Talleres de humanidad

Talleres de humanidad
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Un viejo anhelo de los educadores también ya viejos, es que debe haber talleres por todos lados. Y de todo tipo, en los que niños, jóvenes y viejos aprendan algo que necesiten y quieran, o solamente quieran. Tanto talleres de oficios, deportivos, artísticos y culturales. Sería fenomenal. Se afirma, desde los griegos si no me equivoco, que "el ocio es la madre o padre (o padrastro) de todos los vicios". Y al florecer este, entonces nos quejamos de los altos índices delictivos, y la sociedad en picada.
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De niño, mi padre me ubicó en una tienda de abarrotes. Allí no aprendí oficio alguno. Me ponían a limpiar mercancía, a pelar cebollas y cacahuates, a poner mercancía en los aparadores. Aprendí sí, la disciplina, el aguantar un horario, a ayudar a los clientes. Pero me hubiera gustado me hubiera acomodado en un taller de herrería, plomería, pintura o de reparación de instrumentos musicales. Pero aprendí el esfuerzo que se requiere para ganar con sudor y cansancio un salario.
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Por supuesto, que esta medida de proliferación de talleres, se requiere junto a otras lineas de educación social. Se necesita regenerar el tejido social. Y esto es ocupando las mentes de las personas de todas las edades, con un fin eminentemente educativo, que el trabajo es el mejor maestro de todos. No precisamente lo digo yo. Sino que es una idea de Anton Makarenko en dos libros fundamentales: "Veinte Conferencias sobre educación infantil" y "Poema pedagógico". Estos libros los conocí en mi educación Normal, cuando estudié para maestro. Pero además hay otro que aunque con nombre algo difícil de aceptar, pero muy directo, nos dice desde su título: "El trabajo como transformador del mono en hombre", de los legendarios, y casi olvidados e estos tiempos neoliberales Carlos Marx y Federico Engels.
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Imagine usted, lector: talleres de danza, literario, de lectura, de teatro, cine, fotografía, pintura, danza en sus diversos tipos, música de cualquier instrumento. De deportes, cualquiera de ellos. Talleres de electricidad, plomería, filosofía, historia, computación, mecánica, reparación de licuadoras y ventiladores, masaje sueco, matemáticas, de diseño, de redacción, de modelase, bricolaje, hortalizas, primeros auxilios. Y esto en todas partes, las personas ocupadas en aprender algo de su gusto, de su preferencia, de su necesidad. Es un viejo sueño social. Y es un viejo sueño necesario.
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Y claro que hay muchos talleres más: de idiomas, manejo de emociones, de mediación en conflictos, de paz, de piñatas, reparación de teléfonos celulares, de colección, de astronomía, de cocina. Y así cada quien puede uno proponer otros. Uno que me parece muy importante es el de primeros auxilios, de RCP y de respirar profundo. Ah y el de finanzas del hogar, para eso de saber gastar lo poco o mediano que ganen de salario en la familia, y no se metan en créditos leoninos y rapaces, que los dejan hasta sin ropa.
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Y cómo no recordar que cuando yo estaba en secundaria (ya llovió), había talleres de muchas cosas, incluyendo el de mecanografía y taquigrafía, pero estaba el de banda de guerra, en el que aprendí a tocar el tambor. En esos talleres entraba uno y el requisito era que estuviéramos mínimo tres meses. Así que en los tres años anduve de taller en taller, aprendiendo un poco de todo lo que había. A recordar los meses que estuve en el taller de guitarra, mandolina, dibujo, cocina, la ya mencionada banda de guerra, de periodismo, de lectura y redacción, de historia, de atletismo y basquetbol.
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Sí. Estoy plenamente convencido que es necesario crear talleres por todos lados. Bien organizados. Y no solo de crearlos por obligación. Claro, convencernos primero. hacer una labor de propaganda amplia y por todos los medios. Se requiere y urge. Imaginemos todos los talleres anteriores. Mas talleres de pensar, de filosofía, de ética, de historia de la religión, de componer canciones, de hacer dulces de calabaza, coco y camote. Imaginemos lo que fuera nuestra sociedad en un cambio de poco a poco.
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Esta vieja idea de la pedagogía es asimismo vieja como la humanidad. No creo que haya otra ruta. Imaginemos en las casas, cuando los niños ayudan a mover la tierra de las plantas y a echarles agua, junto con sus padres, a manera de juego. Lo mismo a barrer el frente de la casa, con la escobilla chiquita. O a pintar las paredes aunque tiren algo de pintura. O a dividir la basura entre orgánica e inorgánica. Si bien todo empieza desde la casa, cuando llegan los niños a la escuela se suman a las actividades que propone el educador. Yo recuerdo que en la primaria hacíamos piñatas como trabajos manuales, esculturas de yeso y papalotes. Ah, pero ya en la escuela los padres se enojan cuando sus hijos hacen el aseo, porque llegan a aprender no a ser limpios en el ámbito donde interactuan. Dicen que en Japón no hay intendentes, que son los alumnos y los maestros quienes realizan el aseo.
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Precisamente eso es lo que dejó escrito como estrategia pedagógica, el ruso Anton Makarenko en sus libros. En el de las Veinte conferencias, describe en cada una de ellas el sentido de cooperación, la alegría de los niños al colaborar con los padres en el trabajo de la casa. Ellos lo hacen como juego. Y a veces no los dejamos porque no lo hacen bien, y "oh, Dios, la pintura que tiran". pero recordemos que ellos están en un proceso de aprendizaje, que nunca termina, pero son las bases en esa edad.
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En el caso del libro Poema pedagógico", el autor es comisionado a dirigir la Colonia Gorki, una penitenciaría para jóvenes delincuentes, entre ladrones, pandilleros, y asesinos. Y allí, el autor cuenta, mediante anecdotario, la manera como fue resolviendo con cariño y fuerza, el día a día, el aprendizaje con esos chicos considerados malandros. No excepto de conflictos, por supuesto, pero lleno de satisfacciones, porque fueron ellos, en todo caso, abandonados por las familias,
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Talleres, sí, de encuadernación, de declamación y oratoria, de cuenta cuentos, de periodismo y tantos otros más. He visto que se crean y cierran talleres. Y los cierres a veces es por recortes bestiales (y neoliberales) de presupuesto, las más de las veces. Y a veces por falta de asistentes.
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Cuando son creados no se hacen de manera integral como parte de un gran plan de emergencia educativa nacional. Se crean como si se diera mejoral a los derrames cerebrales, como si se pusiera pomada ante el cáncer terminal. Y a veces quieren hasta cerrar las escuelas de oficios y los talleres culturales, y hasta las bibliotecas. Nunca se nos olvide que todos los talleres, lo son de humanidad.

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