Cuento chino (El cuchillo)
1
Vi el cuchillo todo herrumbrado entre tanta herramienta revuelta. Muchas de ellas en las mismas condiciones. Y por lo mismo casi inservibles. Lo primero que me dije: me lo robaré, que aquí es como si estuviera en la basura. Y ese será su destino si no lo rescato como el príncipe a la princesa célibe casi encerada de rostro y encerrada en un castillo mohoso, casi enterrada en vida, y en plena juventud, y sin haber amado.
2
Yo estaba en casa de mi hermano, yo, de seudónimo Boreges, escritor retardado y algunas veces en sueños, pasaba unos días de vacaciones, con el fin de encontrarme con mis fantasmas muertos y me contaran sus experiencias y secretos, y yo a ellos, mis llorosas cuitas de amores, que han sido pocas, pero estériles y significativas. Y me encontré ese cuchillo que esperaba ser rescatado para volver a su destino.
3
El cuchillo mide 38 centímetros, mango de madera acomodada en plomo, y su hoja gruesa de acero oxidable, ya sin filo, y con huellas de hematoma seca, adherida como funda incompleta. Y donde no, el herrumbre, huella del tiempo sin huso horario, ni uso cotidiano o esporádico. Un cuchillo ya sin motivo del dueño ni motivaciones cuchilliles, conviviendo, por decir así, con tornillos, clavos sin punta o chuecos, tuercas barridas, seguetas rotas, pinzas petrificadas, pinceles con poco pelo y otros cachivaches.
4
Le imaginé un pasado glorioso entre tramposos de barrio, siempre con filo listo para el degüello o entrar liso entre carnes musculosas o fofas. Lo imaginé en manos de valientes defendiendo honores mancillados, cumpliendo venganzas contra ventajosos abusivos. Y en lucha entrechocando aceros, con chispas en el roce violento, saliendo venturoso, o derrotado el portador y pasando este a mejor vida, y el cuchillo a otras manos.
5
Lo saqué de allí y le di uso auxiliándome con su aún punta quitando la tapa del bote de pintura de 20 litros. No está por demás decir que la tapa de ese tipo de contenedores se la ponen en México como para dificultar abrirla. Así que hay que echar mano de alguna herramienta como machete, cuchillo o desarmador plano. A diferencia del envasado estadounidense que basta jalar una tira saliente y queda la tapa suelta.
6
Siempre he anhelado tener un cuchillo retro, raro, impactante, pero útil. También una lámpara con profundidad con base en su cantidad de lúmines, esas que penetran la oscuridad por más de quinientos metros, pero además que sea recargable, y una bicicleta que sin mucho esfuerzo se deslice por carreteras y caminos y me lleve a lugares distintos. me gusta acampar en patios de casas, por la seguridad. Y en el caso de los cuchillos miro ofertas en tiendas departamentales, y en casas de empeño, para ver si me encuentro uno barato y bonito, con forma impresionante. Y la verdad es que son caros los que me gustan. También he visto algunos de marca japonesa o china, pero en yenes cuesta mucho más. Quizá por eso se me hizo aún más interesante el cuchillo de la casa de mi hermano.
7
Primero me lo guardé bajo el colchón. Pero creí que lo había guardado en un cajón del buró. De tal manera que al buscarlo días después en dicho cagón, perdón, cajón, no estaba, y me dije: "mi hermano ya se dio cuenta, y lo sacó para esconderlo hasta que me vaya. Y ni modo de pedírselo, si lo que quería era tomarlo prestado. Recuerdo que cuando niños, yo curioso, hurgaba en el ropero de cedro, que aún se conserva, donde mi padre guardaba sus objetos: monedas en desuso, armónica, navajas, postales, algún carrito raro, botellitas de vino de muestra, etc. Y me sorprendía en mis ocho, nueve años, que se guardaran objetos que me iba dando cuenta eran de otros tiempos.
9
Y yo esperaba que mi hermano me dijera algo sobre el cuchillo, y nada. Digamos que lo había encontrado en el buró, que para qué lo moví, o algo así. Pero nada. Él sabe y yo sé", y basta, me decía yo. El caso es que al guarda mi cartera bajo el colchón, porque iba a salir a caminar, y para eso me protegía dejando la cartera, y llevando solo unos quinientos pesos, y me encuentro al inocente cuchillo bajo de la cama. Pero ahora lo envolví como en cinco camisas y lo metí a la maleta que va abajo en el avión, donde no representa ningúna posibilidad d peligro para los viajero y tripulación en caso de que se me ocurriera secuestrar el avión y llevarlo desviado de ruta a Tijuana, La Habana o Singapur.
10
Finalmente lo traje en secreto a Villahermosa. Lo mostré como victoria mía a mi familia, quienes la mayoría no emitió opinión, apenas un "papá, para qué lo quieres", y algún torcida de boca por la indiferencia o enojo de llevar otro objeto "inservible" a casa. El caso es que al día siguiente me puse a esmerilarlo, luego con una lima le saqué filo, y quedo bien, aunque le faltan algunos detalles de ese cuchillo que a la letra dice Made in Germany 1821.
11
"Oye me di cuenta que te llevaste un cuchillo viejo, me hubieras dicho, ese no vale nada, era del carnicero de la colonia que hace como diez años mató el perro pastor que teníamos, y se lo robé; pero tengo el sable oriental que papá guardó como una reliquia, y pensaba dártelo, pero se me olvidó. Ya se que te gustan cosas raras o antiguas. Así que para la próxima que vengas a la casa te lo daré, si antes no me urge llevarlo al empeño. El sable tiene una inscripción que dice en caracteres chinos: Ming. 35 ac., que "el chino de la colonia me lo tradujo.
12
Mi hermano es bromista. De seguro es un cuento chino.
13
A manera de posdata.
Esta es la belleza del genio Jorge Luis Borges:
Dos fragmentos del cuento El Puñal
"...Otra cosa quiere el puñal. Es más que una estructura hecha de metales; los hombres lo pensaron y lo formaron para un fin muy preciso; es, de algún modo eterno, el puñal que anoche mató un hombre en Tacuarembó y los puñales que mataron a César. Quiere matar, quiere derramar brusca sangre...
...A veces me da lástima. Tanta dureza, tanta fe, tan apacible o inocente soberbia, y los años pasan, inútiles."
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