Cisnes, garzas

Abro la puerta a las doce de la noche, hora propicia para la risa a raudales, incontenible. Lo hecho ya, a través de la culebra. Sueño, de nuevo con serpientes y no está cerca del amor, ni mucho menos. Un mar es cosa breve, menos que un ojo de hormiga. Brizna de hierba. Withman, el grande. Y me acurruco en unas notas del invierno. Fuiste mi luz. Rubén Darío fue el de la noble patria, suave, sí. Pero es el hecho de trascender. Tengo a las doce de la noche de hoy un recuento. Y la calabaza se transforma en carro. Y la sonrisa en dato para encuesta dentro de la estadística. Preguntan. Preguntas. Es pan de trigo o yougurth. Mas ahora es la violencia contra el verso. Tan sencillo, que aquí estuvieran otros, extraños entre si. Y vibra el corazón mas sin embargo. Y háblame de Antonio. Escribo ahora que escribo. Caminé ayer y aniter, y ahora no. Ya está dicho. Con unos versos se construye un discurso de la carne y el espíritu. Es asunto de otros momentos. Y es que el Joaquín quiso pasar el tema de la pastorela, en asuntos propios del templo y de la noche.

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