Los que influencian

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En estos tiempos aciagos y a la vez esperanzadores vemos a través de la red de internet y las plataformas digitales que hay personas a las que se les llama "influencers". Tienen muchos seguidores, y entre más tengan, más dinero ganan. Hay de todo tipo, como en todo. Desde quienes repiten clichés y lugares comunes, utilizando apenas unas doscientas palabras, solo que las presentan atractivas, sensuales o procaces, y eso hace que atraigan como la miel a las hormigas, hasta personas que en sus espacios crean contenido de conocimiento, culturales, de consejos para todo tipo, cuyos seguidores aprenden constantemente. Cada uno de ellos y ellas, influencers, tienen sus seguidores.

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A quienes influencian les llaman con el americanismo "influencer". No es asunto nuevo. Siempre han existido, para bien y para mal. ¿Quién no recibió la advertencia de su madre con la expresión serratiana "cuídate mucho, hijo, de las malas compañías? Y en algunas clases de primaria y secundaria, nos hablaban de algunos modelos a seguir, sea por lo que inventaron o descubrieron en ciencia, por los hechos relevantes en historia, por ser buenos ciudadanos en civismo, y por sus obras en literatura. ¡Ellos sí verdaderos influencers!

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Y todos ellos para bien. Pero hay otros que influencian para mal. A este hecho me refiero cuando defiendo que en las escuelas se debe poner mucha atención a los alumnos que aprenden poco y andan más inquietos, porque si no los influenciaron en su casa (padres, abuelos o tíos), y tampòco los maestros, entonces y con seguridad, los influenciarán las personas que andan en malos pasos y hacia allá guían a sus nuevos seguidores, mediante tentadoras ofertas de dinero, con lo que pueden comprar cosas que siempre soñaron.

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Si se trata de elegir, mi mayor influenciador ha sido el libro. Me aguanta, me espera, me induce, me eleva. Me sublima sin más. Me hace llorar en la novela. Me hace viajar, cuando leo de otras geografías y otras épocas. Me hizo superar problemas de tartamudez y bloqueos. Me dio palabras para enamorar, versos para conquistar, cuentos para hacer reír y entretener. Pero sería injusto hablar solo del libro como mi influencer mayor, sin mencionar a los maestros, a mis padres y a mis amigos. Todos ellos sí, verdaderos influenciados.

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Frente a mi casa hay un campo para futbol y con canchas para basquetbol. Hace unos treinta años estaba completamente  enmontado. Medianamente grande en extensión, como una hectárea. Y un buen día un vecino de nombre Armando salió con su machete a empezar a limpiarlo. Muy grande el campo para él solo. A l día siguiente salió de nuevo, pero ahora le acompañaban dos  vecinos más. Y al cuarto día era un grupo como de quince, entre hombres y mujeres. En una semana estaba completamente limpio. Luego él trajo una podadora vieja. Y entre todos salíamos a darle mantenimiento una vez cada mes. ¿Influencer?

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Influencier hacia lo inocuo y el vacío, con espectáculos sentimentaloides, con comicidad simple y facilona, con transmisión de eventos deportivos de masa, fue y sigue siendo la televisión. En este caso me refiero a la pública, la de mayor preferencia. El jerarca de la televisión en esos años era Emilio Azcárraga Milmo, quien, aparte de autodenominarse "soldado del PRI", aclaró, para que no hubiera dudas, que su programación era para "entretener a los jodidos".  Es decir, para influenciar a todos, pero de preferencia a los pobres, para que en sus estrecheces tuvieran algo con qué divertirse, entretenerse.

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Y habiendo actualmente tantos influencers, cada quien escoge su cada cual.El que busca solo entretenimiento, lo encuentra. Quien busca entretenimiento y aprendizaje, asimismo lo encuentra. Y hay quienes buscan temas específicos sobre filosofía, música, recetas de cocina, reparación de motores, clases de plomería y electricidad, cómo hablar en público, cómo cantar cada vez mejor, etc. Y allí están, disponibles y en la mayoría gratuitos. Los paga la publicidad, que en el inicio nos dice: "el video se reproducirá después de los anuncios. Y bueno, alguien tiene que pagar.  

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Para bien, el libro de mayor influencia es La Biblia. Otro, aunque sea muy poco leído, pero sin duda sus enseñanzas se saben de manera parcial, es "El glorioso hidalgo, Don Quijote de la Mancha". Y a eso me refiero cuando afirmo que las clases escolares deben de ser conformadas en gran medida con lecciones sobre modelos de disciplina, de perseverancia, de solidaridad, de fraternidad. Y no como conceptos al aire, y para memorizarlos, sino dentro de relatos de vida, cuentos que dejen enseñanza. En efecto, lo ideal es influenciar a nuestros niños y niñas. Si nuestros maestros y maestras no son influencers de sus alumnos y alumnas, entonces ¿de qué sirve la escuela?

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Hace varios días me preguntaban a bote pronto sobre mi concepto de influencers. esa vez mi respuesta rápida fue que los mejores infuencer son los campesinos, porque con su trabajo hacen posible que haya animales de traspatio, frutas y legumbres en los mercados para que los compremos y tengamos en nuestra mesa. Sin ellos nada es posible. E influencers los maestros, los buenos maestros que logran despertar en sus alumnos las ansias de aprender, la curiosidad por descubrir, la imaginación por crear. Para bien, uno tiene que recordar y siempre tener presente quienes nos han influenciado en nuestra vida. Y agradecerles. Para un servidor, y muchos de mi generación en la frontera noreste, tuvimos un gran influencer como amigo, de nombre Óscar Eligio, recientemente fallecido. Fue solidario, lector incansable, filosofo de los buenos, orador, declamador, ensayista. Y todo ello desde que tenía 16 años. Hasta su muerte, influencer, dado cátedra en la plática a quienes lo visitaban en su lecho de enfermo.


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Pero el mayor influenciador es uno mismo. Por eso bien decían los griegos "Conócete a ti mismo", aforismo atribuido a muchos de ellos: Heráclito, Tales de Mileto, Sócrates, etc. Porque es uno mismo quien hará o no hará, tomará un rumbo u otro, se orientará hacia el bien o al mal.







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