Los síndromes del impostor y del amor

1. El autoengaño es, en gran medida, esencia de la biografía personal. De unos más, de otros menos. Hay quien nunca aterriza, aunque considera, con seguridad, que tiene los pies en la tierra. Son sus percepciones de vuelo. Solo que, generando abruptas relaciones, considera que todos los demás están equivocados. No importa el área, ni la edad. Cada quien es producto de engaño infringido a sí mismo. Los daños en las relaciones son la práctica común, el desenlace previsible.

2. Hay que soñar, claro, pero al grado de no engañarse. Saber diferenciar la realidad, de los sueños. Y más allá de los conceptos, podemos decir que la realidad nos incluye, y es todo lo que nos rodea, o apreciamos como lo que nos rodea, que no es lo mismo, pero para el caso de este divagar cotidiano, sería lo mismo. Todos divagamos, también, en mayor o menor medida. La verdad, y más la filosófica está muy lejos de todos los mortales. Aunque nos ilusionamos con acercarnos a ella. Tontos e ingenuas quienes consideren tenerla. Y más poseerla. 

3. Narciso se sabe único, y para constatarlo se asoma todas las mañanas a la limpidez del espejo en la superficie del agua, que lo refleja el más bello. No otra función tienen los espejos. Aunque el mejor espejo es la mirada de quien nos ama. Solo que para amar se requiere amarse y seguimos como el espejo que esta frente al espejo reflejando hasta el infinito.

4. El autoengaño es percibirse otro muy distinto al que se es. ¿Pero quiénes somos? Los estereotipos son eso, precisamente, tipos aceptados por la mayoría. Solo que esos estereotipos que tienden a lo general, se equivocan en gran medida en lo individual. Y al no encajar el concepto que yo tengo, que difiere de los demás, entonces se tratan de imponer a la fuerza de la mayoría o a la fuerza del poder.

5. La mente engaña fácilmente. Vernos al espejo es el principio de todo engaño. Hasta sonreímos y sentimos, vaya, si no la perfección, si algo con rasgos más armónicos, dentro de la variedad de facciones. A veces digo que tenemos un photoshop integrado. Todo esto contempla lo mismo a lo contrario. Es decir, quien al mirarse se mira en el polo opuesto de la belleza. La autoestima está jugando un papel esencial en ese concepto.

6. Cuando escuches por primera vez sobre el Síndrome del impostor, se dice a sí mismo: siempre lo he sido. Y no en el sentido peyorativo, que en todo caso sería una autoflagelacion. Sentir que lo que otros ven de positivo en tí, sientes que se engañan, porque ¿quién más que uno mismo para conocerse? Y si recibes una recompensa o premio, sientes que otros lo merecen más. Y cuando recibes un alto encargo, sientes que mereces menos. Esa sensación nos la proporciona el impostor que está posesionado de nosotros.

7. Y uno tiene que darle de patadas al impostor que nos habita, que les habita. Y saber que lo que nos llega es lo que corresponde, y en todo caso, que se merece más, nunca menos.

8. El impostor que nos habita, nos domina. Porque endulza la.lenguaby el paladar, y canta al oído. Te pasa el brazo por la espalda. Te apapacha. Y hace que te olvides de tu potencial. ¡Aguas! El impostor que llevas dentro te hace sentir el que no eres. Pero avanza porque no te conoces bien a ti mismo. 

9. El síndrome del impostor es una realidad en mucho. Debe tener sus explicaciones, que ni busco ni pido. Y existe el Síndrome del "No me merecen"  que es su contrario, también existe. Tiene bicicleta, quiere carro. Tiene una casa, y quiere dos. Tiene un cargo pequeño y considera que merece otro mayor. Y no es que no lo merezca, puede ser que sí, solo que hay que tener conocimientos no sólo, sino también saberes, que no es lo mismo.

10. Se han nombrado de años acá muchos síndromes. Espero que se pongan de moda los síndromes de los valores de convivencia armónica. El de la bondad. El de la solidaridad. El de la tolerancia. El del respeto. El del trabajo colaborativo. El de la inclusión. El síndrome del quiero aprender más. El del lector compulsivo. Y el que engloba a todos: el síndrome del amor.



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