Visión de futuro

No hay mejor manera de construir visión de futuro, que imaginarlo. El personal o el de un pueblo. Mi casa de cuando niño era pobre, muy pobre: madera vieja, piso de tierra. Marginal. En lo económico, refiero. En valores y afectos era rica. Estudiaba yo el quinto grado. La escuela Cuahutémoc se ubicaba a cuadra y media de mi casa, en la colonia Treviño Zapata. Mi maestro, alto, moreno, me detuvo en mi correría del recreo. Detente, me ordenó suave. Y frené como de rayo. Te voy hacer dos preguntas. Me dijo sonriente y profundo. Visionario. "¿De grande quieres vivir como viven ahora? ¿De grande quieres trabajar en lo que trabaja tu padre?" Mi respuesta inmediata a ambas preguntas fue un rotundo aunque tímido "no". Él conocía mi casa. Él había ido una o dos veces. Mi padre fue, a mucho orgullo, jardinero. Mi maestro era de los que visitaban algunas casas de sus alumnos para ver su situación "socioeconómica". "Pues para lograr lo que quieres solo tienes un camino: estudia", me dijo con la claridad del líder, con la sencillez del sabio. Mi maestro de nombre Héctor. Inolvidable. Inspirado. Bastó un minuto del ciclo escolar 1966-1967 para despertar en mí esa necesidad de construir futuro. Por eso creo firmemente en los maestros. Y por eso amo la educación.

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