La plática, descubriendo talentos y el robot de cocina
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Hace semanas Joel Taracena me invitó a platicar en el programa de difusión cultural que mantiene desde hace algunos meses en internet, y que se llama Descubriendo talentos. Y me llamó la atención que me dijera a "platicar" y me puse a reflexionar sobre ello.
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Toda relación humana está basada en la plática. Sobretodo en su concepto amplio, donde el hombre dialoga con otro, con la naturaleza, con Dios y con la naturaleza. El hombre mismo dialoga consigo mismo en la soledad de su cuarto, antes de dormir. O en esas largas noches de insomnio. Aunque el concepto más conocido y aceptado es el diálogo de una persona con otra o con otras.
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Joel Taracena es un destacado abogado originario de Iquinoapa, Jalpa de Méndez, lugar del que yo tengo referencia desde mi llegada en 1979 a Tabasco. Porque es uno de los poblados importantes de ese municipio, y era lugar de paso en mis traslados de la cabecera a Benito Juárez 2a, ranchería donde yo llegué a trabajar. Y ya en la plática recordamos los camiones de la Línea Caballo blanco.
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Una vez leí que una maestra pregunta a sus alumnos de antropología sobre cuál sería el primer acto de los homínidos que los transforma en el homo sapiens, que es nuestro antecedente directo. Los alumnos exploraron diversas respuestas. Ninguno le atinó. La maestra dijo que era la evidencia física de curación cuando uno de ellos se quebró un hueso. Yo, neófito en todas las áreas (aprendiz de mucho, especialista de nada), aventuro que fue la plática. Ese mirarse a los ojos, emitir un mensaje, recibirlo, entenderlo y responder. Lo anterior lo afirmo aprovechando la licencia que nos da la literatura. Sin que mi afirmación niegue o intente refutar a la docta maestra en antropología.
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Joel Taracena es profesional del derecho y es emprendedor en muchas ramas, una de ella del ramo restaurantero, en la especialidad de mariscos, muy sabrosos, por cierto, en su "Vereda 300", del que ya antes he tenido la oportunidad de degustar: sazón, higiene, atención y confort, todo ello a la orilla Del Río, con vistas propias para la fotografía. Llegué allí por la invitación a entrevista que me hizo Juan Carlos Soberano, en su programa Personas y Personajes, y allí me presentó a los anfitriones y patrocinadores. Y allí supe que Joel es, aparte de profesionista exitoso, escritor, que por esos días iba a presentar un libro sobre su pueblo querido.
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Y sin plática no hay humanidad. Imaginemos a los individuos medio bestias, intentando dejar su condición de salvajes, sin saber cómo, sin relacionarse con los demás, cada quien en su isla, indiferente de lo que le sucede. los demás, viendo a los otros como extraños, sin reconocerse. Pues no. El hombre que se quebró el pie, y que su pariente cercano busca la manera de curarlo, tuvo que haber recibido mensajes, y seguro que el adolorido prehomínido, recibió mensaje de mantenerse en calma, sin que se moviera, para poder intentar la curación. No es difícil imaginar esas escenas. Ni tampoco imaginar que comparten antes muchos de ellos la idea de cazar juntos esos grandes animales, que solamente grupo podrían cazarlo.
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Así que iniciamos ante la cámara y la transmisión una plática como cualquier dueto de personas que están con un café en la mesa, y que en cualquier lugar del mundo, buscan conocerse a través de la infinidad de temas, que van desde la vida personal, las anécdotas, y ese fluir de palabras e ideas, cuando hay temas afines. En este caso la literatura, la educación, y en genral la vida misma, con todas las rutas de vivencias que tiene: la inspiración, el pensar, el trabajo en el aula, la disciplina de escribir, el libro, el vasto legado que recibimos de quienes nos antecedieron, la poesía, anécdotas de vida, etc. El tiempo se va rápido. De pronto ya nos estamos despidiendo. Yo agradecido con la invitación.
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Sorprendidos ante el avance tecnológico, nosotros, que somos del siglo pasado, y que el internet es una maravilla que tiene de todo, incluyendo la escuela de YouTube con sus tutoriales, con los que he hecho pan de dulce y sal, aprendido requintos de guitarra, cómo instalar lavabos, sanitarios y sus respectivas llaves de agua caliente y fría, soldar cobre, cambiar aceite al auto, hacer puertas sencillas de madera, etc, me platicaron de una máquina que hace comidas, postres y bebidas. Yo que apenas había llegado a la máquina lava vajillas, horno de microondas y hacer café americano en las cafeteras, me sorprendo gratamente con esa máquina.
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De entrada luego leí sobre dicho artefacto, y le llaman robot de cocina. Tiene desde las aspas de la licuadora con las que licua y pica verduras y legumbres, hasta los tres niveles de cocción, con los que se puede preparar de manera simultánea arroz, frutas y pollo a la cerveza o whisky. Una verdadera maravilla que así como el teléfono al que le dicen inteligente ha sustituido a la cámara, grabadora, cuaderno, reloj, calculadora y otros, así este robot de cocina sustituye a la estufa en muchos aspectos. Se me ocurrió decir: "pobre estufa, ha de estar celosa".
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Yo, que he tratado de estar al día en la tecnología. Y que me tocó llevar mi artículo de colaboración en físico al periódico para que lo capturaran, luego mandarlo por fax, y luego por internet, con un solo click, que en cuestiones de tecnología de cocina yo apenas ando con el refri que hace hielitos, y que disfruto el ambiente aún de la carne asada (esto no lo reemplaza nada), me ha sido grato llevarme esa enseñanza más sobre la tecnología en la cocina.
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Emocionados estuvimos una hora más, fuera de cámara, por supuesto, admirando al robot de la cocina de nombre ThermoMix, producto de la industria alemana y francesa. Tiene su balanza para las porciones y medidas, un recetario de miles de recetas en pantalla, reloj para el manejo automático y manual del tiempo, y nivel de intensidad del calor. Te olvidas de los aumentos del gas, y no emite calor al exterior.
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Reitero mi agradecimiento a Joel Taracena, a su gentil esposa, maestra Beatriz, a su hija más pequeña, que es la "técnica" de la transmisión, y locutora de los anuncios que patrocinan el programa. Ah, y gracias por la mangonada (nieve de mango) muy sabrosa que preparó la maestra y que degustamos en una grata plática interminable.
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