La esperanza

La esperanza (¡Oh!) de verte de soñarte, de contemplarte, de abrazarte. La esperanza de reflexionar contigo de reir contigo, de platicar, de cantar de jugar contigo. la esperanza del agua en la sequía, de la flor en la distancia, del respirar profundo. Hay momentos en que desespera esperar, y se van de las manos los retos, las metas, y la caída parece inevitable y lo es. A veces la divina garza del orgullo, el cisne presuntuoso manda, dirige y ordena. Y parece real lo que es ficticio. El deshecho es el oro, la virtud es el pisar a los otros, cortar de tajo el árbol. La esperanza no es el anzuelo con carnada puesta una tarde de otoño.  La esperanza es saber de la luz en la oscuridad, de saber que al gesto hosco le espera más temprano que tarde la sonrisa. La esperanza es el nido, es la nota junto a otra, es el banco del parque con viejos o jóvenes en la risa. La esperanza son los nueve meses de abril o diciembre 24 del nuevo ciudadano, de otro ciudadano. Redención del pobre y campesino, aunque parece redundante. La esperanza es el agua que viene purificada en la caída del río. Es el reloj ojo que no sabe de tiempo. Es el arado y la semilla. Es el vuelo del pájaro aún herido. Es la conciencia de que sí, de por qué no. Es el primer beso. Es el aprender la lección una y otra vez más, para algo, el futuro, el bien estar. La esperanza es escribir para nadie y de pronto un lector te lo dice, siga, siga. La esperanza es la noche con el día, este girar del planeta. Y de pronto las luciérnagas confundidas con estrellas. Y Miguel Hernández de Caminante no hay camino. Y andar que es sudar.

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