El tiempo hace su parte (Despedidas poéticas)

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Sobre todas las cosas, el tiempo hace su parte. A los dolores, angustias, pesadumbres y enfermedades, llega la muerte con los años, y soluciona todo. Queda sí, dolor en los sobrevivientes, no tanto por quien falleció, sino por quienes sufren desde ya su ausencia. Y con el paso del tiempo poco a poco se reacomoda todo.

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Pero también el tiempo hace su parte en los dolores que causa el amor en el abandono o separación. Por eso se dice: " es locura todo en el amor y pasión, mas llega el tiempo y lo cura todo". Queda entonces atrás esa manía de juramentos eternos, y el te amaré toda la vida. Y se guarda luto un tiempo. Luego se tiran a la basura cartas, dijes, retratos, contratos, recados con dibujos, y en sus excesos hasta las joyas, el carro y el condominio. Ah, perdón, estas tres cosas últimas no. Pero eso es por otras razones.

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"Todos los problemas tienen solución, dicen, menos la muerte". Y es una expresión que casi todo mundo  usa. Mi respuesta es, solo por reflexionar, que "la muerte es ya solución en sí misma". La muerte anuncia entonces el fin de un ciclo, mientras hay otros ciclos de vida que inician. Y así ha ido todo desde el inicio.

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Hay, por supuesto, quienes no piensan en el paso del tiempo, y por lo tanto creen que la juventud es eterna. Y tienen razón: la juventud es eterna mientras dura. Como la eternidad del "amor", también tiene su principio y fin. Entonces un buen día se miran al espejo (me incluyo) y todo lo que despreciaron desde el reinado de la juventud, lo miran desde otra manera. Y no hay vuelta atrás.. 

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Cuando una casa queda abandonada uno no se imagina lo que sucede dentro. Y sin embargo al volverla a ver digamos veinte años después, vemos cómo el tiempo hace su parte y se encuentra deteriorada. Ya no hablemos de la rapiña de quienes les quitaron unas macetas, al principio, y poco a poco se fueron atreviendo a quitarle ventanas, puertas, herrería, llaves de cobre, mosaico y azulejo. Pero aún que no sucediera esta rapiña, la casa es más vieja y se nota en todas sus partes.

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Una casa se deja de barrer dos días, y un poco más o menos, dependiendo del lugar, ya tiene polvo de nuevo. Nadie sabe de dónde sale, porque aún que las puertas y ventanas estén cerradas, una fina capa de polvo hace presencia. Le preguntamos a la abuela. Y ella, displicente dice: "de dónde más, es el polvo de los muertos que la habitaron antes". "Abuela: pero esta casa solo la hemos habitado nosotros". "Ah, entonces es el polvo de mis antepasados que me llaman ". Y ríe por la ocurrencia.  Guarda silencio por días.

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Temo repetirme. Pero lo repito por si ya lo dije antes. Uno de los poemas que me conmueven hasta las lágrimas, es Despedida, de Alejandro Aura. El poeta, siguió escribiendo en su lecho de enfermo terminal, y este es quizá el último o uno de los últimos escritos. En él, como dice el título, se despide de la vida. Con detalle da cuenta de lo que queda, y de lo que imagina que debiera ser el después de la muerte y los distintos cielos para los distintos animales.

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El poema es de extensión mediana. Pero su inicio no tiene pierde, sobretodo al saber que se está literalmente despidiendo de la vida: 

"Así pues, hay que en algún momento cerrar la cuenta,/ pedir los abrigos y marcharnos,/ aquí se quedarán las cosas que trajimos al siglo/ y en las que cada uno pusimos nuestra identidad;/ se quedarán los demás, que cada vez son otros/ y entre los cuales habrá de construirse lo que sigue,/ también el hueco de nuestra imaginación se queda/ para que entre todos se encarguen de llenarlo,/ y nos vamos a nada limpiamente como las plantas,/como los pájaros, como todo lo que está vivo un tiempo/y luego, sin rencor, deja de estarlo..."

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Hay sin duda muchos otros poemas de despedidas de escritores. No sé si el poema En paz, de Don Amado Nervo, lo escribió poco antes de su muerte; en todo caso escribe "muy cerca de mi ocaso". O fue parte de sus temas en la edad de la reflexión de los últimos años. En todo caso el de Manuel Acuña, en Nocturno a Rosario, es una despedida brutal, más por la edad del poeta y por la circunstancia del amor no correspondido: "... Esa era mi esperanza…/mas ya que a sus fulgores /se opone el hondo abismo/ que existe entre los dos,/ ¡Adiós por la vez última,/ amor de mis amores;/ la luz de mis tinieblas,/ la esencia de mis flores;/ mi lira de poeta,/ mi juventud, adiós!".

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El tiempo tiene la palabra. Paciente es y está, como una dimensión que lo abraza todo. Y que apenas logramos en nuestra vida tener una vaga idea de su composición, y nula idea de su origen y destino. Nosotros apenas somos una pequeña nada en el espacio. Lo demás nos es incomprensible. 

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Siguiendo con Despedida de Alejandro Aura, sobretodo en su parte final:

"... Lo que queda no hubo manera de enmendarlo /por más matemáticas que le fuimos echando sin reposo,/ ya estaba medio mal desde el principio de las eras/ y nadie ha tenido la holgura necesaria para sentarse/ a deshacer el apasionante intríngulis de la creación, /de modo que se queda como estaba, con sus millones,/ billones, trillones de galaxias incomprensibles a la mano,/ esperando a que alguien tenga tiempo para ver los planos/ y completo el panorama lo descifre y se pueda resolver./ Nos vamos. Hago una caravana a las personas/ que estoy echando ya tanto de menos, y digo adiós".

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El tiempo hace su parte. Es como una maquina trituradora de vida que realiza su trabajo lentamente, pero sin pausa. En el día a día.





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