Reir ante la vastedad

1. Me sucede muchas veces que tengo irremediables momentos de alegría. Si me pongo a reflexionar sobre las causas, no encuentro razones claras. Solo sé que ando alegre. Nada me quita la sonrisa. Quisiera que fueran por siempre. Me pregunto si no es un equívoco. Si el clima es extremoso. Si la guerra no se detiene. Si sigue habiendo hambre en muchas personas. Y yo ando alegre. "¿Qué te pasa, inconsciente?" "¿Qué rara y extraña enfermedad te ataca?"

2. Sí, alegre como animal despreocupado. Como si todo me fuera indiferente. En esos momentos miro mucha tristeza a mi alrededor como contraste. Saludo cuando camino y entono melodías. Quienes me ven me miran raro. Y es cuando me preguntan el por qué de mi alegría. No lo sé. Es mi lacónica respuesta.

3. Alegría y tristeza son palabras simples, muy comunes, no así lo que representan. Pienso que yo debiera estar triste, de acuerdo a las circunstancias. Y me debato entre si cambiar de alegría a tristeza para uniformarme. Y entonces pregunto. Y me responden todos. Buenos días Y si pregunto el cómo están, me dicen que bien. Y esa respuesta nos basta. Y cha la lá.

4. Extrañamente la alegría me acomete por todos los lugares. Me espera cuando despierto y me sigue. A veces me abochorna y le sigo el juego. Si manejo va conmigo, aunque sean varias horas y tediosas. Si estoy sentado en un parque solitario me hace reír como si me hiciera cosquillas. Y si estoy en sala de espera, hasta parece que ya me atendieron y que sigo de mirón y escucha sentado.

5. Si fui al cementerio a despedir a familiar o amigo allí está. Solo que ando sin risa, pero mi alegría por dentro va más allá de lo qué muestra mi rostro. Y no es que esté alegre por la muerte de mi amigo o familiar, sino que me sé las partes del destino y unos de ellas es la inconfundible muerte.

6 "Eres ojo alegre", me dijo una amiga, quizá para frenar ese ímpetu por la vida y toreo de circunstancias. Y mi respuesta "¿preferirías acaso fuera ojo triste?" Y no. La alegría a veces ofende. A veces se mira mal. Eso es lo extraño.

7. Alegría en todo caso con razones suficientes. Caso contrario los bobos que ríen sin razón, que son la mayoría. Esto no lo digo yo, lo dice Serrat. Alegres con razón o sin ella, no importa. Solo que la tristeza se disfraza de indiferencia, de pesar y en ocasiones de risa.  La alegría es una vibración distinta. Y se vibra con los iguales.

8. Me alegran las cosas simples. Me alegran las personas sencillas. Me alegran los garabatos en las paredes. El intento de la luz por colarse entre las rendijas. La burbuja en el agua. La pompa de jabón ingrávida en su trayecto. El comején qué destruye. La abeja que alimente. El gato en la azotea. El perro  tanto en su estar echado o en la pelea. Los besos que se dan los sumisos e insumisos. Los que ríen a la menor provocación.

9. Me río de Dios y del Diablo, perdón la vanidad. Sé que si existen me comprenden en esta locura alegre. Me río de las estrellas y de la luna. Qué extraña fortuna esta de reír. Me imagino volando y río. Me imagino deteniendo el tiempo o hacerlo mover hacia atrás. Me causa risa el enojo y los odios. Risa por los que no ríen. Risa el caminante. Seré el cadáver qué ríe cuando la tormenta me caiga encima. Y nacerá una semilla de la tanta risa.

10. Me dicen que deje de reír. Que es una enfermedad contagiosa. Que me contenga y detenga, y que si no, me atenga a las consecuencias. Que lea la biblia solamente. Que me porte de manera decente. Y yo me río por el tanto apremio, por ser tan explícitos en sus peticiones que enmascaran como orden. Y me da risa la vanidad y soberbia. Y me dan risa los que señalan y apuntan con el dedo. 

11."Ríe, pero cuida las formas", me dicen ya en tono más bajo, como un susurro, como un lamento: "No rías en el cementerio. En el gran cementerio. En el vasto cementerio".




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