Las canciones
1
Aproximadamente me sé ciento veinte canciones. No son muchas, ni pocas. Es una cantidad regular. Ellas me ayudan mucho. Si las canto, ejercito la memoria. A veces me trabo en un verso. Lo salto y sigo. Sé que en otra ocasión que la cante, ese verso recordaré a la perfección. Me se canciones principalmente de otras épocas. Las de ahora no tengo dónde escucharlas. Y las que tengo en mi memoria las empecé aprender en secundaria. Ejemplo: "En estas noches claras de inquietos luceros, lo que yo te quiero te vengo a decir..."
2
Me gustaría aprenderme muchas más. De cualquier tipo. Solo que no le dedico tiempo y disciplina para repetirlas, parte por parte, hasta que se adhieran a mi cerebro. Y luego cantarlas como si nada. (Aclaro que las canto para mí, en la sala de mi casa, o en el campo bajo la sombra de un árbol). Las que se me bastan para sacar emociones. Aunque regularmente al interpretarlas no representen lo que yo siento. Las interpreto, a veces con emoción. Solo eso. Si digo en la canción: "Siempre que te pregunto, que cómo, cuándo y dónde, tú siempre me respondes, quizás, quizás, quizás..." No quiere decir que yo a alguien le ande preguntando algo y que esa sea la respuesta. Así que si digo "rata de dos patas" o "me estás oyendo, inútil", a nadie se la dedico, y en nadie pienso.
3
Mi pensamiento es así, que cuando una persona está platicando conmigo y en sus frases de plática a veces sin querer queriendo aparece un verso de canción, mi mente la ubica y en silencio digo los versos siguientes. Si estamos hablando de plantas y la persona dice por ejemplo: "tengo un rosal que trajo mi padre hace años y lo cuido. Mi madre y yo lo plantamos". Inmediatamente me acuerdo de "Mi árbol y yo", canción de Alberto Cortés. Y así siempre. Es inevitable.
4
Hay versos como que se quedan pegados en la memoria reciente. Me pasa que cuando me meto a bañar, y abro la regadera, aparecen esos versos. Y es el mismo verso por durante varios días o hasta semana. Ha de tener su explicación neurológica. Que no me sé, ni investigo. Me doy cuenta siempre al abrir la regadera, que sin pensar empiezo a cantar el mismo verso: "Que se quede el infinito sin estrellas, o que pierda el ancho mar su inmensidad, pero el negro de tus ojos que no muera...etc".
5
Es muy grato aprenderse una nueva canción. Reconforta y motiva. Y además son retos positivos. Es activación neuronal. Y ayuda mucho a hacer relaciones. O a construir recuerdos de uno en otras personas. Cuando llegué a Tabasco me sorprendió agradablemente la canción "Mercado de Villahermosa", y me la aprendí. De tal manera que cuando estábamos alegres varios maestros, en reuniones de fiesta improvisadas, salía la guitarra y yo la cantaba. Y los amigos tabasqueños se sorprendieran al saber que yo era "fuereño", me sabía esa canción y ellos no.
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Y digo que las canciones nos ayudan a construir recuerdos inolvidables en otros, porque por ejemplo, yo cuando llegué a Tabasco -tenía veinte años- una de las canciones que cantaba era "Señora de Juan Fernández", de Facundo Cabral y "MI árbol y yo", de Alberto Cortés. Y lo mismo eran de las que cantaba en las reuniones improvisadas con amigos maestros. Y cuarenta años después, cuando veo a un amigo de esa época, recuerda vagamente la canción, y lo dice. O cuando nos encontramos me saluda con un "Qué pasó, mi árbol y yo". o "Qué tal, señora de Juan Fernández".
7
En ese tiempo no había karaoke. O las cantabas con instrumento o no. O simplemente escuchabas las canciones en disco. Luego ya con el karaoke se nos facilita porque en las fiestas aparece dicho mecanismo acompañamiento, y casi todos pasamos, los desafinados y los que no. Además se nota quienes ensayan en su casa, para hacer sus interpretaciones un poco mejor. Hay quienes se animan a cantar solo cuando han tomado más de tres cervezas. Yo ni eso. Yo necesito un six completo para animarme.
8
Uno de mis proyectos es aprender para tener y utilizar un repertorio de 31 canciones, pero estas serían una tradicional de cada entidad federativa. Que el propio de ese estado sienta nostalgia por su tierra (y emocionado invite otras). Por ejemplo Caminos de Michoacán, para los oriundos de ese lugar; Caminos de Guanajuato, asimismo; Que chula es Puebla; El cuerudo tamaulipeco; Peregrina, por Yucatán; El corrido de Rosita Alvirez, por Coahuila; Ven, Ven, a Tabasco; Veracruz, de Agustín Lara; etcétera. Asimismo un repertorio de unas diez canciones internacionales. Una por Francia, Italia, Cuba, Alemania, Nicaragua, España, Rusia y así otras más. Una por cada país, ya sería avaricia.
9
Una de mis hijas dice que cuando me estén velando pondrán tres canciones, que son las que más me han escuchado por aburrirlas en casa: Mi árbol y yo; El Cristo de Palacagüina; y Matilde Lina. Si puedo, y me da tiempo, las dejaré grabadas para seguirlas molestando con mi voz.
10
Luna de octubre y Amarraditos, son dos canciones que me estoy tratando de aprender estos días. Y tan pronto como me las aprenda, buscaré otras dos. Y así, a ver si llego a las 200 canciones y luego a las 300 canciones aprendidas, aunque parezca exagerado. Pero es grato ir cantando por la vida, aunque sea para uno mismo. Si las penas con pan son menos, con las canciones las penas literalmente desaparecen, o se hacen más grandes al recordarlas (canciones).
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