El destino es amor y se cumple

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Lo bello del destino es la incertidumbre. El no saber qué sigue es la parte interesante, lo que le da sabor al caldo de la vida. Aunque vayas con las personas que leen las cartas y te digan generalidades. Y creas. Lo cierto es que no sabemos dónde, cuando y la forma en que vamos a morir. De seguro que si supiéramos, entonces trataríamos de evadirlo, o de hacer que se fuera por otro rumbo y ruta. Pero los designios del destinos son inexorables. Se cumplen o se cumplen.

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De algo así trata la obra trágica Edipo, de Sófocles, escritor griego. Layo, rey de Tebas, junto con Yocasta, al nacer su hijo acuden al oráculo de Delfos para saber el destino del niño, y reciben la fatal predicción: "este niño matará a su padre y cohabitará con su madre". Aterrados, y tratando de evadir tan cruel y trágica predicción, deciden mandar a uno de sus criados de mucha confianza a que lo lleve a abandonar a lo más alto de la montaña y lo coman los animales.

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El destino se cumple porque se cumple, y hazle como quieras. Yo recuerdo que en 1978 pasamos de madrugada en camión por Villahermosa, en un viaje de excursión de Matamoros a Cancún. Eramos 38 estudiantes de 3er grado de la normal, andábamos todos en edad alrededor de los 18 años. Y al pasar por la carretera que cruza Villahermosa, mirábamos por la ventana, en la oscuridad, los mechones con fuego de Pemex, y seguramente dijimos que no trabajaríamos tan lejos de nuestra casa. Por eso es bueno el dicho que dice: nunca digas nunca. O nunca digas de esta agua no he de beber. Acá andamos respirando, caminando y amando.

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Decíamos entonces volviendo a Edipo, que sus padres ordenan al criado que lo lleve a la montaña para que lo coman los animales. Pero el criado era de buen corazón, como usted, amable lector, y ante el llorar del niño, se acuerda que tiene de amigos una pareja sin hijos, precisamente en la montaña, y decide regalárselos. Así pasan los años.

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Ronda la muerte. Un vecino me platica que su hermano tiene cáncer terminal, que ya no hay nada que hacer. Llora. Yo no sé que palabras decirle para consolarlo. Me pregunta que si yo tendría idea de lo que significa eso, y de cuánto le quedará de vida. "No sé qué decirte, y menos saber cuánto le queda de vida. Lo que sí, es que eso solo los doctores, y solo pueden dar una cantidad de tiempo aproximada. Hay veces que dicen dos o tres meses, y la persona vive tres o cuatro años más".

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Y en la tragedia griega Edipo, de Sófocles, pasan los años. En un camino va en su carruaje el Rey Layo, y al pasar por un lugar estrecho donde cabe solo un carruaje, ya va por la mitad y se encuentra otro en sentido contrario, conducido por un intrépido joven. Uno de los dos debe regresarse para dar paso generoso al otro. El rey no lo hace por se rey. El joven tampoco, por ser joven e imprudente. Sucede entonces que se enfrentan en duelo y el joven mata al rey Layo.

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En las obras de teatro griegas hay un personaje coral que va narrando algunas cosas. Aquí diría: "¡Oh, destino cruel, que enfrenta a los hombres de paz!, Ni Zeus los salva. ¿Oh, cómo burlar al destino? Imprudentes hombres marionetas del destino".

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La costumbre y tradición es que quien mata a un rey, toma por esposa a la viuda. Y entonces Edipo se convierte en rey y Yocasta en su esposa. Hasta que cohabitando, quizá Edipo dormido, mira la forma de sus pies, quizá la forma o un lunar grande (algo recuerdo), que igual tenía aquel niño, su hijo, que mandó tirar a lo alto de la montaña.

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Entonces manda traer a su criado, ya viejo, y este ante el ruego de ella de que le cuente la verdad, se lo dice: Regaló al niño a una pareja en lo alto de la montaña,  A Pólibo, rey de Corinto y Mélope. Así que por más que trataron de evadir los designios del oráculo de Delfos, todo queda reducido a que sucedan los hechos tal y como lo dicta el destino. La madre de Edipo al corroborar tal hecho trágico, y fatal, se suicida. Edipo al acudir al lecho de su cohabitación con su madre, la mira, el criado le explica, y él se saca los ojos.

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Imaginemos que ya sabemos en qué vamos a trabajar, con quién nos vamos a casar y divorciar, dónde vamos a vivir, y cómo vamos a morir y en qué circunstancias. Esta última parte, si fuera que moriríamos en mi caso escribiendo, durmiendo o haciendo el amor, seguramente estaría encantado con el destino y dejaría que se cumpliera. Pero si fuera muy distinto, con dolores crueles, entonces trataría de evadirlo, lo cual, como vemos es imposible. Quizá solo los dioses evadan el destino, o quizá ni ellos.

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Yo, habiendo leído a Edipo y otras obras de Sófocles, Esquilo y Eurípides, me dejé llevar por el destino que me ubico en este lugar tropical, y además tenía escrito que yo esta mañana escribiría un texto, como ayer, y quizá mañana y lo subiría a mi muro, como un muro más de la caverna, o los muros de las calles llenos de grafitis.

 


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