Mujeres de medicina y luz

 Mujeres de medicina y luz

 

Ellas son sabias. Son mujeres medicina. Llámalas brujas, llámalas sacerdotisas, chamanas, curanderas. Son mujeres que tienen un poder, que se puede explicar solamente en la acción, y en la confianza, no desde la teoría. Y transparentan su relación con los otros mediante un lenguaje sanador. Han recorrido largos caminos para llegar a un puerto que es asimismo de llegada y de salida. No puede ser de otra manera. Comparten sus conocimientos para el bien y forman parte de la sabiduría ancestral. Tienen y comparten una cosmovisión alejada de las convenciones occidentales. Saben ser, en conciencia. Y son.

He allí la abuela que cura: Eva Cecilia Solís Arroyo. Está acompañada de Rebeca Díaz Suárez y de Juan de Jesús López. Está en el frente, tranquila y en paz. Y está frente a una veintena de público, treinta al final. No importan los curriculums. Está frente a seres humanos, a imagen y semejanza, entre curiosos y expectantes a lo que van a oír. Algunos conectan con el tema de manera rápida porque ya están familiarizados. Otros no, porque así es. Porque se crece en otras maneras de ver las cosas. Nos une un libro. Y una abuela. El libro se llama "Soy mujer medicina". Y estamos en Arteria Arte latente, espacio cultural, en Plaza Centurión.

Aracely Muñoz (Ara) dio la bienvenida formal en nombre de Luciérnagas lectoras, club de lectura. Y luego la maestra de ceremonias, Pilar Vidal Osorio, tabasqueñísima, presentó a Juan y Rebeca, ambos escritores y promotores culturales. Lo hizo con gracia y sabiduría. Leyó el curriculum de ambos:  activistas de la cultura conocidos y sobretodo, creadores. Y Juan dio lectura a un documento en el que destaca las especificidades del libro físico y sobre todo de su contenido, de los conocimientos que muestra en los textos la autora y sobre la importancia que tienen personas con esa intuición, con esos conocimientos. Asimismo comentó sobre uno de sus ancestros, también sabios en esos menesteres.

Poco a poco fueron llegando más personas. Cada una, interesadas en el ritual del libro y la palabra. Sobretodo convocadas por al amistad y por la palabra que cura vinculada a una mujer, una abuela. Y el turno de Rebeca, quien asimismo hace alusión a la importancia de estos saberes que se transmiten de generación en generación, pero no todos son receptivos y pocos son quienes tienen ese don natural de decir palabras que curan, y conocer las propiedades de las plantas y de los minerales que curan. Y este es el gran mérito de estas personas sabias.

El lugar Arteria Arte Latente es un mundo, una visión, en un local de Plaza. Es una apuesta por la humanidad y es un plantarse ante las circunstancias dislocadas de siempre. Es a la vez decir y hacer, y no quedarse en la palabrería. El arte cura, sin duda. Y estar en ese local, en ese lugar, en este universo, es una curación. Se respira buen ánimo y esperanza. Y se respira todo lo que gira alrededor del arte: amistad, solidaridad, sueños, anhelos, risas, palabras, imágenes. Y Arteria, colorido por los decenas de cuadros en proceso, tan distintos entre ellos, pero todos producto de mentes, sensibilidad y manos maravillosas. Allí María Lagunas, artista y maestra.

Yo miraba a la abuela Eva Cecilia. Y miraba a los presentadores. Y me acordaba de Jacobo Gringberg, quien hablaba de la matriz, y de que todos los seres estamos conectados. Y me acordaba de la chamana Pachita que curaba con el poder de las manos. Y de mi vecino Tereso, que cuando yo era niño, lo llegaban a visitar diariamente decenas de personas de varias partes del país, para que los curara. Y pensaba en los sueños que tenemos de tiempos remotos, y me acordaba de la hija de un amigo fallecido, que desde los tres años miraba a sus abuelos y bisabuelos ya fallecidos y miraba a los perros que ya habían muerto y dialogaba con ellos. Y me acordaba de tantas cosas y lecturas. Y pensaba en la industria farmacéutica que para sus ganancias requiere enfermos y más enfermos para venderles químicos que más enferman. Y miraba a la abuela Eva Cecilia y la escuchaba ya de entrada sintiéndome bien por estar allí. 

Con este evento cierra con broche de oro sus actividades el grupo Luciérnagas lectoras, que coordina Matty Pacheco, la actriz, cuentacuentos y difusora de mitos y leyendas. Ya he estado con ellas en alguna de sus sesiones. Y me he enterado de otras actividades que realizan aparte del círculo de lectura. Con esto afirmo que son mujeres que curan, también como la abuela Huitziehecátl. Y que la abuela es asimismo una luciérnaga que va con su luz iluminando entendederas, las que quieren, claro. Y en ellas, sabias luciérnagas, circula savia roja, en comunión con la savia verde de las plantas, por eso aprendieron esas relaciones de la naturaleza que son sanidad y comunión, que arman paz y armonía. Solo hay que dejarse llevar y fluir de manera natural. Si solo somos polvo, solo que polvo enamorado, eso sí.

Todo este planteamiento de curar, que no coincide con los productos químicos, contradice al mundo actual, empujado por las prisas, manejado por noticieros sesgados, publicidad engañosa (perdón el eufemismo) que empuja hacia el consumismo y convencen que se existe en cuanto se compra y se tienen gran cantidad de cosas. Todo este cúmulo de conocimientos basados en el vínculo con lo espiritual y natural, integrados, va en sentido correcto, aunque parezca que va a contracorriente. Si todos somos ser, si todos somos uno mismo. Y no hay diferencia en los seres humanos ni por la geografía ni por el tiempo.

Sí creo que más que los hombres, las mujeres sanan y curan y son mujeres medicina. Aunque no todas, no todas. Y también creo que hay hombres que curan, aunque sean menos. Por eso entiendo el nombre del libro, "Soy mujer medicina" que refiere exactamente a una, que es la abuela Huitziehécatl, como un nombre para la generalidad del ser humano. El poder de sanar y sanarnos es potencia de todos. Y es la decisión y la búsqueda personal de respuestas la que nos permitiría objetivizar ese conocimiento ancestral, siempre vigente. Y compartirlo como lo hace Eva Cecilia Solís Arroyo es una maravilla de luz ampliada, que solo las luciérnagas entre tanta densa oscuridad lo pueden hacer.

 

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