Las historias

De norte a sur las historias. El amor. El amar. El desamor. Soñar. Y era una belleza, flor de su ciudad. Fuimos novios por un tiempo. Éramos jóvenes.  Me fui a París, a estudiar mi doctorado en La Sorbona. Quedamos de esperar. Nos escribimos cartas. Nos distanciamos. Casi nos olvidamos.  A la vuelta de los años, la nostalgia, el sueño de la piel, adherido el aroma de mujer, las palabras, la sonrisa. Y volví. Recorrí el camino de norte a sur. Y junté pedazos de información, como huellas de migas de pan para volver. Fui a su casa. Platiqué con su madre y abuela. Me dijeron se casó. Ellos son sus hijos, anda de compras, no tarda en volver. Volvió  y la vi. Veinte años después. Yo quería sólo saber de ella. Igualita en la distancia, memoria del tiempo. Su tez, su piel, su sonrisa, su voz. Platicamos. Era de tarde. La luna asomaba ya. Una hora o dos. Té o café. Y nos despedimos.  Termina de contar y me dice: las historias de amor son así. Para preservar es necesario separar. Y se mantienen en ese nivel, del ensueño, de lo que pudo ser. Nunca más la vi. Y le conté de finales de película así. El tigre y la nieve,  Casablanca, Puentes de Madison. Y sonrió en la evocación.  Albedrío. Destino. Delirios.

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