Visita a la familia Osorio Gordillo

Visita a la familia Osorio Gordillo, en Chicozapote

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Cuando Fátima nació pesaba apenas 800 gramos, por lo que cabía en la palma de la mano. Ahora tiene tres años y es una niña inteligente, guapa y activa. Su abuela la cuidó de recién nacida junto con su madre. Pero reconoce que no tenía mucha esperanza de que sobreviviera.

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Ella es nieta de Doña.María Soledad, viuda de mi amigo fallecido Chilo Osorio. Ayer estuve con ellos en el ejido Chicozapote, Nacajuca, bajo la gran sombra de un ficus de como 20 metros de altura. Y la plática fluyó suave, natural, como si nos viéramos mínimo una vez a la semana.

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Y recordamos a Chilo Osorio de manera natural. Recordamos su bonhomia, su sencillez, su sabiduría, su humildad. La vez que renunció a tomar posesión como regidor plurinominal por el mandamiento de la asamblea en protesta por el fraude de 1994, cuando Andrés Manuel López Obrador fue candidato al gobierno del estado. "Y en su funeral él mandó una corona", dice orgullosa Doña Soledad. Y también recordamos cuando se negó a que repartieron la parcela comunitaria. "No. Esa es para cuando nos autoricen escuelas, bibliotecas y centro de salud", dijo enérgico.

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La familia es grande. Todos ellos son buenos anfitriones como lo era el patriarca Chilo. Los niños lo van aprendiendo al ver a sus mayores colaborando para atender bien a los visitantes. Nos recibe una niña como de 7 años. "Mi abuela vive por acá", dice como guía. Yo veo un caminito que se pierde hacia atrás entre la arboleda. La seguimos. Hay un perro que nos ladra desconociéndonos. Veo al fondo otras casas que no se ven desde la entrada.

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La primera impresión que tengo en mi llegada es que es un caserío abandonado. Estaciono el carro y veo hierba alta, y las casas de enfrente cerradas. Ya me habían dicho que ellos ahora viven atrás. Ahí es done aparece la niña. Le pregunto por su abuela. Y me dice que vive en las casas de atrás. Este cambio de casas fue a causa de la inundación de octubre pasado. El agua llegó casi al techo de las casas. Entonces como la parte de atrás (como a 100 metros) ya tenía relleno, quedó como isla y allí levantaron casas de lámina. Y ya cuando bajaron las aguas dos meses después, dejando desolación a su paso, ya no se regresaron. Además hay en esa parte de atrás unos árboles gigantescos que dan una espléndida sombra, a cuyo cobijo nos sentamos para platicar.

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Y entonces me cuentan de Fátima y su azaroso nacimiento. Y su primer año, cómo la alimentaban, cómo la llevaban con los médicos, sus vestidos tan pequeñitos, como de muñeca, su lechita que le daban con jeringa y todas esas vicisitudes que solamente quienes lo viven lo saben bien.  "Los vestiditos, como de muñeca, se los guardo para cuando sea grande los vea, y valore más su vida", me dice la bisabuela bonachona, satisfecha y contenta. Yo solo atino a decir impactado que la vida en general es un milagro y mucho más en el caso de Fátima.

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Hace cinco años que falleció Chilo, un 3 de noviembre. "Tan de repente. Llegó de trabajar la milpa. Se bañó y comió. Luego se fue a descansar en la hamaca. Y luego el susto y los gritos. Ya no se pudo hacer nada. Fue un infarto fulminante", cuenta resignada su esposa. Yo a ella la veo fuerte en su edad de más de ochenta años. Y se lo digo. Tan pronto me vio que yo iba llegando por el camino salió a recibirme con los brazos abiertos en cruz para un fuerte abrazo. "Que bien que nos visita", me dice amorosa, sencilla, tierna. Yo estoy emocionado con el recibimiento.

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Como eran ya las 2.30 de la tarde, ya habían comido. Y nos sirvieron a mi joven amigo, Ingeniero Isaías y a mí, un plato a cada uno, con puchero de pavo, calientito, y preparado a la leña, que disfrutamos interrumpiendo la comida por la plática, y esta por la comida.

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Luego de la charla, las fotos para el recuerdo. Y luego fueron trayendo calabacitas, racimos de plátano, cocos. "Le vamos a llenar el carro", dicen vacilando. Yo me siento abrumado ante ta generosidad. Y me adelantaron que para la próxima visita me tendrán un pomo grande de nance curtido, que es especialidad de Doña María Soledad Gordillo.

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Recuerdo que de la muerte de Don Chilo me enteré por el programa Telerreportaje en la mañana. Todo el día fue de trabajo. Y al velorio de Don Chilo llegué como a las 10 de la noche. Al llegar había aún a esa hora muchas personas. Tan pronto me reconoció Francisco, uno de sus hijos mayores, me llevó a la parte de atrás, donde estaba ella, Doña Soledad, acompañada por sus hijas, abatida, triste. Le di el pésame. Sin tener otras palabras que le mitigaran el dolor. Y luego vi que entre varias coronas, muchas de ellas de personalidades e instituciones de Villahermosa y Nacajuca, destacaba una con el nombre de Andrés Manuel López Obrador.

Fotos tomadas de visita anterior por Daniel Morales, y las recientes por Isaias Alvarez Hernandez.
*Me apoyas mucho si compartes este texto. Gracias de antemano.

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