De bibliotecas y como empuñar el hacha
1. Este no es un tutorial ni manual de instrucciones de como empuñar y mover el hacha para derribar el árbol. Es un comentario sobre las bibliotecas, nuestras casas amigables. Y de la crítica a la labor que se realiza. Empiezo: Entrar a una biblioteca en estos últimos tiempos, es de privilegiados. Pocos entran. Algunos por tarea escolar, aunque ya no tantos como antes. Hace veinte años y más estaban abarrotadas de niños, niñas y jóvenes, y también por adultos. De tal manera que había letreros por todos lados de guardar silencio, para que los lectores pudieran concentrarse. Ahora también se guarda silencio, pero es porque hay pocas personas.
2. Lo que digo no es descubrir el hilo negro. Son verdades de a kilo. La intención es entrar a una reflexión general de su importancia en la sociedad, y no se estén viendo como espacios anacrónicos, donde solo lleguen las personas para guarecerse de la lluvia o combatir el calor. Cierto, asimismo puede uno entrar mientras llueve. Y si venden o regalan café, aprovecha uno para calentarse la garganta.
3. La última vez que fui a una, fue a la Biblioteca Central de Villahermosa, que lleva el nombre del prócer mexicano, nacido en Tenosique, municipio de esta entidad, Tabasco: José María Pino Suárez, conocido también como El Caballero de la lealtad. Me cité con un compañero para planear unas capacitaciones. Es decir, para nuestra actividad no necesitábamos los libros porque era para ponernos de acuerdo en temas y fechas.
4. Y otras veces fui invitado a ser jurado en un concurso de declamación, cuya sede era precisamente ese magno lugar. Allí estábamos en un espacio central habilitado para esas actividades de declamación y oratoria. Nada que ver directamente con los libros. Siempre impacta las magnas instalaciones de la biblioteca central. Su diseño arquitectónico es del arquitecto mexicano, multipremiado, Teodoro González de León. El diseño de la biblioteca ganó premios internacionales. Es una verdadera joya por admirar y fotografiar.
5. Y así como la canción "Fue en un café", dice que allí "me enamoré", seguramente muchas historias de parejas iniciaron cuando estudiantes, diciendo que "fue en una biblioteca", donde se conocieron; sea la modesta de su escuela, la comunidad, municipal o una de estas como la Pino Suárez, que son magnos espacios. Pero son buenas historias cuando empiezan en esos espacios de los libros. Son buenas premoniciones sobre el futuro de los hijos como lectores.
6. ¿Cual es mi objetivo de escribir sobre las bibliotecas? Simple: poner sobre la mesa el tema de esos espacios a los que llegan pocas personas. Y entonces precisamente debemos poner nuestro granito de arena en las reflexiones y propuestas por hacer. Ya hemos leído sobre el diagnóstico de la red estatal. En el abandono muchas. Por eso recuerdo haber leído que las condiciones de las bibliotecas son las condiciones de la sociedad donde se ubican. Es decir: las bibliotecas se ubican en un contexto. Forman parte de ello. Así se forma un juego de espejos: la biblioteca refleja a la sociedad, y la sociedad se refleja en la biblioteca.
7. Así como los baños en las escuelas reflejan la mentalidad de quienes las dirigen y de quienes los usan. Más allá del consabido reclamo de los padres de que sus hijos "van a las escuelas a estudiar", no a lavar los baños. Yo presumo de cuando fui director de la telesecundaria de El Guácimo, Nacajuca, (allá por el ao 2000-2002) los baños nuevos se mantenían como los de Cinépolis. "¿Es el baño de los maestros?", preguntaban los maestros o funcionarios visitantes. "No. Es el de todos", respondía yo ufano. Perdón por el ejemplo personal.
8. Volviendo a las bibliotecas. Habrá que reconceptualzar el concepto y adaptarlo a los nuevos tiempos. Cierto que se requieren recursos, pero también ideas. Pero lo que más se requiere es el amor por los libros. Concedo que no basta con el amor por los libros pero es un buen comienzo. Mas bien es el mejor de los comienzos. Decía por allí Víctor Sámano, periodista, en referencia a la prensa escrita: "se requiere formar lectores". Y con razón. Lo mismo y más claro para los libros. Y si ya sabemos el qué, sigamos intentando el cómo lograrlo.
9. Hace días escribí sobre "hacia un estado de lectores". Y ante las reacciones, yo me permito afirmar que prefiero a un puñado de promotores de lectura que realicen sus actividades, a cientos de críticos que no hacen nada, aunque digan saber cómo se debe de hacer. Hay que atender las críticas, cierto. Pero no paralizarse. Hacer oídos sordos a los necios que no hacen, solo critican. "Criquican", dice una de mis sobrinas.
10. Recuerdo la anécdota a mis 21 años. Ya trabajaba yo de maestro de primaria. E íbamos a iniciar la construcción de la casa d e mis padres. Pero la excavación contemplaba tumbar un árbol grueso. Y Joel, amigo mío, estaba dándole con el hacha. Había un vecino albañil, de nombre Juan, que miraba y se reía de la manera como mi amigo daba los hachazos. Y decía: "así no, muchacho. Es así". Y movía las manos en el aire, diciendo cómo se debería empuñar y mover el hacha. Mi amigo Joel veía y seguía con su trabajo. El vecino insistente como tres o cuatro veces. hasta que mi amigo Joel detuvo lo que hacía y le ofreció el hacha para que en la práctica dijera cómo debería de hacerse. Claro, el vecino se fue. No quiso enseñar en la práctica su teoría.
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