En la acera

En la acera me detengo a mirarte. Tú no sabes que yo existo. Eres pared altiva. Piedra de cantera. Me abandono en ti cuando me duermo. O despierto y sigo en el mismo lugar, corazón de roca. En la acera pasa en movimiento el mundo. Unas ruedas. Un viento. Hojas secas. Y los gritos trueno de quienes necesitan del volumen. En la acera me siento a mirarte. Y pasas de prisa, árbol primoroso. Flor de anís. Laurel. Ni un adiós. O hasta luego. Pasa el ave con su canto. Y las gotas de lluvia caen en reflejo de crisol. No estás a veces. Y me divierte esperarte. Cuento borregos cimarrones o piernas de modelo o con achaques. Y apenas logro dormitar. Y me despierta el vendedor de cítricos. Toronja rosa. Naranja grey. Y limones criollos. Todo hacia las manos. Ácidos naturales, la vida. La especie reclama indiferencia u olvido. En la acera me encuentro. Y miro el arcoiris a veces a través del crsital en la cámara de Dios. Y miro pasar la luna o nubes. Adiós. Y me sonríen. Queso menonita a la venta. Niña vende chicles. Niños a la escuela con cara adusta. Otros sonrientes. En la acera escribo mi historia. Y suenan notas de Cornelio Reyna. Me caí de la nube. La acera es mi casa. Donde andes. Yo aquí mientras tanto aprendiendo inglés a causa de las uvas. Color de llanta y rin cromado. Oye. Oigo.

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