a diestra y siniestra, sin duda alguna, sin método ni estrategia, sino que me llevaría las cajas de algunos, no sé mil libros que nunca los he contado, y a todo aquel que se acercara, les fuera presentando este y el otro autor, y sobre el tema que trata cada uno. Qué mas da, sin pedirle ni siquiera que se comprometan a leerlo, y ni que me firmen una carta compromiso, solo ya con el interés mostrado por acercarse a ver qué autores y títulos son, y que lleven ese espíritu del autor a su casa, esa sensación de estar acompañado estando solo, sería más que suficiente. Y si se quiere llevar dos o tres que los lleve, incluso para regalarle uno a su novia, de algo sirvan los libros. Y le sugeriría alguno de Neruda, Benedetti o Ernesto Cardenal.

7. Regaría las plantas de mi patio, igual como ahora, cuando sé que tienen sed, sin inundarlas cada vez que yo quiera. Y les hablaría porque no solo necesitan agua, sino alimento de humus y palabras de aliento. Las plantas no siempre han sido mi motivo, sino hasta que descubrí que como seres vivos, lo mismo que todos los animales,  somos iguales con los mismos derechos en la tierra. Y esto no lo aprendimos en la escuela, por eso la crueldad o al menos la indiferencia hacia todos ellos y ellas.

8. Buscaría un beso y un abrazo como despedidas. No debajo de las piedras, ni en cada esquina, que el tiempo apremia, si hay solo una semana, en el decir del niño, sino en el recuerdo, en la mirada de cerca, en la ensoñación de lo bien vivido. Porque nos el beso en sí, ni el abrazo, es la vibración profunda, la buena vibra de encontrarse como uno mismo acompañado de lo semejante, que busca el ser, la verdad, la alegría en lo sencillo, en lo pequeño, y dejar de lado la vanidad de lo grandilocuente.

9. Iría al mar a reencontrarme con mi origen y estaría allí sentado en la arena, mojándome los pies, revisando mis agallas, mi olvidado conocimiento de cómo se respira en el agua, en las profundidades, acompañado de delfines, madréporas, tiburones amenos, sirenas amorosas, peces sin pecera. Y escribiría una palabra en la arena para ser borrada por las eternas olas que nunca se cansan de arremeter contra el olvido, persistentes.

10. Además si fueran mis últimos días seguiría haciendo lo que hago, preguntarme el qué, por qué y para qué de la vidas, de la materia, de la existencia humana. Seguiría escribiendo las mañanas. Admirando el amanecer y el atardecer. Caminaría una media hora, igual como no lo he hecho la última semana. Me prepararía agua limonada para mi beber. Y mi infaltable café para darle sentido,  sublime, a la vida. Buscaría un libro por la tarde para leer sentado en el patio de mi casa que da a la calle. Seguiría saludando a los vecinos que pasan. Y contestando las preguntas de los niños y niñas que se acercan y me preguntan. Como hoy esta otra, que la anterior fue de la semana. ¿Qué harías si fuera el último día de tu vida hoy?


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